El carretón de los perros contentos.

El único sobreviviente.

 

- ¿No vas a ir por el perro, hijo?

Le pregunta su mamá al otro día, apenas cuando eran las 9 de la mañana.

  - ¿Eh, que hora es? –dice Billy apenas abriendo un ojo para mirar la hora. - ¿Ya es lunes?

  - ¡Apenas es domingo! –Contesta doña Gloria.

  - ¿Todavía es Domingo? ¡No manches jefa! Si apenas me dormí como a las 6 de la mañana; ¡Déjame dormir otro ratito!

  - ¡Ay tú, como me dijiste que te despertara temprano para ir por el perro!

  - ¡Pues sí, pero hasta el lunes! –dice Billy dándose la vuelta.

- ¡Me avisas cuando tengas hambre! –dice doña Gloria, cerrando la cortina y bajando la escalera.

Erly despertó como a las 12 del mediodía de ese Domingo, también se había desvelado recuperando a sus perros asesinados, utilizando su tecnología médica, hasta que uno por uno, con excepción de 3 de ellos, que al parecer habían sido rematados con el tiro de gracia, se levantaron contentos y completamente sanos, algo adoloridos y tambaleantes por la rápida regeneración de sus tejidos y sistemas vitales que habían sido dañados, y apenas mediando unas palabras a través de video llamadas con sus interventores en las pantallas empotradas en las paredes de las distintas habitaciones de su casa, se metió al baño para preparar la tina.

Y salió hacia la cocina a prepararse algo para desayunar, caminaba completamente desnuda en la intimidad de su casa, mostrándole a nadie un cuerpo de hembra felina que rayaba en la hermosa perfección, de más de 180 centímetros de altura, sin preocuparse por vestirse o arreglarse, se sentó en lo que podía decirse que era un tablero de controles, traía prisa por ver la ruta que había seguido el taxista de la unidad 042 de la base Reynosa, y revisando los videos de monitoreo de los 3 drones que lo habían seguido, despachó a otro dron de defensa escribiendo los comandos en su ordenador para hacer regresar a los otros 3 que ya habían escaneado toda su casa, mostrando escenas de doña Gloria, que sin darse cuenta de que estaba siendo grabada por drones de otro planeta, había salido a barrer el garaje y la calle.

Erly sentía fascinación por aquel extraño personaje, y más sintió cuando miró a la vieja calesa del caballero estacionada enfrente del taxi, ella, coleccionista de antiguos artefactos tecnológicos, sintió curiosidad al ver a aquel vehículo construido con partes de otros vehículos, estuvo durante horas mirando los videos y recapturando imágenes de satélite, para ubicar la ruta del vehículo sospechoso que aparecía en las imágenes, trazó su ruta seguida, los horarios, y llegó a la conclusión de que dos humanos masculinos que tripulaban aquel vehículo de color oscuro, durante la madrugada de ese domingo, habían perpetuado la masacre canina, grabó sus firmas corporales que eran como huellas digitales en su tecnología, para dejar trabajando sus rastreadores.

Billy había apagado su celular al darse cuenta que estaba recibiendo llamadas de Gina López, con la cual ya había iniciado, decepcionado, el protocolo de mandarla a volar, miró la hora y marcaba las 4 de la tarde, por fin se estiró y al ver hacia la puerta abierta que daba a la terraza de su casa, le pareció ver algo que se movió en cuanto volteó hacia ella, extrañado trató de enfocar mejor con el único ojo que tenía abierto, y al no descubrir nada, estirando la mano la alcanzó para cerrarla.

Erly que en ese momento estaba mirándolo dormir, se sonrió divertida al verlo despertar, e hizo un gracioso mohín de disgusto al verlo cerrarla, ya que no pudo seguir espiándolo, ni a través de las ventanas, que tenían gruesas cortinas que no dejaban pasar la luz, y, además, eran muy pequeñas.

  - ¡Ahora sí chamacón! –le dice su madre cuando lo miró bajar las escaleras. –Me vas a contar bien el chisme, pero primero le hablas a tu amigo Carlos para preguntarle cómo está el perrito.

Y así, aunque trató de contarle con detalles lo sucedido, omitiendo algunos, claro, detalles como el de que se había ido con Gina al hotel, cambiándolo por una película en el cine, lo de las drogas en la fiesta, y disminuyendo la cantidad de perros que había encontrado muertos, hasta su odisea en las curaciones del único sobreviviente de la masacre canina, como buen hijo que no deseaba mortificar a su madre enferma.

  - ¿Cómo estamos de medicinas? –pregunta Billy, entre los temas de la plática.

  -Todavía tengo, hijo.

  -A ver, enséñame la caja.

Dice Billy levantándose de la mesa, y al ver que las medicinas eran algo escasas, marcó el día en el calendario y sacando todo lo que le quedaba en la cartera, se lo dio a su mamá, quedándose apenas con una cantidad menor.

  - ¡Diablos! Eso de tener novia joven y bonita, no es negocio.

Pensó Billy al ver que esa semana había gastado mucho en sus salidas con la chica, dinero que le podía hacer falta para las sesiones de diálisis, medicinas y curaciones que su madre necesitaba.

Erly seguía espiándolo, ahora a través de la ventana de la cocina, estaba empezando a sentir fascinación por aquel humano sin darse cuenta y necesitaba saber todo de él, con quien vivía, si era casado, si tenía hijos, etc., en fin, todo lo que una mujer enamorada, o, mejor dicho, una felina del planeta Quill, enamorada, necesitaba averiguar sobre su próxima víctima, ya que, según las costumbres de su civilización, las felinas elegían a los felinos.




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