Sábado, 19 de enero
Un tedioso suspiro se escapó de los labios de Keylin cuando cerró la puerta detrás de ella, había sido un cansado día en la oficina, pues con ayuda de su equipo de mercadotecnia, habían decidido lanzar una campaña amigable con el medio ambiente que a largo plazo se esperaban resultados beneficiosos para la editorial, también tenían el objetivo de crean una consciencia en las personas.
—Estoy cansada —murmuró ella luego de haberse quitado los tacones en la entrada.
—Sí, yo también —respondió Cupido, sentado desde el cómodo sofá, donde Keylin anhelaba despilfarrase ahí.
—Que cansado es tu tarea, estar ahí... —dijo con evidente ironía.
Keylin arrastró sus pies hasta dejar caer todo su peso a un lado de Cupido quien estaba demasiado entretenido viendo una película romántica en la televisión. Ella examinó a su compañero y alzó la ceja con diversión, pues parecía que él estaba a punto de llorar por la trama, le prestó atención unos segundos para identificar cual era esa película.
—Al final, ella no recuerda nada antes del accidente de coche, pero una amiga se acerca a ella y lamenta todo por haberse acostado con el padre de la chica, por eso ella huyó la primera vez, y...
No logró culminar su spoiler, porque una almohada que impactó en su rostro la dejó sin palabras. Ella lo observó y lo notó con los brazos cruzados en su pecho junto con una expresión bastante seria, parecía que quería estrangularla hasta dejarla sin vida.
—¡Oye! ¿Qué es lo que te pasa?, ¿por qué me has lanzado una almohada a la cara? —Tomó la almohada en sus manos para que ya no se lo volviera a aventar, mordió su labio inferior, fingiendo que no sabía la razón de su ataque brutal e inesperado.
—¿Y todavía lo preguntas? ¡Por favor, no te hagas la mustia! ¡Yo no quería saber el final cuando él intenta enamorarla otra vez! —gritó con coraje, pues su rostro se había teñido ligeramente con un tono carmín.
La observó, ella sintió que le estaban atravesando dagas filosas en todo el cuerpo. La nariz tan respingada de Cupido se arrugó y negó con la cabeza, parecía que estaba al borde de las lágrimas.
—Esto es inaudito, no te voy a hablar —afirmó el pelirroso, regresando su mirada al televisor y fingiendo que su compañía no existía.
No se debía de enojar, porque después le saldrían arrugas en su perfecto rostro o al menos eso era lo que afirmaba su madre. Pero aun así sentía ese coraje interior de que alguien le había arruinado la que podría haber sido su película favorita.
—Cupido, Cupido —repitió Keylin en un susurro luego de unos minutos en los que su huésped seguía sin dirigirle la mirada, ella juraba jamás ver a la deidad del amor tan fúrico, ¿por qué estaba así si se supone que lo único que él debía conocer era el amor y no otro sentimiento? —. Cupido, por favor.
Si alguna vez contase su alocada e increíble historia, ¿alguien le creería que logró enfadar a el Dios del amor?
—No deberías enojarte, mira, existen millones de películas románticas y yo puedo recomendarte muchas, muchas más que te gustarán más, y esta vez, prometo no arruinarte el final de las películas que yo vaya a recomendarte.
Esa sugerencia era muy atractiva para Cupido, relajó sus brazos que aún se mantenían en su pecho y la miró de reojo, ella le prestaba atención, parecía que lo estaba analizando, así que una sonrisa se escapó de sus delgados labios, pero del lado que ella no lo vería. Le gustaba tenerla suplicando, esperaría un poco más para ver que más le podría ofrecer.
Después de todo, el Dios del amor podría ser suficientemente gandalla.
—También te puedo hacer palomitas de mantequilla y un refresco, aunque yo la verdad no soy fan, pero podemos hacer aguas de sabores naturales como de sandía, limón, naranja o cualquier otra fruta —complementó ella resignada a que no iba a aceptar su oferta anterior.
Espero unos segundos, pero parecía que Cupido no iba a dar su brazo a torcer, no obstante, Keylin se estaba quedando sin ideas, ¿qué podría ofrecerle ella que él no tuviera? Belleza la tiene, ni modo que ofrecerle maquillaje.
—No puedo creer que seas más berrinchudo que mi sobrina —bufó después de concluir que lo único que ella podría ofrecerle era comida y una tarde de películas— ¡Es más, ella ni siquiera los hace!
Cupido aún mantenía su silencio, fingiendo que seguía prestando atención a la película.
—Bien, me voy a ir y cuando estés más tranquilo y me perdones por decir algo que quizás no debí de decir, hablamos ¿o sabes qué? Yo también puedo ser caprichosa y negarme a hablarte, a ver quién te alimenta o te da otras opciones de película te ofrece.
Keylin estaba a punto de levantarse del sillón, pero la gran mano del Dios la sujetó de la muñeca, deteniéndola. Ella vio hacia el agarre una milésima de segundo, después miró a Cupido, a ver qué era lo que tenía que decir.
—¿Si me vas a hacer las palomitas? —Mordió el interior de su mejilla—. En serio se me antojaron unas, vi en otra película que las necesitas para ver las películas, ¡me sentía incompleto! —Sollozó colocando su mano izquierda sobre su frente, sobreactuando sus sentimientos.
Keylin suspiró con cierto alivio para negar con la cabeza divertida, señaló con sus ojos marrones el agarre y esa fue la señal que él necesitó para soltarla. Keylin caminó hasta su cocina para buscar una bolsa de palomitas en la alacena. De hecho, ella también creía que para poder disfrutar mejor de una película necesitas ingerir palomitas o cualquier otro alimento. Tomó una bolsa de las palomitas de mantequilla para ponerlas en el microondas.
Keylin revisaba su celular escuchando los maíces tronarse cerca, entró a la tienda para descargar aplicaciones en busca de un juego que pudiera entretenerla un poco antes de dormir. Cupido quien se encontraba un poco lejos del suelo, no dejaba de observar lo que su chica estaba haciendo, pero un icono lo distrajo.