El Bosque

El Bosque

Preludio

     Mike era un hombre duro. Se había retirado hace poco del ejército, con tantas medallas y condecoraciones que la caja guardada en su desván con dichos galardones pesaba bastante, y que atesoraba con orgullo pues lo había conseguido con años de sacrificio y amor a su patria. Día tras día contemplaba sentado en su sofá sus tesoros con el embalaje en su regazo.

         Tenía una hija, llamada Ada, de tan sólo 5 años, producto de un amor intenso y duradero, y que llegó a su fin hace tan sólo algunos meses, cuando su mujer falleció debido al maldito cáncer, hecho que también produjo el retiro anticipado de aquel hombre, que se vio forzado a dejar su actividad favorita para cuidar a su pequeña.

          Ella se había convertido en lo que llamaba “su más grande acto”, y sin ninguna duda, era lo que más amaba en este mundo. Tras la muerte de su esposa, dedicaba su vida para proteger a su hija.

       Él dormía en una habitación justo frente a la puerta principal del hogar, y no era coincidencia, constantemente se mantenía atento a cualquier amenaza; y su princesa dormía al fondo, en una alcoba con una sola ventana, con rejas de seguridad construida de unos barrotes bastante resistentes, asegurándose que nadie pudiera entrar por aquel lugar.

          Más allá de la ventana a unos 40 metros, cruzando el pequeño sendero de tierra que llevaba al pueblo de Monte Vivo, se alzaba el bosque, imponente e intimidante, con árboles que fácilmente podían alcanzar los 40 o 50 metros, y sus débiles follajes cubrían parte del cielo. Desde casa se escuchaban los grillos y búhos durante la noche, y los pájaros en el día. De vez en cuando salía desde su territorio alguna ardilla o conejo, pero inmediatamente volvían a refugiarse en la seguridad de los árboles.

          Mike era un muy buen cocinero, y su hija le ayudaba mucho preparando las comidas, aunque siempre alejada del fuego. Tomaban todos los días desayuno a las 8 de la mañana, almorzaban a las 1, cenaban a las 6, y la hora de dormir llegaba a las 9 de la noche, regularmente después de algún juego, actividad o alguna película. La ducha, antes de acostarse, nunca faltaba. Los horarios, como buen hombre del ejército, eran muy importantes.

          La vida de padre e hija funcionaba de forma hermosa, tenían sus rutinas, si, pero también Mike ideaba siempre actividades que hicieran que Ada se sintiera entretenida y feliz. Y lo lograba.

          Sin embargo, aquel hombre firme, seguro y confiado nunca sospechó que algún día su vida cambiaría para siempre, y la realidad que conocía, todo lo que lo rodeaba, se desmoronaría a sus pies.

 

Capítulo 1

         Era un día jueves, soleado, pero sin altas temperaturas, y el desayuno preparado por Mike ya reposaba sobre la mesa esperando a la pequeña.

          Él y su esposa criaron de la mejor forma posible a su hija, una niña que, a pesar de su corta edad, sabía estirar su cama (no como lo hacía su padre, pero de forma satisfactoria a ojos de él), cepillarse el cabello, lavarse los dientes y, con algo de ayuda, vestirse. Siempre con sus atuendos de llamativos colores, y el muy típico lazo en su cabello, algo que aprendió de mamá, y que jamás ha sido capaz de dejar de usar (por nostalgia, costumbre, o cualquiera sea el motivo). El lazo de Ada siempre era rojo, el color favorito de su madre.

          Era una hermosa niña, pelo riso hasta los hombros, color castaño, ojos verdes como las hojas de los árboles, tez morena y contextura delgada. Su padre era muy parecido, pero el pelo al usarlo corto, no dejaba ver su verdadera forma. Compartían los mismos tonos de ojos, piel y cabello, pero Mike medía 1,85 metros, y era robusto como un tronco.

          La niña no iba a ningún establecimiento de educación, pues su padre le enseñaba en casa 2 veces a la semana por 3 horas, tiempo suficiente según su criterio para que Ada aprendiera lo necesario y convertirse en una mujer independiente y con capacidades para desarrollarse en el mundo.

          Luego de desayunar y compartir sus sueños, decidieron salir en busca de víveres para el hogar. Dedicaron la mayor parte de la mañana comprando cosas que les hacían falta: arroz, harina, mantequilla, jugo, algo de pollo y verduras en el almacén de doña Rosa, mujer que secretamente amaba a Mike; y pilas en la ferretería cercana. Trataban de comprar todo lo necesario, porque el viaje hasta Monte Vivo demandaba varios minutos en vehículo, en un recorrido bastante movido por el camino de tierra a través de la única ruta que conectaba la casa de Mike con el resto de la civilización.

          Monte Vivo era un pueblo aislado de todo, con una escuela, un pequeño hospital, una estación de policía de reducido personal, una estación de bomberos con un carro mediano que podría ser suficiente para apagar un incendio, pero si éste se extendía, sin lugar a dudas habrían problemas. Tambíen había una bencinera que de vez en cuando recibía la visita de algún vehículo, algunos almacenes, botillerías y negocios que hacían de este lugar un oasis en el desierto. Se encontraba a 100 kilómetros de la ciudad más cercana, y un cuarto del recorrido hasta allí era un camino asfaltado bastante descuidado. Su población no sobrepasaba los 500 habitantes, y en su mayoría eran personas mayores que no salían de sus casas más que para alguna compra ocasional.

          Las atracciones del lugar era el bosque y el lago, ambos ubicado al costado de los terrenos de Mike. El primero consistía en un amasijo de árboles con un follaje bastante escaso y troncos secos, de impresionantes dimensiones, denso en lo que a especies se refiere, pero pobre en belleza. Destaca aún más su tamaño al compararlo con el diminuto pueblo de Monte Vivo. Y al otro lado, en el lado opuesto del sendero y la casa de Mike, se encontraba el Lago. Era una masa celeste bastante más pequeña que el bosque, con aguas frías y serenas, y con orillas aptas para el baño, al menos en su gran parte. La combinación del lago con el bosque, vista desde una cartografía, mostraban una hermosa y desproporcionada combinación de la naturaleza, manifestándose en todo su esplendor. Si eran mirados desde una distancia prudente, se puede ver como se unen la hermosura del lago, con sus aguas celestes y aves sobrevolando su superficie que proyecta a todas horas la luz del sol, rodeada de vegetación y flores de diversos colores; y por otro lado la sequedad de un bosque que por más cerca que se encuentra del riego que pueda proporcionar el lago, no se nutría ni florecía. Se contrastaban a la perfección.



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En el texto hay: misterio, suspenso, padre e hija

Editado: 29.05.2021

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