CAPITULO I "EL GRAN COMIENZO"

*Aclaración: para evitar confusiones explico lo siguiente, en Argentina llamamos papas a lo que muchos conocen como “patatas”, es exactamente lo mismo.

Todo parecía perdido en San Rafael, ninguno de ellos encontraba trabajo y la situación era tan difícil y complicada que no les quedó más remedio que mudarse y trabajar lejos. Les dolía dejar a su madre y hermanos más chicos, pero ¿Qué otra cosa podían hacer? Con el tiempo se irían acostumbrando y cada vez echarían de menos el hogar. Por lo menos estarían juntos y el patrón se veía bastante bueno, era un hombre un tanto petiso de unos 40 años, con bigote y cabello gris; se llamaba Bernardo Salomón, pero todos le decían Don Salomón. Una tarde en la entrevista de trabajo les había comentado lo siguiente a los hermanos:

-Hace unos meses mi pobre estancia estaba completamente seca, me sentí en la ruina y mis deudas se habían acumulado. Gracias al sacrificio de mi trabajo todo parece ir viento en popa, mis papas jamás habían sido tan famosas, estamos exportando a muchos lugares, este negocio parece prospero; por eso puedo darme el lujo de contratarlos a los cuatro. Las mujeres, Silvia y Alicia trabajarán en la casa y realizarán tareas domésticas, les pagaré en dólares para que puedan gozar de un sueldo más alto que el permitido. En cuanto a los hombres, Lorenzo y Alberto, me ayudarán en el campo con la cosecha y  también con el cuidado de los animales. En la parte posterior de mi casa se encuentran las habitaciones para los empleados, ahí es donde dormirán, la comida se sirve en la cocina, deben hablar con Betty, es la cocinera y les dará los horarios para el desayuno, el almuerzo y la cena. Comprendo la situación por la que han pasado y es por eso que decidí darles trabajo, espero que no me defrauden.

-No señor, haremos todo lo posible para demostrar que merecemos el trabajo- Dijo Alberto.

La estancia era gigante, contaba con la casa principal en donde vivían Don Salomón y Doña Juana o Juanita, según quien la tratara. Ambos tenían tres hijos, pero estos estudiaban en otras provincias, eran carreras importantes y costosas, sin embargo su padre no tenía problema alguno en pagarlas.

La casa contaba con dos plantas, en la primera o baja estaba el recibidor, el living, el comedor y la cocina; mientras que la segunda plata o superior contaba con 5 habitaciones, cada una con un baño privado. Los muebles eran de ensueño, pertenecientes a la época Victoriana, y por donde miraras te encontrabas con antigüedades preciosas que tenían miles de historias que contar sobre sus antiguos dueños.

En el medio de la estancia se encontraba el enorme cultivo de papas, todas crecían con fervor, eran grandes; lo más curioso es que ninguna tenia bichos, no había ni una sola papa que se desperdiciara. Cuando se sacaban de la tierra estaban prácticamente limpias, no había ni una sola defectuosa y eso era lo más sospechoso.

En la parte posterior estaban las habitaciones de los empleados, eran catorce en total y contaban con una sola cama, mesas de luz, una lámpara, luz en el techo, un escritorio y un ropero; pero a pesar de ser para que gente que se dedicaba a trabajar en la casa, cada una de las habitaciones era hermosa. Había dos baños que estaban continuos a las habitaciones, uno de mujeres y otro de hombres. Contaban con duchas para mujeres y para hombres y el horario del baño lo arreglaban entre los empleados. No eran muchos y por esta razón muchas de las habitaciones estaban desocupadas. Eran nueve con los cuatro hermanos, estaba el capataz “Ramón”, la cocinera “Betty”, los dos peones “Raúl y Sergio” y el ama de llaves “Laura”. Todos eran muy buenos y comprensivos, sin embargo había algo en sus caras que les pareció extraño, la primera en notarlo fue Silvia, puesto que al oscurecer todos corrieron desesperados a sus habitaciones, como si algo fuera a atraparlos cuando el Sol abandonara el cielo.