Vivimos conectados a una realidad diferente, vivimos una vida que no es nuestra por imaginar cosas que no son, cosas que no están ahí, o solamente vivimos por el simple hecho de seguir los estereotipos, las creencias, las nuevas innovaciones. No lo sé, no tengo la respuesta, me gustaría encontrarla. He pasado la última hora sentado intentando concentrarme y trabajar, y lo único que consigo es hacerme una pregunta tras otra, no puedo con tanto ruido, siento que ya no puedo con nada.
Día tras día eso era lo que ocurría en la cabeza de Josué, un hombre de veinti tantos años que vivía en pleno centro de Montevideo, suele usar el pelo corto, una barba incipiente que se empeña en mantener y un ánimo continuo, casi interminable por hacer sentir bien a las personas en todo momento. Pero no era lo que quería para él, vivir así, terminar de esa manera, o comenzar, no lo tenía claro.
Lo perturbaba todo a su alrededor, tiene un don especial, o al menos así lo cree, poder escuchar como todo a su alrededor lo influye, desde el ruido del tránsito hasta los audios que escucha que la gente manda a través de sus dispositivos móviles. ¿Solo él era capaz de ver cuán inmersa estaba la sociedad? Lo tenía cansado toda la situación.
Era un día de primavera como cualquier otro, Josué se dirigía a su trabajo y llegaba tarde. Al bajar del bus y correr por la vereda se choca accidentalmente con un hombre, cruzan miradas y se piden disculpas, bastó para notar que el hombre con el que se topó vestía raro y tenía una cicatriz en la cara.
El día pasó volando y Josué volvió a su casa como de costumbre, un apartamento humilde en el barrio Aguada. Sentado en el living de su casa, se acordó del hombre con el que se había topado en la mañana, le había llamado la atención su vestimenta. Al día siguiente, nota que se vuelve a cruzar con el hombre, quién vestía de igual manera, pero esta vez, el hombre no noto a Josué. ¿Quién era aquel hombre?, ya había captado la curiosidad de Josué, una pregunta más a la lista que estaba dispuesto a responder, ya que bastaba con preguntar. Decidió preguntarle al día siguiente, pero no lo volvió a ver.
Pasaron los días, meses, y no aguantó más la agonía de la ciudad, Josué tenía que buscar un nuevo rumbo, olvidar todo y tal vez empezar de nuevo, salía de su trabajo cuando había tomado la decisión. Josué dejó la ciudad, se fue lejos, donde nadie pudiera encontrarlo, donde pudiera volver a comenzar, sentirse seguro, lejos de los ruidos que aparentemente, solo él era capaz de escuchar. Concentrado en sus propios pensamientos, se subió al bus que lo llevaba a su casa, jamás noto que era observado por aquella persona de rara vestimenta, lo había seguido en todos sus movimientos, durante todo este tiempo.
—No sabe nada señor, no tiene idea de a lo que se enfrenta o el por qué de su don, creo que ni sabe que es un don.
—Muy bien Christopher, buen trabajo.
No estaba seguro de a dónde ir, solo que debía alejarse de todo, al menos por un tiempo. Guardo sus cosas y se recostó en su cama y se durmió. Al despertarse se vio vestido diferente, un tanto arcaico para su gusto, levanto la mirada y notó que no se encontraba en su casa, sus pertenencias tampoco estaban, el lugar donde estaba era bastante precario, el piso era de tierra, hacia un poco de frio y no sentía ruido alguno, solo sus pensamientos. Se levantó y se acercó a una puerta de madera, al abrirla lo primero que vio fueron cabañas, animales y a lo lejos un bosque. Claramente no se encontraba cerca de casa. Josué se fue, abandonó la ciudad. Finalmente había abandonado la ciudad, pero no de la manera que planeaba, era el momento para volver a comenzar pero, ¿Dónde se encontraba? Un nuevo comienzo fue lo que pensó. Al menos eso creía. Su camino había comenzado, un camino lleno de nuevas experiencias en un lugar totalmente desconocido para él. Lo que no sabía es que su destino era llegar a ese lugar y convertirse en el nuevo líder del pueblo libre.