El tiempo pasó y el sol nuevamente cayó, mientras tanto, Alan se encontraba de pie sobre el techo de una casa a los límites de su vecindario en espera por el dichoso camión que haría la entrega. Mientras esperaba se decía a sí mismo:
—Bien, todo esto termina esta noche... espero que mis hermanas no estén haciendo ninguna tontería en casa
Haciendo memoria, Alan recordaba como hace tan solo unas horas, se despidió de sus hermanas.
—Oye bro, ya mañana tienes clases ¿verdad? —Decía la mayor de sus hermanas menores
—Sí, las vacaciones se terminaron...
—uy, qué mal — Dijo su otra hermana —hoy toca dormirse temprano
—Sí, sobre eso... lo que pasa es que iré a quedarme en la casa de un amigo y de ahí nos vamos a la preparatoria
—¿Nos vas a dejar solas? — Exclamó la menor
—Y más vale que se porten bien
Volviendo al presente, Alan interrumpió sus recuerdos en cuanto vio el camión de transportes, por la hora tenía que ser ese, pero no confiaría ciegamente. El chico saltó hacia la caja del camión y se dirigió hacia la puerta de desembarque, mientras el camión estaba en marcha, Alan se sostenía con fuerza de los barrotes de la puerta y con fuerza arrancó el candado, de esta forma abrió la puerta y entró donde llevaban la mercancía. Al adentrarse encontró varias cajas de madera que, al abrir, vio que transportaba una cantidad aterradora de armas pesadas, fusiles pesados, granadas, lanzacohetes, de todo iba en ese camión. Ahora Alan tenía dos opciones, se ocultaba entre la mercancía esperando el momento para emboscar... o mantenía su distancia para atacar con toda su fiereza y acabar con todo. Una vez se decidió, tomó una granada y volvió a cerrar las cajas, de esta forma de la misma forma que entró salió del camión y se quedó encima de la caja en espera de que lo llevaran hasta su destino.
Una vez vio que se acercaban a una bodega, el chico saltó lejos hasta un edificio que cruzaba la calle. En el techo de ese edificio decidió esperar. El tiempo pasaba y su paciencia se acababa, mientras esperaba a quien fue el responsable de que la vida de un ser tan querido para él terminara. El tiempo pasaba y mientras tanto, el chico meditaba sus actos hasta ahora, y lo que representaría si acabara con la vida de un criminal de ese calibre, Alan hasta el momento no se había cobrado ninguna vida, aunque actuaba como un villano, él sabía que lo que hacía era para intimidar peligrosos criminales con una máscara que les haría dar la información que necesitara. Sin embargo, una vez se encuentre cara a cara con aquel responsable de semejante masacre, Alan tendría que tomar una difícil decisión, por primera vez tendría que manchar sus manos de sangre. No era algo que hubiera querido, pero no podía dejar que esos actos quedaran impunes, mucha gente sufrió por ello y lo más probable es que mucha más sufrió y más sufrirá si no se hacía algo al respecto. Fue así como con esos pensamientos rondando en su cabeza, se armó de valor para hacer lo que tenía que hacer.
Entre pensamientos y un sándwich que compró para hacer tiempo, Alan se encontraba sentado esperando todavía en el techó de ese lugar oculto entre las sombras, no mucho de eso finalmente vio llegar una serie de autos negros, uno tras otro y se veían muy elegantes y caros. Desde la lejanía Alan observaba como de esos autos baja un grupo grande de hombre trajeados. Todos se acercaron a la caja del camión y al abrirla comenzaron a sacar y ver todas las armas, se las pasaban entre todos mientras que las observaban y las probaban, revisando las miras y haciendo disparos de práctica.
—Bien... — Dijo Alan mientras se ponía de pie en su lugar. —Es momento de hacer un montón de cosas estúpidas y peligrosas que infartarían a mis padres; solo para vengar la muerte de una de mis mejores amigas... considéralo tu regalo de navidad adelantada, Ruth, siempre te gustaron los dramas trágicos
Al terminar de hablar, Alan tomó la granada que antes había robado del camión y se colocó en posición de lanzamiento, con una mano sosteniéndola mientras que con la otra sujetaba el seguro.
—Una vez empiece ya no hay vuelta atrás...
Alan respiró profundo y acto seguido tiró del seguro de la granada, posteriormente la arrojó con una fuerza descomunal en contra de sus objetivos. La granada impactó a gran velocidad dentro de la caja del camión, aterrizando y rebotando llegando hasta el fondo del lugar. Un hombre que se encontraba ahí dentro, escuchó el ruido del metal chocar y rápidamente giró la cabeza solo para encontrarse una granada sin seguro.
La granada explotó y consigo, el camión y todo lo que este transportaba, todas las granadas, armas y munición se vieron se vieron envueltas en una ola de llamas que engulleron todo, los más próximos al camión salieron volando varios metros.
Al otro lado de la calle, Alan se dejó caer hasta el callejón a sus pies, un escuro callejón que lo cubría en sombras, y mientras caminaba lentamente hacia las llamas producto de su ira, desenfundaba de su pantalón las mismas grandes pistolas con las que tuvo su encuentro anterior. Cada paso que daba lo acercaba a cumplir su cometido, la bodega tenia llamas en su interior y los hombres corrían sin saber qué hacer, pensaron que estaban bajo ataque y tomaron las armas que pudieron. Finalmente, Alan se acercó lo suficiente y aquellos hombres lo vieron, una imponente figura encapuchada que sostenía poderosas pistolas en cada mano se acercaba a ellos. cualquiera que intentara apuntar se encontraba con una bala, ya sea en sus piernas, o en sus manos. Fueron tomados por sorpresa y Alan tenía una clara ventaja, todos intentaban hacerle frente a cómo podían, pero nada era suficiente, disparaban y disparaban, Alan solo esquivaba y contraatacaba, intentaban abalanzarse sobre él con porras y cuchillos, pero Alan tenía tiempo más que suficiente para poder contrarrestar toda agresión.
—¡¿Dónde estás halcón?!— Gritaba Alan mientras se enfrentaba a todos los sujetos del lugar.
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Editado: 10.08.2020