El capricho de Cupido

004 l Cupido conoce a mi familia

Viernes, 18 de enero

El clima estaba tórrido, el sol destellando y emanando unas olas ardientes, por lo que Keylin se apresuró a entrar a la recepción de su edificio. Mad estaba atendiendo a unos vecinos, por lo que la morocha se encaminó hacia el elevador sin gesticular una palabra, soltó un profundo suspiro mientras limpiaba algunas gotas deslizarse por su frente con la palma de su mano. Maldijo en voz baja y espero a que las puertas se abrieran en su piso, estar en el trabajo con esa temperatura la había puesto de muy mal humor.

Por eso regresaba temprano el viernes, además, el día anterior trabajó extra para poder irse antes hoy, porque sus padres le marcaron en la tarde de ayer, acusándola de ser una hija que no le importaba su familia, debido a que llevaba varios días en Australia y no se había reportado con ellos.

Abrió la puerta de su apartamento y lo primero que escuchó fue que alguien jaló la cadena del retrete, la puerta crujió y salió Cupido, desplegando sus alas mientras jadeaba un poco para liberar la tensión de sus alas.

—Ese cuarto que consideras baño, es muy pequeño —informó con un tono de voz burlesco.

—Perdón, por no ser tan grande. Odio este calor, siento que me estoy muriendo, ¡estoy toda pegajosa! —respondió, ignorando por completo el hecho del cuarto.

—¿Y qué haces en un día caluroso? —preguntó Cupido, agitando sus alas para crear una pequeña ventisca de aire caliente en su dirección.

—Tengo planes, Cupido. Voy a ir con mi familia. —Forzó una sonrisa—, tengo que estar allá en una hora y media, vine a tomarme una ducha refrescante, arreglar los regalos del viaje e ir.

—Ay, tu familia, me gustaría ir, ¿puedo? No vas a dejar al gran Dios del amor solo en tu departamento, ¿verdad? —suplicó, haciendo sus ojos más grandes y su labio inferior tembló con ligereza para causar ternura.

—No tienes cosas que hacer, de Cupido, como ir emparejando a las personas o yo que sé, esas tareas que tú sabes que te corresponden. — respondió sin interés, agitando la mano para que le brinde un poco de espacio.

Arrugó la nariz, un poco confundida, no entendía porque quería ir a conocer a su familia.

No esperó a que Cupido respondiera para que ella fuera a la habitación donde había dejado las maletas que envió de sus viajes. En ese lugar había un sillón chocolate con cajas encima. Pues ese cuarto lo utilizaba como bodega que ni se acordaba del sillón que se hacía cama. Lo había comprado para su sobrina cuando la visitaba, pero siempre dormía con ella en la alcoba principal.

Recordó que Cupido se había colado en su cama la primera noche, lo cual fue una imprudencia, porque se sentía demasiado incómoda e invadida en su propio espacio personal. Así que, si acomodaba las cajas, y limpiaba un poco, ese podría ser el cuarto de Cupido mientras ella se encontraba a el amor de su vida.

—¡Cupido! —gritó a todo pulmón y en cuestión de segundos él apareció en la entrada, recargando su anatomía en el marco de la puerta—. Esta va a ser tu habitación, te puedo dar una escoba para que limpies y te sientas cómodo. Si quieres apila las cajas en la esquina, va a estar todo en perfecta sincronía. 

Cupido movió la cabeza ligeramente de lado a lado con una media sonrisa.

—Yo no necesito limpiar esto, es muy amable de tu parte ofrecerme un espacio en tu departamento y lo aceptaré, pero déjame ir con tu familia ¿o es que te avergüenzo o algo? —murmuró frunciendo sus labios.

—No me avergüenzas, pero no entiendo esa necesidad tuya de conocer a mi familia. No importa, no tienes por qué conocerla, y arreglara esto —respondió con las maletas abiertas mientras separaba todo, ya que también llevaba regalos para sus amigos.

Cupido bufó, iba a ir con o sin invitación, estuvo medio aburrido en la mañana cuando ella se fue a trabajar y lo dejó solo, aunque en realidad aprovechó ese tiempo para matar la curiosidad y husmear un poco entre sus cosas, pero pues no había nada interesante, solo una vida aburrida de una mujer trabajadora.

Chasqueó sus dedos y el lugar estaba impecable, las cajas estaban en la esquina como ella lo había mencionado, y el sillón tenía apariencia de cama, encima de ello había un edredón azul celeste. Keylin no sabía de donde lo había sacado, y se había olvidado de su magia, ¿qué más podría hacer con su magia? No quería ni imaginarse nada.

—Por supuesto que lo ibas a resolver con magia —respondió con ironía mientras arrastraba la maleta que preparó hacia afuera—. Me bañaré, si quieres..., no sé qué puedas hacer tú.

Antes de que Cupido respondiera, ella se metió al baño donde se desprendió de su ropa viscosa por el sudor para ponerla en el cesto de ropa sucia. Se metió con el agua helada y sonrió con satisfacción. Al terminar se cubrió con su bata gris y una toalla en el pelo. Al salir, Cupido estaba en la sala viendo la televisión, no mencionó ni una palabra y se dirigió a su habitación donde se puso unos jeans con una blusa de holgado azul marino y unas sandalias, dejó su corta melena oscura suelta y la adornó con un pasador dorado. 

Al salir, Cupido ya no se encontraba en el sofá, sino a lado de la maleta con una sonrisa cómplice. Ella rodó los ojos, divertida. No entendía como Cupido parecía un niño pequeño berrinchudo a sus siglos de años de existencia.

—Está bien, nada más que no suelo llevar a hombres a mi casa, así que eres Mishka, un amigo que conocí en el viaje, ¿de acuerdo? 

Cupido asintió con la cabeza mientras se le dibujaba una gran sonrisa de oreja a oreja, pues había conseguido lo que deseaba. Por lo que arrastró la maleta afuera del departamento mientras su compañera tomaba las llaves de su automóvil con la bolsa. 

En la recepción se encontraba Mad mirando su celular mientras masticaba chicle, pero dejó de hacerlo cuando vio al hombre tan atractivo que acompañaba a Keylin, sin el afán de insultar, Keylin se veía tan ordinaria a comparación de lo que ella creía que era su novio, ¿cómo le había hecho ella para conseguirse un novio como él?




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