El bebé del Jefe

• ¿Y un beso en la frente, no quieres? •

La reunión de la mañana, se desarrolla al aire libre, en una parte cercana al puerto mientras vemos el mar moverse un poco a lo lejos.

Hay algunos temas que se deben concretar, antes de que cada uno se encuentre de acuerdo y esto proceda más adelante; los hombres que nos acompañan hoy, vienen del área gubernamental, además, hay cabezas de los diferentes imperios que se encargan de impulsar el trabajo en infraestructuras como estas, lo que permite que se encuentren familiarizados en medio de las pinceladas que se han ido proporcionando en el transcurso del día.

Por supuesto, la mejor forma de evitar que lo de ayer ocurriera, era colocando una barrera de aire fresco para todos, al igual que inquirir en ir vestidos de blanco, para combinar el paisaje con la ocasión.

La verdad, admito que hay algo más de comodidad en el entorno; incluso, antes de que todo comenzara, algunos estaban comentando lo sucedido, por lo que no pude evitar escuchar que lo sucedido con esas flatulencias, les salvó la vida y el tiempo, ya que no querían pasar más tiempo ahí.

Al parecer, no era yo el único aburrido, sin embargo, creo que sí lo demostré un poco más que los que estaban fingiendo atención con el tema.

Por si fuera poco, Scarlet se ha ganado algunas miradas, no de compasión, ni de gusto, sino de picardía; nada que ver con el tema arraigado a intimar, en todo caso, la complicidad que ha impregnado en los presentes, quienes les han externado regalos para el supuesto bebé que lleva en su vientre.

Y claro, digo supuesto, porque no es que no le crea, es que no me lo ha confirmado; esta mañana no tuvimos tiempo de hablar demasiado, puesto que surgió una llamada de Enrico para informar del cambio en la reunión.

Ella se quedó hablando con Eduardo, y por su expresión, estoy seguro que todavía no sabe nada, porque si algo sé de ese tema, es que, lo primero que se nota en un futuro padre, es esa emoción imposible de ocultar, la sensación de felicidad desbordante y el brillo en los ojos por el orgullo de ver a tu mujer, empezando un proceso en el que se va a convertir en madre; si no es que ya lo es desde que lo sabe.

Para ser sincero, no pude volver a la mesa con ellos; no quise fingir que no sabía algo que me dejaba una duda, ni una tormenta al verla porque quería respetar la decisión de no hablarlo ahora; si bien, había venido por el trabajo, su otro objetivo era pasar unas vacaciones con él, por lo que en ese sentido, no debía de meter las manos. No más de lo que ya lo había hecho, con mostrar mi desacuerdo a esa decisión que, claro, se pasó por alto en todo el sentido.

Ahora, debo enfocarme en lo que me espera a la vuelta de la semana, porque, por mucho que haya evitado que Maeve volviera a la oficina, este día de fin de semana como corresponde, sé que debo enfrentarme a algo mucho más fuerte que también tiene que ver con ella y mi vida privada.

Además, debo encargarme de Esmirna; no tengo idea de qué quiere hablar, supongo que algún descontento tuvo para lograr verme en un día donde no le regalo mi presencia a muchas personas; incluso, ha habidos sábados que no me acerco al edificio empresarial y tiene que ver con el hecho de que necesito tiempo para mí, porque antes de las labores, está lo que es mi bienestar.

No solo puedo depender del trabajo, ni de la empresa; mis empleados, por igual, deben de aferrarse demasiado a esto que hago, ni a lo que ofrezco, porque no es bueno depender de una oficina, si tienes personas en casa que te necesitan más.

Por supuesto, esos días que no he ido a trabajar, les pido que no vayan, pero, hay casos en los que algunos van y ya no puedo ir en contra de la decisión que tomen.

Suelto el aire, dejando de sostener el celular que pongo en la mesa, sin esperar nada de nadie, aunque también desee saber si esa mujer obedeció mi orden; Francis no puede ayudarme porque es su día de descanso, así que he evitado escribirle a toda costa para que no se ponga manos a la obra, cuando sé que debe estar en el jardín de su cabaña de campo, pasando tiempo con su esposa e hijos. Algunos nietos, peludos y no peludos, también.

Sostengo la vista en frente, anotando algunas cosas que se desglosan entre las preguntas y la conversación, enfocado en el tema del proyecto.

Scarlet no se encuentra a mi lado; no tengo idea de a dónde fue desde hace un rato, al menos no lo sé, hasta que la escucho resonar con sus tacones en el avance, cargando una bandeja de helados para que cada uno tome lo que quiere, viendo la sonrisa de los presentes.

Con algo tenía que pagarles tanta amabilidad y hasta los consejos que le dieron los que son padres desde hace años, ya, por lo que no me quejo, sino que me cruzo de brazos, sin querer caer en su juego cuando pone un helado 'especial', según sus palabras, frente a mí.

—No le va a hacer nada, señor Briggs, cómaselo—indica, sentada a un lado, cambiando el suyo con el mío para que no diga que me hizo algo—. Cualquier cosa, usted compra la caja y paga el funeral.

—Tampoco es que me guste mucho el dulce, Scarlet—emito, dejándolo a un lado.

—¿Y si le hago uno llamado 'la dulzura de Maeve', se lo come?—Giro a verla, lento, quizá no lo suficiente para espantarla, pero sí para que no me toque ese tema—. Se le nota a leguas lo encu...—No dejo de verla, enarcando la ceja para ver si se atreve a continuar—. Perdón.

—Más te vale—suelto, enderezado en el sitio al sentir su mirada sobre mí.




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