Magnífica
Hoy por la mañana, fue como si el día me deseara paz.
Algunos son así de bipolares. Los demás días se ven grisáceos, lúgubres y oscuros, pero recurrentemente aparece el día brillante, el cual te da ganas de comenzar bien tus actividades. Te da perseverancia y sobre todo, esperanza. Fuerza para no rendirse, con esa luz resplandeciente en el cielo, haciendo que tu boca articule un animoso. Qué lindo día, de eso no hay duda.
Ayer por la tarde entrené cómo no lo hacía en mucho tiempo y me aseguré de que mis articulaciones no dolieran para hoy. Un día tan complicado para dar las pruebas de ingreso a las porristas.
Recordé con facilidad la mayoría de las acrobacias que sabía, algunas no las pude ejecutar del todo bien, pero al menos era algo decente.
Ethan se quejó de lo exigente que era conmigo misma, pero siempre he tenido la idea de que si voy a hacer algo, debe ser con la intención de hacerlo a la perfección.
De lo contrario, ¿para qué intentarlo?
Si vas con una disposición negativa y con un conocimiento mínimo, es claro que no lo obtendrás, solo porque no te esforzaste lo suficiente.
Aunque la idea no fue mía desde un inicio, quería intentarlo. Esforzarme al máximo y dejar todo lo que sabía sobre la colchoneta en donde practicaría acrobacias por horas. Unas muy pesadas horas.
Al menos aparecería en el anuario como porrista en el superreinado Maxwell…
Aún no puedo creer que ese idiota tomara el mando, solo con su nombre. Claro está que no obtuvo el puesto de Maclean con inteligencia, o buenas tácticas de juego para la nueva temporada. Ryan Maclean era un excelente capitán y por el momento, también una persona agradable y responsable.
Ayer, a las cinco y media de la tarde, recibí un correo con un extenso análisis de “El Principito” y un breve cuestionario, muy bueno, sobre la obra.
El que Ryan haya hecho todo el trabajo, rompió mis juicios sobre él. Me sentí mal por haberle cancelado, sobre todo por algo tan estúpido como entrenar. Iba a hacer el trabajo de todas maneras, pero sería en la noche y no pensé que Ryan estuviera dispuesto a trabajar a tal horario y mi padre tampoco a que trajera a un chico de la escuela por la noche, para un “trabajo”. Esa razón no la creería ni en un millón de años.
Me miré al espejo antes de entrar a la sala y me dije a mí misma; ten un buen día, será excelente, no te preocupes.
—Adiós pá, ten un buen día —me despedí rápidamente, mientras él tecleaba a toda prisa en su computadora. No obtuve respuesta, estaba demasiado concentrado en lo que hacía. Probablemente, Clara le está dando problemas con los de recursos humanos. ¿Nunca se cansará?
No sé cuáles sean sus razones, por lo cual prefiero no opinar al respecto. Sé que mi padre no es una santa paloma, puede herir mucho si se lo dispone. Así que, en el caso, de que haya recibido una demanda por acoso o violencia laboral psicológica o algo parecido, no me sorprendería. Ambos, Clara y él, pueden ser unos completos imbéciles infantiles y vaya que se empeñan en serlo.
Salí en busca de Francisco para que me llevara a la escuela, pero me detuve al pensar… ¿Por qué no lo hago yo? Tengo licencia y no la utilizo.
En vez de eso, le pedí que me diera las llaves de uno de los autos de mi padre y me fui por mi cuenta.
Sí que era liberador conducir.
Creo que es una de las cosas que puedo agregar a mi lista de favoritos.
Llegué al instituto con miedo. El unirme al equipo ya no parecía una mala idea, sino una horrible idea, mucho más que horrible…
¿Qué quería probar? ¿Qué iba a sacar con esto?
Solamente puedo pensar en lo ridícula que es el motivo por el cual lo hago. Ni siquiera es por gusto, ni siquiera es una de mis ideas.
Yo habría seguido mi vida, ignorándola, pero acepté por… No tengo idea por qué acepté.
Me presioné a mí misma para no caer en la tentación de retirar mi inscripción, si es que se podía.
Por el inicio de temporada y las pruebas de hoy, probablemente muchas de las clases serían suspendidas. El deporte era algo importante en este instituto, de hecho, algunos de los deportistas que se graduaron de esta escuela llegaron a ser grandes destacados en sus áreas. Esto último subía el ego de la institución en un 1000 %.
Al escuchar a la multitud celebrar en los pasillos, me dirigí hacia la parte de atrás del instituto, un sector con césped y árboles para sentarse. Esa área estaba restringida, debido a que se aproximaba una construcción cerca de ahí y no se les permitía a los estudiantes acercarse demasiado, pero era el único sector que sabía que estaría vacío, sin el entusiasmo deportivo desbordando el aire.
Coloqué música en mis audífonos y saqué el informe de “El Principito” para revisarlo otra vez. Había hecho correcciones y claramente había agregado cosas, no porque estuviese mal, sino para tener la conciencia limpia.
De repente, sentí un desagradable olor a cigarrillo, el cual hizo que arrugara mi nariz y volteara rápidamente para descubrir quién había encendido el rollo.
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Editado: 18.12.2023