La noche era densa, lo que separaba a aquel pedazo de mundo del silencio absoluto era una fría brisa y los pasos de una dama que iba por la calle, a pasos fuertes y rápidos, con respiración pesada y una furia que casi tangible, se manifestaba por encima de ella, su rabia era una estrella que hizo implosión y se fundió sobre su centro para luego expulsar con gran fuerza la materia que la compone, el naranja de las luces bien pudiese parecer carmesí para quien mirase los ojos de esa enojada mujer, Matthew se había marchado dejándola sola, “ese idiota, ese maldito idiota” decía una y otra vez a voces silenciosas, anduvo así un tiempo hasta llegar al portal de una lujosa y hermosa casa, esta era una mansión de cinco pisos, un estilo claramente renacentista adornaba su fachada, también era observable por entre las vigas de la cerca perimetral el increíble jardín de rosas, que galardonaba con rojo su extensa entrada, haciéndole honor aquel apasionado tono a la casona de la familia Vermillión, que es sin lugar a dudas el clan más rico del pueblo.
Sin necesidad de que Scarlett diga nada el enorme portón frente a ella es abierto con solo pararse cerca del mismo, se abre lentamente de par en par, este hace un rechinido molesto al oído mientras se hace paso hacia dentro y en sentidos opuestos dividido en dos desde el medio, se dispone a tiempo el avanzar de Scarlett por el pasaje repleto de rojas flores hasta la puerta principal, una segunda puerta, esta de madera es lo que la separa del interior de la casa, se abre esta también antes de que ella pueda tan siquiera llamar, pero no es por arte de magia o algún mecanismo, es un enorme hombre quien realiza la acción que le permite el paso a la señorita, ella ante él no pareciese más que una niña, ya que es un anciano caucásico de casi dos metros y blanca cabellera el que le complegue el ingreso, este llevaba un elegante traje de servidumbre, que totalmente negro asemejaba más al de un agente fúnebre que al de un mayordomo, con sutil y respetuoso tono se dirige a la incursora:
- Bienvenida a casa Lady Scarlett.
- Anúnciale a mis padres que he llegado Misael.
- Los amos ya están al tanto, la están esperando en el comedor – Dijo el maestresala mientras cerraba la puerta.
Marchó la aun molesta chica por el majestuoso lobby de la mansión, dos escaleras a los lados daban un elegante toque inglés, alfombra rojas y paredes blancas se hacían esplendorosas ante la iluminación de un gigantesco candelabro que hacía resaltar cada cosa en aquel vestíbulo, que, desde pinturas hasta armaduras ostentaba por doquier, ella cruzó rápidamente aquella sala y la siguiente, al atravesar la tercera entrada por fin se halló en el comedor, un banquete para cuatro estaba servido en una enorme mesa de fina madera y una pareja estaba sentada en aquel sitio mirándose fijamente sin cruzar palabras, estas personas eran rimbombantes y extravagantes, el primero un hombre calvo, corpulento y de gran estatura, tenía ojos azules y una barba roja como la sangre, sus cachetes prominentes eran señal del exceso de peso, pero la falta de sudor en su frente no concordaba con la temperatura o con su físico, la segunda era una mujer madura, era fácil adivinar que era la madre de Scarlett por el gran parecido, pero a diferencia de esta su cabello era dorado y brillante como el sol del mediodía, las arrugas eran visibles en su rostro, pero no la hacían menos hermosa, había una esmeralda en cada uno de sus ojos, vestía el Sr de la casa un lujoso traje negro y la Madame que le acompañaba un vestido rojo, poco apropiado por no decir que atrevido, al percatarse de la presencia de Scarlett miraron entonces ambos a su hija al mismo tiempo y el padre preguntó:
- ¿Dónde está Matthew? - su tono era grave y ronco, casi gutural, una intensidad bañaba aquella frecuencia, no había una furia real, simplemente parecía naturalmente terrorífico.
- Se fue a casa, dijo que vendría pronto – respondió la chica, el enojo que la acompaño durante su travesía hasta allí ahora parecía miedo ante la imponente voz que le hablaba.
- De verdad que eres una inútil – Agregó la madre, la voz de esta no dejaba de ser femenina pero sin dudas tenia tanto cuerpo como la del primero – Esto nunca había pasado.
- No es mi culpa, él está actuando de manera extraña – el miedo parecía aumentar en Scarlett.
- Claro que es tu culpa, no le haces honor a tu puesto, tu trabajo es proporcionarle una vida sin preocupaciones – Dijo la madre – debes hacer que no quiera nada más que estar contigo.
- Después de que despertó no me recuerda como debe, creo que tal vez se está dando cuenta, quizás el doctor hizo algo mal.
- ¡Eso es imposible! – Exclamó el padre levantándose de su puesto – ¡jamás había pasado tal cosa!
- Sé que debería ser imposible pero…
- ¡Pero nada niña estúpida! – Gritó la madre – ¿estas insinuando que él va a notarlo? si no pasó antes no pasara en nuestra guardia.
- Podríamos matarlo, así conseguiríamos…
- ¿De verdad crees que se puede hacer tal cosa? ¿Crees que es tan fácil? No sabes nada – Afirmó el Sr. Vermillión interrumpiendo a Scarlett.