CAPITULO III
LO QUE LE SIGUE A LA A
La semana fue una secuencia de diferentes intentos uno mejor que el otro… en ejecución porque en resultados eran uno peor que el otro.
El día martes intente cocinando una delicia. No es por presumir pero soy una de las mejores en la cocina y como dicen por ahí no hay mejor forma que conquistar a un hombre que por el estómago. Bueno quién dijo eso no conocía a Benjamín, aún recuerdo la tensa conversación cuando le entregué la comida que había preparado.
-No era necesario que te molestarás.
-Si no fue ninguna molestia.
-Bueno de todas maneras hubiera preferido que no lo hicieras. Solo encontré tu llave.- respondió aún sin tomar el recipiente con comida de mis manos.
-Si me conocieras sabrías cuán importante eran esas llaves para mí. Como ya te dije ese día, suelo perder mis llaves y yo…
-Está bien aceptaré esto, gracias- dijo tomando el paquete de mis manos e interrumpiendo mi monólogo. Otra vez se veía molesto. Lo cual ya era usual, es más lo había visto más veces molesto de lo que lo había visto alegre. Siendo honesta no lo había visto sonreír ni una sola vez.
-Si quieres, podríamos comer juntos. Si me esperas un momento podría entrar y traer mi almuerzo- Ambos estábamos parados frente a la librería, esta vez lo había abordado ni bien bajo de su auto frente a la librería, en vez de seguirlo. Era más que obvio el porqué. Aun así las cosas parecían no estar funcionando mejor que el día anterior.
-No creo que eso sea posible, voy un poco apurado- y sin dejar lugar a una respuesta se fue de prisa.
Para el día miércoles ya tenía un nuevo plan. Fingiría estar enferma y necesitar de su ayuda para que me lleve a la clínica, al menos pasaríamos unos cuantos minutos en su auto. Solo que las cosas no fueron como esperaba. Primero el apareció mucho más temprano de lo usual y aunque la clientela no suele ser mucha durante los miércoles, esta vez fue la excepción. No podía dejar a Martha sola con todo el trabajo.
Esperaba poder verlo alrededor de las cuatro de la tarde, cuando se fuera. No es que lo estuviera acosando, bueno tal vez si lo hacía. Llegaron las cinco de la tarde y aún no había aparecido, estaba segura de que aún se había ido porque su carro seguía ahí. Comencé a preguntarme si podría llevar a cabo ese día mi plan cuando el reloj estaba por dar las seis, hora en que cerramos usualmente la tienda.
Cuando faltaba quince minutos antes de las seis por fin apareció… acompañado. Los Macollin iban con él y subieron a su auto y así de rápido vi mis planes desaparecer por el retrete. Mi frustración debió ser tan obvia que Martha comenzó a reírse tan fuerte. Realmente la amaba pero cuando se ponía en ese plan, tan solo quería darle un abrazo fuerte que logrará sacar todo el aire de sus pulmones.
-Bueno, mañana puedo intentarlo- dije con un suspiro. Dos planes fallidos más, no eran el fin del mundo. Aunque uno de ellos no se podría considerar como un plan fallido realmente, porque ni siquiera había tenido la oportunidad de llevarlo a cabo.
Y sin darme cuenta llegamos a hoy, viernes. No era necesario decir que las cosas tampoco fueron bien ayer. El plan era el mismo del miércoles. Estaba de más decir que esta era mi última oportunidad de la semana.
Benjamín se estaciono al frente de la librería a la hora acostumbrada y no había muchos clientes. No necesite decir nada para que Martha me diera permiso, sabía más o menos de mis planes, no era su idea de un plan de seducción. De hecho ella tenía otras ideas más “sugerentes”. Tal vez lo consideraría más adelante, esperaba no llegar a ello.
Me prepare para la actuación de mi vida. Me acercaría solo con la intención de saludarlo, una vez ahí fingiría un dolor, diría que no es nada, luego el dolor incrementaría y él no tendría más opción que llevarme a la clínica.
-¡Que hay Benjamín!- ¿Enserio no se me ocurrió un saludo mejor? Bueno ya no importaba, ya lo había dicho. Él se encontraba cerrando la puerta de su coche. Levantó su cabeza lentamente. No sé porque pero tenía el presentimiento de que alargaba el momento con la esperanza de no verme parada frente a él.
-Victoria- dijo en respuesta a mi saludo, su voz no denotaba nada.
-¿Cómo es..?- no termine de realizar mi pregunta, como parte de mi plan. ¡Bueno aquí voy! Traté de que mi cara reflejara dolor.
-¿Te sientes bien?- y como esperé, nadie podía ser tan desnaturalizado como para no preocuparse por alguien enfermo delante suyo. Aunque su pregunta fue dicha con total desinterés.
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Editado: 27.12.2019