CAPITULO IV
ÚLTIMO INTENTO
Bueno aquí estaba, parada en medio de la habitación que los Macollin le habían dado a Benjamín durante su estancia en el pueblo. A este punto no es difícil adivinar que estoy acá sin ninguna invitación, bueno los dueños si sabía, aunque no conocían exactamente mi propósito, si lo hubieran sabido probablemente no me hubieran ayudado.
Esta vez estaba dispuesta a jugármelas todas y si no funcionaba, por fin me rendiría. Llegados a este punto ya no sabía ni que plan era este, probablemente la Z. Mirando hacia atrás, habían sido dos semanas llenas de planes, en los que había intentado de todo y ¿a que no adivinan? Nada había funcionado.
Lo invité a cenar a casa, ir a tomar un café, acompañarlo a la granja de los Macollin, ofrecerme a ayudarle con el papeleo de su trabajo. Según Martha estaba yéndome por lo seguro y esta mañana me di cuenta de que probablemente así era. Entonces decidí que si quería lograr algo debía arriesgarme de verdad y estaba más que segura de que este plan era arriesgado. Este era mi último intento, por lo tanto al final solo me quedaría dos opciones, si funcionaba sería feliz y si no, terminaría con mi persecución. No me gustaba mucho pensar en la segunda opción.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por unos pasos subiendo las escaleras. Me puse en posición y poco después la luz ilumino la habitación. Benjamín no tardó mucho en darse cuenta de mi presencia y las emociones que pasaron por su rostro no fueron para nada alentadoras. Aunque hubo una emoción que no identifique ya que cruzó fugazmente por sus ojos y antes de poder descifrarla ya estaba siendo remplazada por mucho enojo.
-¿Qué haces en mi habitación con esa ropa? O para ser más claros ¿con la obvia falta de ropa?- ¿me olvidé mencionar el pequeño detalle de que me encontraba en lencería? ¿sí? Bueno ahora ya lo saben.
No sabía cómo responder a su pregunta, vi mi plan perfectamente elaborado desvanecerse poco a poco. Cada segundo que pasaba me sentía más insegura.
-No piensas responder- ya estaba aquí y de alguna manera mi dignidad ya estaba perdida, entonces solo me quedaba seguir.
-Me gustas- dije después de tonar una bocanada de aire. Las ganas de agachar la cabeza y correr lejos eran cada vez más fuerte, aun así aguante ahí parada lo más erguida posible. El tiempo seguía corriendo y Benjamín no decía nada, lo cual era otra señal más de que esto no iba para nada bien.- Me gustas mucho, es por eso que he tratado de acercarme a ti de varias formas.
-¡Detente! No quiero escuchar más- su voz sonaba tan dura y fría- Ten, ponte esto- me alcanzó un abrigo, que cubría más allá de mis rodillas.
-Gracias.- dije cogiendo el abrigo.
-No puedo entender que ocurre por esa pequeña cabeza tuya. No estoy seguro de que te incentivo a hacer esto, pero creo que mis indirectas no fueron lo suficientemente claras. No me gustas y no estoy interesado en ti de ninguna manera, así que te pido que pares con todo este acoso. La próxima vez que se te ocurra intentar algo tendré que hablar con mis abogados para que ellos… - interrumpí su discurso una vez recuperé el habla, por primera vez en mi vida me sentía ridícula.
-Está bien, ya entendí, creo que no pudiste ser más claro que eso. Para ser sincera ni yo misma creí que fuera capaz de hacer algo como esto, ten por seguro que no volverá a pasar.- me dirigí a la puerta y con el pomo de la puerta en la mano volví a pedir disculpas a antes de salir de la habitación.
Debido a que no tenía auto tendría que caminar, así que lo mejor sería cambiarme primero. Estaba a punto de ir al baño del primer piso cuando recordé que había dejado mi mochila con mis ropas en el cuarto de Benjamín.
-Ni loca vuelvo ahí, prefiero irme así.
El camino de vuelta no se me hizo tan largo como creí y antes de lo que imaginaba estaba cruzando la puerta de mi casa y para buena suerte no me había cruzado con nadie. Me di un baño me puse mi ropa de dormir y me acosté. Una vez mi cabeza toco la almohada las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a correr libremente por mis mejillas.
Me di cuenta de lo ridículo de la situación, en dos semanas había llegado a amar a Benjamin con todo mi ser. En dos semanas me había lanzado hacia el precipicio sin un paracaídas. No me había importado pasar vergüenza una y otra vez, por alguien qué jamás me había dado una sola señal de que mis sentimientos eran correspondidos. Quería odiarlo por tratarme como lo había hecho, pero sabía que mis acciones lo habían orillado a hacerlo.
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Editado: 27.12.2019