El cazador de plumas

El hombre de la Pluma (parte 2)

No recordaba que hubiera iluminación en la alcoba ¿Habría encendido Alberto alguna luz? Le parecía poco probable pues el destello que le llegaba aún con los ojos cerrados no parecía el de una lampara o una bombilla, era un resplandor muy tenue y cuando abrió un poco los ojos, solo lo suficiente para ver siluetas, se percató que efectivamente no se trataba de ninguna lampara y que la iluminación era entre purpura y blanco. Ahí estaba Alberto, aún desnudo, contemplando en silencio la ciudad dormida desde la ventana, era de él de quien toda esa leve luz provenía, lucía distinto; Ahora su cuerpo estba cubierto de lo que parecían tatuajes, de marcas que antes no estaban ahí y que era de donde provenía el destello.

—¿Asustada? —Eso fue lo unico que dijó Alberto—.

Ella lo miro y permaneció en silencio, su expresión no decía nada, se limitaba a contemplar como ahora pasaban del suave morado al blanco, mutismo que obligó al escritor a continuar.

—Siempre me consideraste diferente, pensabas que más allá de mis palabras había algo que ocultaba, no te molestabas en esconderlo, no me creías -dijo, sonriendo para sí mismo -Eras sincera y perceptiva, siempre supiste que tenía un secreto y ahora, ese secreto está frente a ti, estas marcas que vez... no son tatuajes.

Claro que no lo eran, ella lo sabía muy bien, ambos habían besado y acariciado cada rincon de su cuerpo, recordaba su aliento, su tacto, incluso una mirada desconcertada y una sonrisa que nunca creyó posibles en él, pero no recorddaba nigún tatuaje... solo su calor.

Debió sentir miedo en ese momento, eso hubiera sido lo lógico, pero lo que en realidad le parecía a ella realmente desconcertante, no eran ni las marcas ni las confesiones de Ayala, sino la ausencia de sentimientos en ella misma, la tranquilidad, el deseo... y sobre todo, esa morbida curiosidad por el escritor maldito que en ese momento estaba frente a ella, misterioso y silencioso, astuto y perfecto, no podía dejar de apreciarlo, parado frente a la ventada con la ciudad silenciosa tras de él, con el torso desnudo y las marcas poco a poco perdiendo su brillo. Su mirada era lo mejor, la mirada de conflicto que nunca había visto ni creyó ver nunca en Alberto Ayala, la mirada de un hombre que no tiene la menor idea de que hará, como  un jugador que se encuentra entre hacer un jaque o perder una pieza.

—¿Qué eres? y ¿ Que son esas marcas si no son tatuajes? —Preguntó Adriana, sin poder reconocer su propia voz, sin entender la curiosidad de la misma, la silenciosa añoranza de saber más—.

-Son Glifos, marcas de poder, visibles cuando los latidos de mi corazón aumentan arriba de cierto limite, cuando mi voluntad u otra emoción están en un alto nivel: cuando mi corazón despierta mi poder... eso, porque soy un mago, un mago de tinta.

Adriana lo meditó por un momento, estaba encantada, no sabía como  o porque, pero de leer y escribir de cosas sobrenaturales, llevando una manera muy peculiar de contar las cosas, ahora, no solo se había enterado de la existencia de ese mundo, de la realidad que encerraba, sino que estaba frente a uno de ellos, uno que pareía no tener sentimientos, más como un vampiro que como un mago, de quien no hubiera esparado recibir respuesta alguna, pero que ahora le contaba tranquilamente su naturaleza.

Alberto la observaba, miraba sus ojos, su cabello suelto sobre sus hombros desnudos y sus pechos de tamaño medio escasamente cubiertos por una sabana, él la deseeaba, ella sabía eso, siempre lo había sabido y entre ambos siempre existió ese juego de voluntades y orgullos que no ceden, pues ella también lo deseba a él, ambos los sabían pero no cedían, pero esa noche, en esa alcoba, ella comprendió que lo que el oscuro hombr de la pluma sentía por ella algo más que atracción o deseo. lo supo por la forma en que lo miraba, pero más importante, lo supo por que ese mismo sentimiento, ese mismo calor comenzaba extenderse  dentro de ella y en su pecho y eso, si que la aterró, al menos por un momento y comprendió todo el conflicto del sujeto que estaba ahora en cama sentado junto a ella.

—Dijiste mago de tinta, eso me invita a pensar que hay más entonces.

Alberto sonrió mientras se disponía a hablar, no sin antes besar su cuello y luego sus labios viendola a los ojos y disfrutando cada momento de ese pequeño instante.

—Hay mucho por contar, pero en el fondo, creo que siempre lo haz  sabido, aún sin ser conciente de ello, lo has sentido siempre o no escribirias de la manera en que lo haces. Hay muchas criaturas ahí afuera, hombres lobo, vampiros... brujos, y finalmente estamos los magos, el folklore tiene su nnivel de realidad y los magos facilmente podrían ser el grupo más diverso y con más facciones de todos los seres extraños que vagan a la luz de la luna. pero ¿Cómo Sabes quién es un mago? a pesar de ser tantos y de varios tipos, todos tienen un razgo común... sus ojos o mejor dicho, lo inusual de estos.

Dicho esto, Alberto la miro una vez más a los ojos y su mirada de cafe oscuro clásico, gradualmente se fue volviendo de un tono dorado que le daba la apariencia de oro derretido, era algo hermoso, ella no tenía la menor idea de que había muy pocos que conocía esa mirada, sí muchos mla habían visto ya pero casi nunguno de los que lograba hacerlo cambiar sus ojos mantenía su vida para poder recordarlo. Pero ella no sabía eso y hasta es probable que le hubiera importado lo más minimo, ese momento no pertennecía a nadie más que a ellos dos.

Ya en cama ambos nuevamente, ella sobre sus rodillas dejó caer la sabana que le había cubierto hasta el momento, sabana que la hacía parecer una pintura,  pintura que ahora había pasado a ser una Ninfa, luego ambos se fundieron en uno solo, sin saber que hora era, sin saber cuanto tiempo llevaban ahí, sabiendo plenamente que la noche se les haría corta y que no pegarían el ojo, solo disfrutando el uno del otro.

No tenían la menor idea de lo que eso significaba para ninguno de ambos, ni ella ni él tenían una pista de que esa noche era la que iba a cambiar el rumbo de la historia, de que era en ese momento, que las vidas de ambos cambiarian.... fue ahí donde se comenzó a escribir realmente la historia del Cazador de Plumas.



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En el texto hay: magos celestiales, espectros, amor

Editado: 18.08.2019

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