Sábado, 28 de enero.
He ido a la florería todos los días de esta semana a la hora de colación. He corrido un montón y seguramente he bajado una talla tratando de correr de mi trabajo, a la florería y volver.
No he podido hablar con Oliver, lo he intentado pero siempre que voy a verlo lo veo almorzando con la arpía gris que tiene de hermana. Más de una vez esa mujer me ha visto, clava su mirada en mí, sonríe, burlándose de mí por no poder ir a hablar con él, y regresa a conversar con el chico de las flores mientras comen juntos. Me siento impotente cada vez que la veo, es una pared que mi impide alcanzarlo.
Ha sido una semana un tanto decepcionante.
Hoy fui de nuevo. Llegué en la mañana a esperar en la puerta de su florería a que se dirigiera al escondite de los rezagados. Esperé y esperé pero nunca llegó ¿En qué estaba pensando? No es como si saliera todos los sábados a las ocho de su florería. Seguramente de su casa se dirige a la pradera o incluso sale antes o después. A fin de cuentas yo fui el que lo retrasó.
Me pregunto si estará bien, ¿Y si su hermana inventó algo por mi huida y ahora me odia? Creo que voy a pedir el día para ir a verlo. Me preocupa no saber de él.
No recuerdo en qué momento me volví tan dependiente de él, pero eso no es malo, ¿o sí?
¿O sí?
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un mundo paralelo de colores, el deseo de la libertad, sentimientos imposibles de ocultar
Editado: 22.10.2018