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Ser bufón real era un puesto que brindaba honor, posición y lujos, sobre todo joyas. Biel tenía una colección de joyas para colgar en sus trajes que prefería dejar guardados en un cajón, ya que detestaba llevar algo tan valioso en la ropa. Por otra parte, lo que no podía quitar eran los cascabeles, montones de cascabeles que resonaban y causaban romper el silencio cada que caminaba.
Por eso es que no tenía idea de que tipo de traje le regalaría ahora, Eider siempre tenía ideas muy extrañas sobre el vestuario, en sus trajes especialmente exageraba, mientras él como Rey usaba siempre el mismo diseño.
¿Pensaba que era un muñeco al que podía vestir a su gusto? Si, en parte porque no podía negarse, pero cada vez eran más extraños.
— Céntrate.
No recordaba ya cuántas veces le había dicho aquello, nuevamente estaban practicando para el baile real, pero a diferencia de otros días Eider parecía de mal humor, de muy mal humor si podía adivinar, pero no tenía ni idea en qué.
Los preparativos para la guerra se hacían más, el aumento de la guardia, los invitados honorables que llegaban a palacio a diario, todo se volvía un caos y el único que podía mantener cierto control era el rey. Pero parecía cansado y sobre todo harto. Biel esperaba que la guerra no sucediera, pero exactamente de eso trataban los libros que leía ¿No? Estaba acostumbrado a las masacres de su rey, pero no quería ni pensar como sería en una guerra.
El baile terminó con ambos en sus propios pensamientos, el rubio se inclinó formalmente y los guardias que siempre acompañaban al rey se unían a ellos para escoltar a su majestad.
— Biel.
Su voz resonó por la sala de ensayos, estando ya en la entrada el bicolor ni siquiera volvió a verlo.
— No importa que creas, el traje que está en tu habitación es el que usarás el día del baile, no toleraré objeciones.
Aunque no pudo verle el rostro, sintió un escalofrío por el tono en que lo dijo, recordando a cuando lo reprendió durante el caso de Iñaki , a veces... Recordaba que no era su lugar ser su amigo, sino su herramienta.
Iñaki le esperaba fuera del salón, y le escoltó en silencio hasta su habitación para que viera inmediatamente el traje seleccionado. Al entrar a su propio cuarto privado lo primero que vio fue a Kanu atado a una silla.
— ¿Pero qué?
— Supongo piensan que a las mascotas nos gusta lo brillante.
El humano pareció no importarle aquello, pero Biel se sintió ofendido de que le hubieran hecho eso ¿Tan caro era el nuevo vestuario para qué lo tratarán así? Antes que nada, desató a su humano y finalmente se dirigió a la caja blanca decorada como regalo.
La abrió sin interés, pero eso cambió por completo al ver el traje.
— Por dios, se volvió loco.
Otro traje blanco, pero a este le habían robado tela ¿Y la otra parte del pantalón? Eso era la mitad, quizás ni le llegaba a las rodillas. Y la tela restante quizás estaba en las mangas largas negras ¿Eran tan necesarias de manera tan exagerada? Quizás le llegarían a los dedos. No tenía tanto problema con la malla en la parte superior del pecho aunque se le hacía raro, ni con lo simple que resultaba el torso blanco.
Pero creía que era demasiado que trajera tantas joyas, cascabeles que caían por los cortes de la tela hechos de oro, un precioso diamante en la parte central del pecho, y colgando en cadenas por toda la cadera se sortean rubíes, esmeraldas y zafiros de diferentes tamaños y colores.
Y el tamaño era lo importante ¡Parecían pequeños bloques esparcidos por todo el traje!
¿Eider había perdido la cabeza? Era un baile formal ¿No? ¿Cómo quería que llevara esa aberración de la moda como su acompañante?
— Considero que llevas todo el dinero para salvar una ciudad puesto allí — Kanu observó algo incómodo tanta decoración ¿Desde cuándo los bufones reales recibían esos uniformes? Sonaba como un trabajo bien remunerado.
— Calla, ha perdido la cabeza ¿Cómo usaré eso?
Mientras ellos dos hablaban entre broma y verdad sobre el costoso traje, Iñaki se animó a acercarse hasta tocarlo. Todo era de excelente calidad, pero lo que le había llamado la atención es la malla que iba bajo el traje en la zona del pecho.
La escurrió entre sus dedos y tembló, sabía que era eso, observó aterrado a su amigo y cuando el rubio le miró, solo pudo sonreír.
— ¿Iñaki?
— Escuchaste al rey — se aclaró un poco la garganta para recuperarse. — Debes utilizar esto en el día del baile, sin importar que opines, no tienes elección.
— ¿Tu también Dragón ingrato? — Como bufón sabía que era un traje más de lo que merecía, pero no entendía el interés de Eider en ponerle esa ridiculez y que Iñaki repitiera las palabras. El dragón sonrió como si estuviera viendo a su hermano menor hacer un berrinche, se acercó hasta tenerlo enfrente y acariciar sus cabellos gentilmente.
— Algún día Biel, te darás cuenta de lo valioso que eres.
Aquello le dejó una sensación extraña al elfo, pero asintió sin atreverse a seguir quejándose.
Editado: 12.11.2022