El viento nos acaricia dulcemente junto el sutil aroma de las flores del campo, aquel anciano nos llama y por lo que veo su rostro no refleja buenas noticias, andamos hacia él con una idea de lo que nos dirá, no quiero escucharlo, pero debo hacerlo, para ese entonces fui muy fuerte, tanto que hasta mi yo de ahora se avergonzaría ante mi yo de niña.
Recuerdo bien que sentía como el mundo se caía en pedazos por todo lo que había pasado, mi hermana muerta, criaturas asesinas persiguiéndonos y ahora uno de mis mejores amigos estaba entre la vida y la muerte, cada paso quedaba por el pasillo de tan pintoresca cabaña sentía la presión del momento me ahogaba, si me ahogaba de tal manera que me era difícil respirar, me detengo por un momento ya que la presión del momento me sofoca, Ronald se detiene a mi lado dándome un poco de consuelo.
-Todo estará bien. –Dice sonriéndome, no sé por qué en ese momento salió una lagrima, y él sin dudarlo la limpia dulcemente, ¿Cómo es posible que él siendo un niño supiera que hacer? Era muy maduro aun para su edad, no dudaba en darme el consuelo que necesitaba, y en ese entonces también lo hizo, recuerdo bien que camine hasta la habitación con él a mi lado, y ver a Marcus tan demacrado me hizo saber que él solo quería despedirse, me acerco a su cama y tomo su mano la cual está muy fría, Ronald se acerca y le acaricia la frente, Marcus despierta y nos sonríe.
-Amigos… no me abandonaron.- Dice Marcus mientras comienza a llorar.
-Jamás lo haríamos, somos tus amigos. - Dice Ronald con una sonrisa triste.
-Estamos contigo Marcus. –Digo con lágrimas saliendo de mis ojos sin parar.
-Estoy feliz de haber tenido amigos tan buenos.- Dice Marcus mirando hacia el techo –Es curioso que… aprecies las cosas cundo estas a punto de morir.- Dice Marcus con un tono de burla y pena. –Recuerdo las veces que me quejaba por la comida de mi madre, o porque mi padre no me daba lo que quería, ahora, veo con mayor claridad el amor con el que mi madre cocinaba y el cariño que mi padre me daba, incluso en este momento daría todo por volver a la escuela y que la maestra me enseñe cosas nuevas, ahora… en este momento, lo quiero más que nunca chicos. –Dice marcos entre llanto.
Sin poder aguantar más partimos en llanto, estando con él sus últimos minutos de vida, y cuando el momento llego, lo que vimos nos sorprendió, Marcus se desintegraba en luces, hermosas luces, hasta convertirse en una brillante llama verde.