El aventurero leyenda

Capitulo 2

Después de escuchar aquel relato no pude evitar sentir pena por aquel joven que estaba pasando un momento difícil en su vida.
Y me dije a mi mismo ...

Otra razón más del porqué debo ayudarlo, no solo por afecto sino, por ese pacto sagrado y compromiso que hice con su familia.

Al mismo tiempo, Melquíades comenzó a explicar en más detalle su problema, para calmar y desviar el tema y no generarle recuerdos tristes que arruinaran el estado de ánimo de León.

Bueno, lo que requiero se encuentra a las afueras de Timnsdal, un lugar que es algo apartado de tu lugar actual de origen. En ella se encuentran unas piedras preciosas llamada Cairo, estás resplandecen y son de un material duro que sirve para forjar espadas. Cómo sabrás, te comenté anteriormente que algún tiempo yo tuve un mal momento en mis negocios debido a una mala acción.

Si usted me lo había contado, pero no profundizó ese tema si no fuera mucha molestia.

Podría saber.

¿Qué le pasó Señor Melquíades?

Ya que pronto seremos socios en esto te contaré el secreto, respondía con vileza. Un día salí a recibir nuevos clientes habituales como siempre lo hacía en ese momento, un joven alto con aires de noble, lo digo porque sus prendas relucían frente a los demás, se acercó al mostrador llamando al servicio.

Buenas es usted el renombrado Señor Melquíades, dueño de este gremio de aventureros y poseedor de innumerables negocios fuera de este. En su efecto acertó con certeza, señor, en que le podría colaborar.

Bueno, mi nombre es Albedo Cantees, tengo una gran cantidad de materiales y quiero ofrecerle un intercambio por estas, a cambio de algo de dinero. Aun cuando miraba al chico alto, que parecía recatado. Melquíades sintió algo extraño en aquel ofrecimiento. Pero como su negocio empezaba a dar frutos, él creyó que era una oferta que no podría rechazar de forma inmediata.

Su oferta me parece interesante y de cierto modo atractivo, pero necesito evaluar su calidad. Ya sabe, para evitar pérdidas, cómo usted conocerá en esta ciudad, nos regimos por las normas de supervisión que establecemos nosotros mismos para hacer de la mejor manera nuestro trabajo.

Claro ni más faltaba, no tengo problemas con ello, dijo el hombre que lo veía con ojos de protesta, él sabía que no podía negarlo, en su lugar, accedió a las condiciones demandas por Melquíades para aceptar el trabajo. Mientras hablaban relajadamente, el joven se despide y avanza con calma a la salida, no sin antes prometer volver por su respuesta. Melquíades, terminando su turno junto con sus empleados, se disponía a cerrar su negocio, marcando así otro extenuante día de trabajo.

Desde un punto lejos, viendo a Melquíades, unos jóvenes y un señor algo de mayor edad observaban a distancia sin ser reconocidos, la razón podría ser muy obvia, era porque estos a su vez usaban algún tipo de camuflaje de algún cierto nivel empleado por la magia del anciano. Sé podría notar que eran del tipo asesino, una habilidad utilizada en mayor parte por los grupos mercenarios.

Dejando de lado sus motivos. El hombre mayor pertenece a un gremio oscuro ubicado en Laitengill, una ciudad apartada muy lejos de Timnsdal. Eran independientes de otros gremios y también eran voluntarios  para realizar cualquier tarea más aún si había de por medio alguna suma considerable de dinero.  Los nombres de estos 3 extraños eran Casto, Murer y Gárgol este último perteneciente a una raza fuerte de guerreros llamados Asgar. 

Gárgol era el más experimentado de los tres y por consiguiente debían aceptar las órdenes impuestas por él.

Pasada algunas horas, ya sin preocuparse por tener que dormir al aire libre. Los tres reconociendo la zona y con cierta cautela y nadie alrededor caminaron hacia la parte de atrás del gremio.

"... ¿Entramos?"

"... Sí".

Procediendo a efectuar alguna maniobra inesperada, de la cual Melquíades era ajeno en aquel momento.

Confirmando que no había signos de nadie cerca, Murer activó su habilidad única. (Rastreo) para constatar el paradero de uno de los cristales, que días previos ellos habían logrado introducir en la bolsa dada ese día por su cómplice. Solo basto un par de minutos, después de varios intentos fallidos, ellos logran notar la imagen proyectada de estos al interior de un cofre. El recubrimiento del objeto estaba tan rígido y seco como un cartón viejo, tras pasar unos cinco años oculto allí, según los cálculos de Murer.  

¡! BASTARDO TACAÑO!  

Al menos, compre otro cofre. 

—dijo Murer— a sus compañeros.  

Estaba hecho de una piel gruesa, oscurecida por el tiempo, desprovista de marcas y adornos de metal o piedras preciosas. Aun así era buena su calidad y precio. Rápidamente, lo cambian por algo obsoleto y que se vea igual para así hacerle una jugada sucia al comerciante reacio.

Cansados por la fuerza ejercida al pasar únicamente 10 minutos y teniendo en contra el tiempo, procedieron a retirarse a los más profundos del bosque. Sin contenerse, abriendo el cofre que estaba protegido por un hechizo mágico, saltaron de felicidad al cumplir su propósito, dejando en completo desorden el lugar.

-Tenemos que darnos prisa -declaró Gárgol, y se encaminó a la ruta de escape del oscuro bosque.

Al llegar más lejos del sitio pactado de encuentro se encuentran cara a cara con Melquíades, que venía ya siguiendo sus pasos hace algún tiempo después de su fuga. No duda este en usar su gran espada llamada Balzii, para acorralar al enemigo, haciéndolos retroceder algunos metros y frustrando, de cierta manera, su elaborado plan de escape.

Gárgol se lanza en conjunto sobre él, y mientras uno agarraba su cuello para inmovilizarlo, los otros, en cambio, daban fuertes golpes a su espalda de manera que esté lograra sucumbir y se diera rápidamente por vencido. Murer saco un látigo y lo probó donde Melquíades no podía ver. Un ataque cobarde por la espalda que lo hizo temblar por un breve momento. Era el tipo de cosas que podía dejarle moretones y desgarrar, con mucha más fuerza que cualquier espada o roca que habrían empleado para golpear a Melquíades en un eventual contienda pasada. Librándose rápido de sus ataduras, los golpeó por primera vez. Murer cayó por la fuerza de fricción desmedida y Casto por intentar ayudarlo a él.

- Eres más frágil de lo que pensaba, Gárgol _ murmuró a Melquíades mientras continuaba con el forcejeo impuesto por este mismo.

Entonces mejor quédense fuera de esto y observen a la distancia par de inútiles y no interfieran, les decía a ambos mientras continuaba su disputa. Estos, apenados por no ser de gran ayuda en la batalla, se apartaron del lugar, notándose algo exhaustos tras recibir un daño considerable en sus cuerpos.
 



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En el texto hay: fantasia, combates, aventura

Editado: 12.03.2022

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