Mi cuerpo se siente pesado cuando me levanto, ya debe haber pasado el efecto de la medicina. Siento mis brazos y piernas rígidos, al igual que el pecho. Vaya, ¡cómo duele todo esto!
Hago un intento por levantarme, mientras pienso una y otra vez en el dolor. Coloco mis manos a los lados de la camilla y hago fuerza con ellas. Dejo escapar un pequeño gemido mientras hago todo esto. Me parece un esfuerzo colosal.
Me quiero ir de aquí y al mismo tiempo me quiero quedar. Si me quedo recibiré atención médica y me sentiré mejor, por el contrario, si me voy tendré no que pagar mucho en la cuenta del hospital, pero regresaré enferma a la nada, aunque creo que ya me quedé sin casa. El personal del banco aprovecha cada oportunidad que tiene para intentar quitarme la casa, y como ahora no estoy, es una ocasión perfecta.
Siempre que me despierto hay alguien, no sé cómo sucede. De reojo miro al doctor que se encuentra parado frente a la puerta. Sigo levantándome, y al lograrlo me dice mientras aplaude.
–Felicidades, hace grandes progresos con su movilidad. La enfermera le dijo que le explicaría lo que procedía en su padecimiento. ¿Cierto? –algo no parece tenerlo feliz.
–Sí –contesto sin gana.
–Muy bien –y da inicio a su explicación–. Si todo va bien, te quedarás un aproximado de 2 meses aquí, e irás a terapia en ese tiempo. Esta consiste en ayudar con el movimiento de tu cuerpo y la funcionalidad de este.
–Creo que entiendo a lo que se refiere. Pero ¿cómo?
–Primero volverás a caminar como hacías antes, no digo que ahora no lo puedas hacer, pero lo más probable es que te cueste un poco.
– ¿Y luego?
–Realizaras actividades como pedalear en bicicleta y nadar. Aparte de caminar y más tarde correr. Esto servirá para controlar la tensión arterial y ayudar a que el corazón controle mejor los latidos por minuto. Y nuevamente, si todo sale bien no tendrás que tomar medicación. Pero debes tener cuidado en un futuro –eso sí era bueno, menos gastos.
– ¿Dónde será la rehabilitación? –pregunto.
–Aquí en el hospital –contesta un poco más alegre.
– ¿Y cuando empezamos? –entre más rápido termine todo más rápido me podré ir.
–Cuando usted se sienta lista para empezar.
La verdad es que me siento lista, pero si no tuviera la medicina lo más probable es que me muriera del dolor. Aunque me siento bien y quiero salir de la cama así que dije.
–Entonces, empecemos ahora.
– ¿Segura?
–Sí –el doctor es muy necio.
El hombre salió de la sala, me quede sola hasta que regresó con la enfermera y con una silla que ruedas. Con la poca fuerza de mis brazos me levanté de la cama y con la ayuda de los dos me senté en la silla.
Me dirigieron a una gran sala donde hay varios enfermos, algunos sin una pierna o con muletas. La sala es blanca al igual que todo, tiene barandas y espejos en las paredes. En otra zona más lejos hay una piscina con más barandas y un cuarto para cambiarse. Lo que más me llama la atención es un pequeño espacio donde no hay nada excepto unas sillas y un cartel que dice: “tratamiento psicológico”.
Me colocaron frente a unas barandas pegadas al suelo y me ayudaron a levantarme, yo me agarré de ellas y me puse de pie. Recuerdo la sensación de estar en pie, pero me siento frágil, como si el hecho de caer hiciera que me quebrara.
El doctor se fue, pero la enfermera se puso a mi lado, me dijo que caminara lentamente así que le hice caso y conforme ando me siento mejor.