La motocicleta manejada por Alicia, recorre el camino de terracería entre los campos de verde follaje cuidadosamente cortado, recorrido por los becerros que pastorean tranquilamente, y su paz es perpetrada por el rugir del corcel de hierro, al dejar atrás una estela de polvo.
Drake ha conseguido acoplarse a las agarraderas de la parte trasera del asiento, con tal de no tener que abrazar la cintura de su compañera, por su orgullo masculino de no querer verse todavía más asustado, aunque en otras situaciones aceptaría gustoso el acariciar las anchas caderas de la joven, y verse en predicamento de subir sus manos por su torso hasta llegar a sus pechos, o deslizarse a atreverse a acariciar los muslos.
Los pensamientos impuros del guardián por poco lo hacen perder el equilibrio, cuando la moto gira hacia la izquierda por una curva. Lo que lleva al joven carmesí a pegar un quejido agudo de espanto, al aferrarse con mayor firmeza de las agarraderas.
En consecuencia saca una leve risa burlona en Alicia, quien no aparta la atenta vista en el camino, y no tarda en avizorar el corral de madera, y enfrente del mismo una vereda que gira a la derecha en línea recta, hasta llegar a los altos portones de hierro; atrás de los mismos se encuentra en su interior un vasto jardín adornado por arboles de figuras de animales, y en el fondo una casa hecha de ladrillos rojizos con techo de tejas, en la que sobresale una torre de chimenea humeante; en la parte inferior se divisa un porche de madera.
Los guardianes estacionan la motocicleta frente al portón, el cual abren de par en par al adentrarse juntos al jardín conformado por una arboleda, de copas cortadas en forma de animales, hasta el grado de que parecen capaces de cobrar vida, en cualquier momento.
Al entrar a la casa, los dos guardianes se encuentran con la humilde morada. Un suelo verde oscuro dividido en recuadros de polvo barrido por escobas, y recogedores son movidos por fuerzas invisibles de manera autónoma, limpiando la suciedad de la casa. Igual es el caso con los trapeadores, y cubetas en el interior del recibidor que se compone por una mesa blanca en forma de cirulo en el centro con varias sillas a su alrededor.
Las paredes son adornadas por estantes llenos de frascos con brebajes extraños y huesos de distintas criaturas. En la parte derecha se encuentra un sillón rojo de cuero, con alfombra de terciopelo con color a juego al frente, justo al lado de la chimenea encendida de la que arden tenuemente las flamas, en ceceo quemante. Atrás del sillón se ubican dos escaleras, una que lleva a la planta alta, mientras que la otra desciende.
Por el lado izquierdo del recibidor, se encuentra la cocina en la que se ubica la estufa, el fregadero y un refrigerador. De repente se escucha el sonido de pisadas al ascender las escaleras que llevan al sótano, y una mujer que parece rondar en los treinta años de complexión delgada, se hace presente.
La vestimenta se compone de un vestido de color vino con mangas anchas, que cuelgan de sus brazos. En el cuello porta un broche color esmeralda. La falda llega hasta los tobillos, y como calzado lleva unas botas a juegos. Es de complexión delgada. Tiene los cabellos negros recogidos en una bola, atado con un pasador. Su piel es pálida al punto de llegar a lo fantasmal, de contextura bien cuidada; sus labios son grandes y carnosos. Los ojos son rasgados de color avellana adornados por unos elegantes antejos, otorgando un porte intelectual. Posee rasgos de una mujer joven al filo de entrar en la madurez.
—Drake, querido... ¿terminaste el trabajo en el campo? —La mujer los recibe en grata amabilidad, cálida como el crepitar de las flamas en la chimenea. Sus ojos se iluminan al percatarse de la presencia de Alice—. ¡Oh, veo que trajiste a tu amiga!
—Es un placer para los ojos, volverla a ver, señorita Blair... —Alice realiza una reverencia educada, un acto tomado de buen agrado por la hechicera.
Cuando Drake y Lance llegaron a la capital, su primer objetivo era buscar alguna finca en la que puedan quedarse, y conseguir algo de dinero extra por medio de la ganadería, ya que la vida es cara, no bastando lo que ganan matando monstruos, necesitaban un lugar donde volver, no agradándoles la vida de nómada que llevan algunos guardianes.
En la búsqueda dieron con la finca La doncella, propiedad de una hechicera independiente llamada Anabel Blair. Una mujer de mediana edad, que bien entraron a su vida, encaminaron una relación balanceada en las fronteras de una jefa muy estrictica, quisquillosa con el dinero, marcando una sentencia de muerte al que se retrase con un pago, y una extraña tía soltera. Ese actuar despertó mayor distancia entre los vecinos, ya que la patrona de la finca es una usuaria de magia, a pesar de tener licencia, muchos continúan evitándola.
—El gusto es todo mío, Alicia... —Anabel se corta en seco, al arrugar la cara en una mueca de desagrado, y dirige su atención en Drake—. ¡Por el viajero! Drake ve a tomar un baño, por favor. Apestas a mierda y estas al lado de una dama ¡de esa manera nunca conseguirás esposa! Y regresa en menos de lo que canta el gallo, que voy servirte algo de comer... estas muy flaco, se ve que no han comido nada bueno en mucho tiempo.
La autoridad de Anabel es absoluta, ya que Drake se para firmes como soldado, y asiente afirmativamente. El guerrero carmesí sube las escaleras apresuradamente, dejando solas a ambas mujeres. Anabel alza los hombros sin que se borre su expresión animada, cambia su atención repentinamente hacía la chica
—¿Qué comiste hoy? —pregunta Anabel casualmente.
—Emh... me comí unos panecillos dulces y un café.
—¡Eso no es comida! —exclama de forma contundente, en la autoridad maternal—, vas a morirte de hambre a este paso, niña... te daré algo rico de comer, te preparé unos filetes.
No esperando una respuesta, Anabel se adentra en la cocina; tras una media hora Drake baja de nuevo a la sala, descubriendo la mesa servida en tres platillos de filetes de carne bañados en salsa, y ensaladas de papas acompañados con apios, y zanahorias, al lado de un vaso de vidrio lleno de agua. Anabel, y Alice ya han comenzado a comer, por lo que al verlo lo invitan a tomar asiento.
Platican amenamente sobre los últimos contratos de los jóvenes, y vivencias de la finca, por lo que una vez terminada la comida; la dama de la casa se levanta de la mesa, camina hacia el refrigerador, del que saca un contenedor semejante a los que se usan para trasportar leche.
—Por favor, entréguenle esto a Lance, se quedó encerrado en el granero, y me pidió que mantuviera este químico enfriando por una hora, tengan mucho cuidado. No quiero que vuelvan a hacer explotar el granero, aún siguen pagándome el ultimo destrozo que hicieron —La hechicera coloca el congelado bidón color gris metálico aun cubierto por escarcha sobre la mesa, de igual manera regresa rápido a la cocina para traer un plato de comida en un platillo envuelto con servilletas—. Ese tonto habrá olvidado comer, llévenselo y asegúrense que se lo coma todo.
—Gracias, jefa... con gusto la ayudaremos, y me aseguraré que Lance no haga destrozos —expone Drake, en una sonrisa agradable. Al tener el plato en las manos, unos tentáculos rojos emergen de las palmas cubriendo la comida envolviéndola en una lonchera carmesí.
—No puedo ni imaginar lo practicas que resultan ser tus habilidades —agrega Alice fascinada por el poder de creación de Drake.
—Es cuestión de conocimiento, he tenido que leer sobre muchas cosas para poder replicarlas —menciona Drake, vanagloriándose—, no eres la única que puede convertirse en un arsenal andante, Alice.
—Bien, sigamos que ya es tiempo de hablar sobre el tema del nuevo contrato —dice Alicia al acercarse a la puerta, y entonces agrega—, muchas gracias por la comida, estuvo deliciosa.
Los dos guardianes salen de la casa dirigiéndose al portón, cargando con la comida en la lonchera y el bidón, mientras son observados desde la distancia por Anabel parada en medio del porche.
«Testarudo y engreído... eres exactamente igual a tu padre, Drake... ¿cometerás sus mismos errores?», piensa Anabel, con profunda amargura acumulándosele en el pecho, al ser acariciado su rostro por el viento de la nostalgia.
Nuevamente el dúo de guardianes recorre la rodada de terracería al conducir la motocicleta, en medio de los forrajes verdosos, y las cercas con alambres de púas que marcan las divisiones de La doncella.
Al poco tiempo, ven a la distancia un enorme granero de madera color marrón, al lado de un molino de viento de aspas metálicas, que gira lentamente en rechinido agudo. Cuando los dos guardianes bajan de la motocicleta, la atención de Drake es robada, al percatarse de la presencia de los caballos pastoreando en los alrededores.
—Soltó a los caballos al potrero, debe estar haciendo algo delicado... —murmura Drake. Lleva en una mano el bidón metálico y en la otra la lonchera con comida.
—Por cierto ¿Qué se supone que está haciendo Lance? —pregunta Alicia al retirarse el casco y guardarlo en su dimensión de bolsillo.
—Está tratando de hacer hormonas de crecimiento acelerado, para sus cerdos; basándose en pócimas mágicas o algo así —explica Drake—, Lance no puede comercializar con la magia legalmente al no tener licencia, tampoco puede comprar ciertos componentes a menos que sea por contrabando y esos son caros, así que tiene un convenio con Anabel. Ella vende su mierda a su nombre, como darle materiales con su licencia, por una comisión. Por lo que Lance ha estado trabajando como loco, encerrándose en el granero cada que estamos aquí, lo ha tomado como su laboratorio de investigación.
—Son cosas de hechiceros... —agrega Alicia de manera tajante—, no es algo que nos concierne mucho a gente como nosotros.
—Bueno es cierto, pero no deja de inquietarme —insiste Drake, subiendo un escalofrió por su columbra, albergando un mal presentimiento.
—Creo que te preocupas demasiado. Lance puede ser lo que tú quieras; un lunático, un raro con poco o nulo filtro para hablar —exclama Alicia al pegar un leve golpecito con el codo, en el brazo de su compañero—. Y a pesar de todo, es un buen elemento para nuestro grupo y conoce de la prudencia laboral. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Drake desactiva la armadura roja, al tiempo que entre abre una de las dos puertas gigantescas del granero. El olor a sal minerales y a alimento para ganado impregna el ambiente. El dúo encara un largo corredor, que a los lados se encuentran cabellerizas vacías con ventanas que dan al exterior, alumbrando el interior del edificio.
Al final del pasillo, hay una amplia cámara repleta de costales apilados en edificaciones rectangulares, y en medio de estos, se halla una silueta sombría sentada en una silla frente a una mesa de la que se divisan múltiples tubos de ensayos, llenos de líquidos de diferentes colores, acompañados de pilas de libros viejos a punto de colapsar al lado de amuletos con grabados místicos.
Acompañando al encapuchado, se encuentran dos criaturas de piel verdosa escamosa, vestidas con harapos viejos; parecen horribles ancianos de rasgos fríos de ultratumba, pero de una baja estatura, comparable de un niño pequeño. Poseen ojos de sapo, sus dientes son chuecos y amarillentos. Estos seres son conocidos como duendes, y fungen como familiares, al apoyar a su maestro con pasarle botellas y frascos.
La figura encapuchada se percata de la presencia de los visitantes, e inclina la cabeza para verlos. Al percatarse de sus identidades, el extraño se pone de pie de un salto y se da la vuelta. Su vestimenta es una túnica tela negra abotonada, de manga larga con guantes a juego, hechos de látex. La capucha deja entrever una mezcla entre una máscara de un doctor de la plaga, con una máscara de oxígeno: posee la característica careta en forma de cuervo, con lentes negros polarizados, agregando dos filtros a los lados del pico.
—¡La llegada del viajero llegó pronto este año! —vocifera el encapuchado, en una mezcla de alto ánimo y cinismo—, mira nada más, que ni mil maridos despechados o deudas tramposas en las carreras, nunca podrán evitar que nos volvamos a juntar.
—Gracias por recordármelo, Lance... —pronuncia Drake, en voz amargosa con los ojos entrecerrados, aun recuperándose tras esa mala experiencia.
—¡Lance! ¿Qué carajos estas vistiendo? —pregunta Alicia, en un gesto de extrañeza y espanto—, ¡eso da miedo! Si te ven en la calle vistiendo así, vas a terminar en la cárcel.
—La ropa correcta para el trabajo correcto, señorita —explica Lance, en voz cantarina al pegar un leve golpecito al pecho, en señal de poder y seguridad.
—Espera... si llevas esa mascara eso significa que —Drake se calla por un segundo, y vocifera—: ¡¿estás trabajando con materiales peligrosos?!
La exclamación acelerada de Drake alerta a Alicia. Ambos guardianes retroceden y automáticamente se ponen en una improvisada posición defensiva. Tal actuación, hace estallar en risas al enmascarado.
—¡Deberían ver lo ridículos que se ven ahora mismo! —exclama Lance entre carcajadas—, ¡No! no estoy trabajando nada toxico, es mero gusto personal... veo que me han traído el químico.
Lance estira los brazos hacia adelante, pidiendo por el contenedor. Drake, y Alice se ven las caras por un breve instante, y al apaciguar la duda, entregan el bidón a su compañero, quien, al retirar la tapa, se libera un vapor blanco al igual que un aroma bastante fuerte, similar a la pintura. El enmascarado vierte el líquido blanco en una cazuela metálica llena de un brebaje verdoso, tornándose de color azul. Una vez realizado este acto, coloca el cántaro sobre una estufa portátil que está en la mesa, y prende una tenue flama azulada.
—¡Bien! Primera operación cumplida —recalca Lance—, es cuestión de esperar. Con esto voy a llenarme los bolsillos hasta tener mi peso en oro —dice el guardián, relamiéndose los labios, y frotando sus manos la una sobre la otra con ansiedad.
—¿Estás seguro de lo que haces? —pregunta Drake, dubitativo y con los nervios encima, al imaginar el peor escenario.
—¡Lo tengo todo bajo control, mi hermano! —responde Lance, en alta seguridad, y con un ademan de mano, ordena a sus duendes que abran espacio.
—Más te vale. No quiero problemas —agrega Drake—, te he dicho varias veces que no hagas experimentados muy peligrosos.
—¡No puedes detener a la ciencia, mi querido amigo! —expresa Lance en suma emoción—, hay tantas cosas que se pueden crear y descubrir en este maravilloso mundo; el conocimiento va de la mano con el riesgo.
—Y este maravilloso mundo cuesta dinero, —dice Alice sarcásticamente—, si por un error de cálculo, te la pasas destruyendo o dejando inevitable tus zonas de trabajos... que no son tuyas, vas a llenarte de deudas.
—Bueno tengo que admitir que he cometido algunos errores. —Lance se torna solemne por un segundo, rascándose la nuca, pero al instante recupera su aire frívolo—. ¡Pero de los errores se aprende! el riesgo trae recompensas al llegar al éxito. Haré que mis cerdos sean tan gordos que parecerán vacas, ¡Ese día me suplicaras por mis conocimientos, Drake!
—Pues falta mucho para eso, lo más impresionante que has hecho es que a un cerdo le crezcan dos cabezas, y el pobre desgraciado cayó muerto al día siguiente —indica Drake de brazos cruzados, albergando la duda—, no quiero que Anabel termine fastidiada de nosotros y nos acabe corriendo... va a resultar imposible que otra persona nos de hogar, dada nuestras condiciones.
—Saben... siempre me he pregunte algo... —dice Alice esbozando un brillo de picardía en sus ojos—. Desde la Balsa se la pasaban casi todo el tiempo juntos, ahora viven y trabajan en una finca ustedes dos...no sé, se me hace medio rarito.
Los dos guardianes se miran con los ojos como platos. Drake pone una expresión de desagrado, aunque Lance lleve mascara no quiere decir que no pusiera esa misma mueca.
—¡Espera! No saques esas conclusiones completamente fuera de lugar —interviene Drake con las manos alzadas. A pesar de su porte recto y firme, es una persona que puede sentir inseguridad de sí mismo, a la mínima duda—. Digo cada quien puede amar a su manera... pero nosotros definitivamente no.
—No confundas la amistad entre hombres con algo así. —Lance expresa su descontento sin rodeos.
—Ay ¿Ahora son inseguros de su masculinidad? —Alicia posa sus manos sobre la cadera, agrandando la sonrisa pícara—. Quizás por eso son los clientes frecuentes en los burdeles.
—¡Las diversiones de un hombre son sagradas! —se excusa rápidamente Drake, casi mordiéndose la lengua—, si nos jugamos el pellejo matando monstruos, tenemos el derecho a gastarlo en lo que queramos.
—¡Si alguien aquí es inseguro ese es Drake! —reclama Lance con total descaro—, una vez lo convencí a duras penas para un trio, y a la mera hora el cabrón se rajó, al ponerse como un marica al declarar que sería...
—¡Te he dicho que no volviéramos a hablar de eso! —vocifera Drake, escandalizado con las mejillas rojas.
—¡La prostituta estaba preciosa y solo cotizada por gente noble! —se excusa Lance—, Era una chica bestia con característica de zorro y cobraba lo de un becerro pesado ¿Dónde carajos íbamos a encontrar algo parecido? Por ese precio debía coger como loca. Entre los dos la librábamos, pero el niño se le espanta por la presencia de otro hombre... bien sabes que yo nunca me quito la ropa.
—¡Eso ultimo no debería siquiera saberlo! —Drake se da una palmada en el rostro, muerto de vergüenza.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ustedes nunca cambian! Son un par de anormales. —Alicia se sujeta el estómago al destornillarse de la risa.
—La palabra anormal dejó de tener significado en mi vida hace mucho tiempo —Drake arrastra las palabras, reteniendo un alarido en su garganta, al sentir que todo el peso del mundo cae sobre sus hombros—. ¡Bueno, basta de tanta pendejada! Nos ibas a hablar de un contrato de las grandes ligas ¿no? —pregunta a Alice—, bueno... estamos los tres juntos, no puedes volver a desviar el tema.
Ante la demanda del guerrero carmesí, todas las risas muren en ese instante. El semblante de la joven se torna serio, oscureciéndose su faz; un mal augurio cala en las entrañas de los dos guardianes varones, quienes quedan expectantes a lo que está por ocurrir. Alicia se toma un segundo para dar un breve suspiro, con tal de mantener la calma.
—Está podría ser una de las misiones más difíciles que hayamos tenido... —Alicia retoma la palabra, en una mirada destiladora de un brillo flamante, en temple de acero ante la magnitud de la violencia que van a confrontar—. Vino directamente de los altos mandos. Nos han escogido a nosotros seis para formar un equipo de guardianes de elite, para ser partícipes de esta campaña.
—¿Los seis? —pregunta con extrañeza el guardián oscuro alzando la ceja. Movido por la curiosidad complementa—: Es muy raro que varios guardianes se unan para un solo contrato, por lo general se contratan hasta 3 guardianes juntos, ¿Quién puede pagar un equipo de seis guardianes?
—Un rey... —murmura Drake, en tono de seriedad—, la mejor pregunta sería... ¿a qué clase infierno requiere la asistencia de seis guardianes?
—Exacto. —Asiente afirmativamente la guardiana, en temple de hierro entrelaza sus manos y vuelve a ella su petición en el monumento a Munraimund—. Es una misión de alta dificultad, por lo que nos han seleccionado a nosotros y a otros 3 miembros de las águilas de acero, para formar un equipo de elite. —Saca de la maleta una carpeta rebosante de papeles, en los que se traza todos los datos sobre el peligroso contrato y entrega los documentos a Lance.
—Una secta demoniaca ha ayudado a los esclavos inhumanos a levantarse en armas, asaltando varios campos de concentración, adueñándose de armamento de alto nivel. —Lance lee detenidamente las notas de mayor importancia de la carpeta, en un porte analítico—. Al parecer... tomaron parte de diferentes territorios que desempeñaban un papel importante en la minería de carbón y cristales. Lo último que sabe... es que estos rebeldes asediaron la fortaleza del barón y lo asesinaron.
—Esto es algo grande, no puedo creer que nos hayan metido a este embrollo —recalca Drake al ser invadido por un escalofrío en su espalda. Una cosa era pelear contra un monstruo, y otra muy diferente era participar en una guerra—. ¿Dónde se supone que tenemos que ir?
—Las tierras mineras pertenecen al reino de Lazarus —contesta Alice, al colocar el dedo en el símbolo del fénix, dentro los documentos. Arruga el entrecejo al tener que decir la parte más escabrosa de la historia—. Apenas sabemos algo de su líder, es una bruja que no se sabe cuál raza es o de donde vino, ni siquiera sabemos cómo es físicamente. El ejército Templario la han llamado "la reina de corazones" ha habido desapariciones de pueblos enteros desde la caída del barón; granjas han quedado abandonadas, un aumento desproporcionado en las plagas de monstruos.
—Es solo cuestión de tiempo para que marchen a la capital y hagan una masacre... pero eso sería apenas el principio —agrega Lance, al comprender la importancia de este contrato que requiere la presencia de tantos guardianes a la vez—. Será una lucha terrible, por eso están contratándonos para que nos unamos a sus tropas, esto no afecta el código al no ser un credo nuestro enemigo. Si Lazarus cae, los otros credos van aprovechar para una invasión a gran escala y millones podrían morir.
Drake aprieta los puños al saber del reino que tendrían que ir; un dolor punzante se acopla en su cabeza, al ser atacado por el estrés. Una herida todavía sin sanar completamente, se vuelve abrir al escuchar ese reino nuevamente, un lugar al que juró nunca volver jamás.
—¿No podemos rechazarlo?
Drake se esfuerza para mantener la mente fría, fallando miserablemente al hablar en un tono que esta al filo de transformarse en un alarido. Instantáneamente se arrepiente al pensar que sus compañeros podrían hacer preguntas al respecto.
—No... es imposible... el alto mando nos lo ha impuesto, no tenemos otra alternativa —declara Alicia en un gesto de piedad al detectar esa rabia en su compañero, se enciende un instinto de preocupación en ella y procede a preguntar—: ¿te sucede algo?
—No... estoy bien... —Drake suspira al masajearse las sienes, con tal de mitigar el dolor en el cráneo—. Si no queda de otra, tendremos que ir hacia adelante...
Alicia esta por protestar, sin embargo, Lance hace un ademan de mano para que no lo intentase, y de esa forma evitar un conflicto entre los tres; da igual cualquier intento por rechazar ese contrato, fue entregado como una orden directa de los altos cargos de la organización, por lo que rechazarlo podría ser tomado como traición y los enjuiciarían como menos que escoria. Por lo tanto, la guardiana aprieta los dientes en alta frustración por no poder hacer nada ante lo que aqueja a su compañero carmesí.
—No podemos dejar que esos hijos de puta causen un genocidio. —Vuelve a hablar Lance, al acumular en su pecho el sentimiento del deber—. Se supone que para esto fueron creados los guardianes, tenemos que pelear... incluso si tenemos que enfrentar a una bruja.
El mencionar a esta misteriosa entidad, los guardianes guardan silencio al recorrer en sus cuerpos un aire helado, como si fuese el toque de la muerte que los ha marcado como sus próximas víctimas. Las brujas no son como los hechiceros, estos usuarios de la magia no se rigen por las reglas, o limitaciones, son el poder puro de la magia oscura. Vencer a uno de estos seres, requiere mucha estrategia y un gran número de guerreros poderosos.
—¿Y por qué la llaman la reina de corazones? —pregunta Drake.
El rostro de Alicia palidece, negando con la cabeza en faz pesarosa. Con cierta dificultad reflejándose en unas palabras temblorosa, revela el mórbido dato:
—Han encontrado cuerpos de soldados Templarios, con el pecho abierto y todos comparen algo en común... ninguno conservaba el corazón. Según los elfos que llegaron a capturar, eran extraídos para fungir de tributo a su reina.
De la nada la temperatura de la habitación se torna calurosa, y el burbujeo del cantaron en la estufa se vuelve violento a tal grado que el contenedor comienza a temblar erráticamente, al desbordar marejadas de espuma azulada que salpican en las paredes.
—¡Me lleva al carajo! ¡Lance! ¡¿Qué pendejada hiciste?! —grita Alicia sobresaltada al cubrir su cara con sus brazos, para no ser bañada por el líquido de la pócima descontrolada.
—¡Esto no debería estar pasando! —vocifera el guerrero oscuro, con las manos sobre su cabeza, invadido por la confusión y al estar por ser llevado por la frustración de otro fracaso, una idea viene a su cabeza como una saeta—. ¿batieron el bidón? —pregunta en voz ronca con los ojos, en una mirada acusante,
Drake y Alice se miran entre sí, con los ojos abiertos de par en par sin decir palabra alguna. Durante el viaje en moto, terminaron batiendo el bidón. Al poco tiempo la parte trasera del granero, se llena de un espeso charco lodoso que mezcla el suplemento y las sales de los costales. Los tres guardianes, apoyados por los duendes pasan horas limpiando todo el batidero, y cuando por fin lograron terminar, al salir de vuelta al exterior, se percatan que ya está atardeciendo. La guardiana se despide de sus amigos, prometiendo que partirían en dos semanas.
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Editado: 30.03.2024