El brujo de las ilusiones

Capítulo 2. Pesado pasado.

 

Ante ciertas circunstancias, el estómago se encoge por una fuerte tensión exterior, disminuye su tamaño con el único objeto de hacer que las emociones turbulentas que sacudan a su dueño, tengan un espacio más grande por donde circular, claro, también evita que se vomiten hasta las tripas a causa de una fuerte impresión.

Los dos varones se vieron a la cara cautivados por una sensación sobrenatural. La resequedad alcanzó los labios de Danner, estaba ahí, delante de él, con esos mechones tercos cayendo sobre su frente como una lluvia de estrellas, exudaba esa virilidad tan suya mezclada con ese aspecto de vikingo. Sus ojos azules tan penetrantes como un punzón lo agitaron por dentro, porque pudo ver a través de ellos como hacía años.

Nunca los olvidó, ni lo que le hicieron sentir cada vez los veía.

Era justo como lo recordaba.

¿Cuánto tiempo pasó desde que se vieron por última vez?

Siete años, siete largos años desde que dejaron de verse.

—Oliver.

Decir su nombre lo estremeció, su garganta se resecó y las puntas de sus orejas se calentaron; el hombre alto de hombros anchos lo evaluó con esos ojos suyos, tan mágicos como su dueño.

—Ha pasado un tiempo, su eminencia.

El castaño apretó los párpados.

Oliver sabía bien cuánto odiaba que lo llamasen de ese modo, podía jurar lo estaba haciendo de aposta, solo para apuñalarlo con algo llamado sensación de culpa y sí, quizá la tenía, después de todo, se fue sin decirle adiós, solo dejándole un correo electrónico, ni siquiera una carta a mano.

En su defensa, su letra no era nada bonita.

—Y ahora soy el intercesor Oliver, su eminencia.

Hubo un silencio después de las palabras roncas del más alto.

—¿Viniste hasta aquí solo para decirme esto, Oliver?

Lo llamó por su nombre de pila, negándose a aceptar que entre los dos eran necesarios los títulos. Eran amigos, amigos de infancia, crecieron juntos y se enamoraron juntos; Oliver fue su primer amor y él fue el primer amor de Oliver, asimismo, fue su primer beso.

Oliver significaba mucho para él, pero cuando se fue no pudo mirar atrás, porque siendo Oliver una de las cosas que más le importaba, jamás haría algo que lo hiriese, incluso si eso significaba mantenerse lejos de él.

—En absoluto, su eminencia —los dientes de Danner se apretaron—, su eminencia la señorita Lorah está en camino.

—¿Lorah? —repitió el nombre al que una vez estuvo acostumbrado.

—Sí, la primera concejal Priscila ha enviado a la señorita Lorah a reunirse con usted, viene con un escuadrón limitado de guardianes.

—No entiendo, ¿qué quieren mis hermanas?

Había dejado muy en claro que no quería tener nada que ver con las brujas, su magia o su complicada y estructurada sociedad política, sin embargo, años después aparecían como si todas las cosas que se dijeron no existiesen; él todavía lo recordaba, la ardida discusión que tuvieron después de aquel espinoso suceso.

No olvidaría nunca el miedo en sus miradas y la desconfianza, él no podía hacerlo por más que quisiera regalarse el perdón.

—Su eminencia la señorita Lorah se lo dirá.

Danner rodeó la mirada.

—No pretendo que me trates como siempre, Oliver, sé que ya no tengo ese derecho, pero si me llamas su eminencia de nuevo, te patearé en las pelotas.

El rubio no cambió su seria expresión facial en los primeros segundos, sin embargo, pronto encumbró una esquina de su boca.

—Antes no te gustaba solo patearlas, si mal no recuerdo.

Las vistas del castaño se abrieron, tuvo deseos de toser, pero los desechó. Sí, Oliver había sido todas las primeras veces que él podía tener, incluso fue la primera persona con la que comió helado.

A una parte de Danner, le encantó que Oliver lo tutease.

—Muy conveniente de tu parte apelar al pasado, ¿verdad?

La conversación se cortó cuando dos camionetas blindadas atravesaron los límites de la propiedad, los embrujos de Danner reaccionaron, pero él no los activó, viendo el logo con la letra A rodeada de una zarza en cada puerta, sabía bien de quién se trataba.

Los vehículos se detuvieron y varias personas salieron, reconoció a tres de ellos, eran la guardia personal de Lorah. La bruja salió del auto de atrás, vistiendo una falda de tubo con un ligero zurcido en la zona baja, un saco de oficinista y una sus distintivas gafas de marco grueso.

Nada menos que esperar de la jefa de relaciones publicas de la familia Armstrong.

Lorah caminó hacia él con su cabello prolijamente peinado, se quedó mirando a Oliver, quien dio un paso hacia un lado, permitiéndole el acceso.

—Danner.

—Lorah.

La fría tensión en el aire fue palpable, él todavía estaba resentido con ellas y Lorah, bueno, era cautelosa con él.



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En el texto hay: demonios, magia, brujo

Editado: 12.08.2023

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