Observo la hora en el reloj sobre la mesa de noche y noto que están cerca de dar las ocho de la mañana. Me levanto a toda prisa, pero un intenso dolor de cabeza que está a punto de hacerme volar la corteza cerebral me obliga a quedarme sentado al borde de la cama durante algunos minutos más para esperar a que las palpitaciones de mi cerebro se detengan.
¿Qué demonios sucedió anoche?
Miro a los alrededores y me doy cuenta del enorme desastre que hay en la habitación. Hay un par de botellas de champaña en el suelo, ropa desparramada por lugares inimaginables y platos servidos y a medio comer sobre la mesa. Intento recuperar los recuerdos de lo que sucedió después de dejar mi oficina y dirigirme al club, no obstante, la resaca no me lo permite.
Me levanto de la cama y camino como zombi en dirección hasta el cuarto de baño. Saco un par de pastillas del gabinete y las bebo con un poco de agua del chorro. Pongo las manos en la encimera y me observo al espejo. ¿Qué carajos? ¿Quién demonios hizo esto? ¡No puedo creerlo! Tengo la frase, vete a la mierda, escrita con marcador negro sobre la frente. ¡Joder!
Necesito recordar cuanto antes qué carajos hice anoche. Me devuelvo hasta mi habitación para buscar mi teléfono, pero, para ser sincero, tampoco recuerdo qué hice con él. Agacharme no es una opción si quiero mantener mis sesos en el mismo lugar. Salgo del cuarto y en lo que llego a la sala escucho las carcajadas de mis amigos que se retuercen y se revuelcan de la risa mientras me miran con diversión.
Bajo la mirada y observo con asombro que llevo puesto un calzoncillo de elefante en color rojo y en cuya trompa llevo guardado mi miembro. ¿Qué jodida broma es esta? Elevo la mirada y fulmino con ella a mis buenos y fieles amigos que, estoy más que seguro, son los artífices de esta broma de mal gusto.
―Juro que me las van a pagar imbéciles ―menciono con enfado al llevar las manos hacia mis partes nobles para ocultarlas―. ¿Eso es lo mejor que se les ha ocurrido hasta ahora?
Niegan con la cabeza.
―No fuimos nosotros ―comenta Gonzalo, aún cuajado de la risa―. Vinimos tan pronto como vimos las imágenes en las redes ―agrega divertido―, papi y el abuelo no estarán felices con esto.
¿De qué habla?
―Te van a desheredar ―anuncia Walter―. Después de la amenaza que recibiste de ellos, creo que en esta ocasión no te salvas de esta.
Sus palabras comienzan a ponerme nervioso.
―Pueden decirme de una jodida vez, ¿de qué están hablando?
Gonzalo se levanta del mueble y me tiende su móvil para que le dé un vistazo. Una ráfaga de escalofrío recorre mi espina dorsal y me paraliza las pelotas. Esta vez me pasé de la raya. Llevo la mano hasta mi cuello y lo froto con preocupación. El dolor de cabeza se esfuma de un plumazo y la preocupación ocupa su lugar.
―No sé cómo vas a explicarle esto a tus viejos, pero te prometo que de esta no te salvas.
Trago grueso. No pasan ni cinco segundos cuando el sonido de mi teléfono apaga las sonrisas de las bocas de mis amigos. Ellos reconocen el tono que está sonando y eso solo significa problemas.
Atravieso la sala a toda velocidad y me dirijo hacia la barra. Ni siquiera recuerdo haberlo dejado en aquel lugar. Aprieto los ojos antes de pulsar el botón y responder la llamada.
―Abuelo…
Maldigo por lo bajo al escuchar el alarido estridente que sale de mi boca.
―Tu padre y yo te estamos esperando en la oficina Denzel y más te vale que traigas tu maldito trasero o te prometo que te vas a arrepentir por el resto de tu vida.
Cuelga sin permitirme decir una sola palabra más. ¡Mierda, mierda, mierda!
―Se te viene al Armagedón, viejo ―expresa Walter con semblante de preocupación―. Ahora mismo no quiero estar en tu pellejo.
Gonzalo se levanta del sillón y se aproxima hacia mí después de darle una mirada a su reloj de pulsera.
―Más te vale que muevas tu trasero o Cruella De Vil, no tardará en publicar tu obituario en las páginas principales de todos los diarios y revistas de la ciudad. Esa mujer quiere tu puesto y no dudo que lo consiga después de esto.
La sangre se drena de mi rostro. Asiento en respuesta antes de salir corriendo hacia mi habitación. Tomo un baño rápido y saco uno de mis mejores trajes para asistir a la reunión. En menos de diez minutos estamos bajando al estacionamiento.
Me despido de los chicos y cojo la avenida a una velocidad que está al límite de lo permitido. Cinco minutos después, bajo del elevador y hago el recorrido por el camino de la vergüenza, antes de detenerme frente a la puerta de la oficina del presidente de Carpentier Amazing Holdings Inc.
Respiro profundo y adopto mi actitud de hombre seguro y responsable antes de abrirla y enfrentarme al gran jurado. Al ingresar, veo los rostros furiosos y contrariados de dos de las personas más importantes de mi vida.
―Siéntate.
No hay saludo de buenos días ni la típica sonrisa de admiración y orgullo que siempre he visto en la cara de mi viejo. El segundo al mando de esta gran corporación.
―Papá, puedo explicar…
Editado: 07.09.2023