El capricho de Daniel

DOS

Mi cuerpo entero empieza a temblar ante el tono de molestia de Rowen.

—Em...yo, bueno, me dijiste que me largara —me excuso.

—¿Qué es esto que has dejado aquí? —No iba a dejarme ir tan fácilmente. Rayos.

Respiro profundo y me doy la vuelta para enfrentarlo. Daniel, es ahora o nunca, por suerte solo se puede morir una vez.

—Son chocolates para ti.

—¿Para mí? —se levanta y me mira con el ceño fruncido para después abrir la caja de dulces. La tapa esta tan dura, que al intentar sacarla, los chocolates ahora ya derretidos le empapan la playera y parte de la cara—. ¿Qué demonios es esto? ¿Acaso buscabas mancharme, enano?

Su grito iracundo me hace temblar aún más y al ver que se dirige hacia mí, intento huir antes de que me agarre, pero como sus piernas son malditamente largas, me alcanza en dos pasos y me voltea, agarrándome del cuello de la ropa hasta levantarme del suelo.

—¡Lo siento, esa no fue mi intención! Te juro que estaban en buen estado cuando los compré.

—¡Mentiroso! Me las vas a pagar —su palma libre se cierra en un puño y me preparo para recibir el golpe. Pero utilizo mi última carta.

—¡Eran para decirte que me gustas! —grito antes de ser golpeado, después de unos segundos de tener los ojos cerrados, los abro y veo la cara de incredulidad de Rowen.

—¿De qué demonios estás hablando?

Ya no hay vuelta atrás, es al todo o nada.

—Tú me gustas —trago saliva mientras muero de la vergüenza aquí mismo. No pensé que sería tan embarazoso confesarme, incluso si es falso.

—¿Estás mal de tu cabeza? —pregunta levantando una de sus cejas mientras me analiza de arriba a abajo con sus intrigantes ojos grises como si eso le pudiera dar una respuesta. 

—Por favor, no me hagas daño.

Miro la cara de Rowen para saber si había o no esperanzas, sus rostro es tan atractivo que no puedo evitar quedarme absorto aprovechando que lo tengo tan cerca de mí. Él, en cambio, está entre aturdido y confundido.

—He recibido confesiones antes, pero ninguna tan mala. Ni siquiera sé tu estúpido nombre y me vienes con esto.

Mi alma cae a mis pies, ¿qué se supone que significa eso? Solo espero salir vivo de aquí.

—Mi nombre es Daniel Beltrán, estoy en segundo y te pido que por favor no me hagas nada.

Eso debe bastar como tarjeta de presentación.

—¿Se supone que te gusto aún si crees que voy a golpearte? ¿Acaso te va el masoquismo o algo así, enano?

—Bueno, he visto vídeos, pero en realidad no creo que sea mi estilo.

—Eres irritante.

Rowen por fin suelta el agarre y me tambaleo en el piso para recuperar el equilibrio, ya cuando reúno las fuerzas necesarias para hablar, planeo mi huida.

—Entonces, te veo más tarde. Adiós.

—Espera.

Me quedo estático con una de mis piernas apunto de dar el siguiente paso, ¿en verdad me está pidiendo que me quede? ¿Aceptará mis —falsos—sentimientos?

—Lleva la caja de chocolates a la basura, y de paso, no te me vuelvas a acercar.

Mis hombros se hunden y a regañadientes, tomo la empapada caja con los derretidos dulces y trato de no pensar en la mentira que le dije a mi padre para que me diera el dinero y así comprarlos. Al salir, me pregunto si ese chico piensa o no entrar a clases ya que todo indica que no piensa salir del lugar.

Ya en el corredor del instituto, y después de haber tirado, con dolor en el corazón, los costosos chocolates pues estos ya eran incomibles por su estado deteriorado; Greg me sorprende por detrás con un abrazo.

—¿Dónde te metiste? No te vi en el almuerzo.

—No me creerías si te lo dijera.

—¿Siquiera has comido algo? No creo que puedas aguantar tantas horas sin nada en el estómago —Es verdad, había olvidado completamente almorzar y en cinco minutos entrará el profesor al salón, no puede ser, ahora no podré ni concentrarme debido al hambre—. Por suerte soy el mejor de los mejores amigos y te compré un sándwich.

—¡Oh, Greg, te amo! —digo mientras le devuelvo el abrazo a mi amigo de manera efusiva.

Una risa burlona proveniente de unos metros, me congela en el lugar y cuando volteo a mi posición anterior, veo como Rowen mira hacia nosotros con una de las cejas levantadas. Trajo saliva y mi amigo se pone en alerta ante la presencia del otro, en cambio este, no dice nada más y vuelve a su camino. Pensé que se quedaría en aquel lugar tétrico, pero me equivoqué. Debió haber estado atrás de nosotros y no lo vi, ahora pensará que lo que le dije era mentira. Me golpeo la frente mentalmente y me digo que se lo explicaré más tarde. No quiero que piense que lo que le dije era mentira, aunque en realidad lo era. Tal vez ni le importe. Es inútil tratar de entender los pensamientos de alguien como Rowen.

—Ya cómetelo antes de entrar al salón —me dice Greg cuando la presencia de Rowen desaparece.

Sin que le diga nada más, me devoro el sándwich mientras me doy cuenta de lo hambriento que ya estaba.



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En el texto hay: comedia romatica juvenil, novelagay, pareja lgbt

Editado: 15.11.2019

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