El plato que llenamos con lo que había en el interior de estas criaturas, estaba lleno de sangre, pelos, carne, y algún que otro trazo de uña. Nos miramos sabiendo que esto era mucho más grande. Nos lavamos las manos y saqué al salón unas cuantas cervezas, que nos iban a hacer muchísima falta. Javier se había puesto las gafas y estaba redactando algo en su ordenador, con varios libros delante de él. Dejé dos cervezas en la mesa y me senté con él, observando que ponía en los libros. Dejó de teclear y cogí la cerveza, dando un gran sorbo.
-Que sepas, -me dijo- que llevo muchísimo tiempo estudiando cómo viven y se relacionan esos bichos. También he estudiado que comen y por qué comen lo que comen. Y te juro por mi madre, que jamás en mi vida me han hablado de una cosa similar.
Javier era un tío inteligente (al fin y al cabo, se había casado con mi prima). Y que él no tuviera ni idea de todo aquello que habíamos visto, me inquietaba bastante.
-¿Y qué hacemos? –Pregunté.
Javier me miró casi sin expresión, y oímos como se abrió la puerta de mi casa.
-Ya estoy aquí. –Dijo Carlo entrando y dejando bolsas de supermercado en la
Entrada. –He aprovechado para ir a comprar. ¿Y sabes qué? No había pescado hoy en el supermercado. La del pescado me ha dicho que hoy no habían traído.
Carlo se asomó al salón. Javier y yo nos mirábamos mientras escuchábamos lo que decía. Carlo entró con alegría al salón.
-¡Javier! ¿Cómo estás? -Javier esbozó una sonrisa nerviosa y saludó a Carlo. Carlo se dirigió a mí y me dio un beso. -¿Qué se supone que estáis haciendo aquí los dos?
Carlo parecía contento, al verme relacionarme con más personas que no fuera conmigo mismo. Sin embargo, esa alegría se esfumó un poco al ver todas las botellas de cerveza que teníamos en la mesa. Carlo olfateó y puso una mueca.
-¿Qué es ese olor?
Javier y yo nos miramos sin emitir ningún sonido mientras Carlo se dirigía hacia la cocina. Nos preparamos para todo tipo de gritos, vómitos, insultos o todo tipo de cosas difamatorias que pudieran salir por la boca de Carlo en el momento que cruzara la puerta de lo que ahora era un tanatorio de peces. Pero más allá de todo aquello, Carlo se limitó a reír.
-Cuando me dijeron que no habían podido traer peces al supermercado no me imaginaba que fuera por que todos los habías pescado tú.
Sí que era un poco gracioso. Pero si te parabas a pensarlo, reír por eso era bastante macabro. La risa de Carlo frenó en seco y pudimos deducir que fue por que observó todo lo que había en el plato.
-¡Qué asco! Limpiad todo esto, por dios. Tengo que deshacer la compra.
Javier y yo nos vimos obligados a buscar una solución rápida para llevarnos toda aquella porquería de la cocina a otro lugar más “seguro”, por así decirlo. A escondidas, sin que Carlo nos viera, pusimos los peces en un tupper y todo su interior en otro. Lo metimos dentro de una bolsa de basura negra que no transparentaba y lo metimos en el maletero del coche de Javier.
-¿Vas a decírselo? –Me preguntó refiriéndose a Carlo.
-No lo creo. Ya sabes cómo es cuando salen cosas como estas en las noticias. Además, si se lo cuento, pensará que estoy borracho otra vez.
Javier rió levemente.
-Tienes razón.
Quedamos en vernos a la madrugada siguiente, ya un poco más descansados y con la mente un poco más abierta, para intentar atar cabos sueltos en todo esto. Subí a casa y me encontré a Carlo preparando ya la comida.
-Quería preparar pescado, pero ya ves que no he podido. –Me dijo seriamente. –Así que voy a cocinar algo de carne. ¿Te parece?
Se me revolvió un poco el estómago cuando Carlo mencionó que era lo que íbamos a comer, pero de igual manera asentí. Fui a la cocina y bebí un vaso de agua, a lo que Carlo me miró con la expresión de estar cabreado. Supongo que era por lo de las cervezas, pero igualmente intenté que me sonriera.
Después de comer, cogí mi portátil e intenté indagar en la web cómo es que había peces que se podían comer carne humana, pero no encontré nada. La situación, era bastante extraña, y supuse que no solo nos encontrábamos ante un caso de canibalismo por parte de los peces, sino que, Dios mío, no había ningún animal submarino que tuviera uñas y pelo, y duramente tampoco sería un animal terrestre que no fuera otro que el ser humano. El estómago me volvió a hacer un ruido extraño y es que todo esto me estaba superando un poco a nivel mental. Barajé múltiples opciones como llamar a Axel y que la policía que se encargase de todo esto. Pero, por otra parte… Me encantaría descubrir que estaba pasando y tal vez, se me reconociera en la comisaría. También esperaba que toda esta curiosidad sustituyera al alcohol y poder empezar de nuevo. No era la mejor opción, pero yo era un ex policía, y mi compañero, alguien bastante inteligente como para ayudarme. No sería fácil, pero estaba seguro de que lo haríamos.
Editado: 13.09.2018