HOLA, GRUÑILDA
En el campo de batalla del fútbol, te vi brillar como una estrella en la noche oscura. Tu fuerza y determinación me dejaron sin aliento. Casi me voy de espaldas al verte, no por el golpe de tu pelota, sino por la belleza de tu espíritu.
Tu victoria sobre el capitán del equipo fue un canto de sirena que calló las bocas de los demás. Y aunque el entrenador intentó sacarte falta, tú te defendiste como una leona, mostrando tu verdadera esencia: una guerrera con un corazón tierno.
El capitán, en su rabia, intentó golpear el balón, pero cayó de espaldas, y yo, no pude evitar reír a carcajadas. Fue un momento de pura alegría, como si el tiempo se hubiera detenido.
Pero luego, me aventaste la pelota, y mi corazón saltó de susto. Pensé que lo habías hecho a propósito, pero cuando te vi, sonriendo inocente, me di cuenta de que ni me habías visto.
En ese momento, sentí una mezcla de emociones: sorpresa, miedo, pero sobre todo, admiración por ti.
PD: Me gustas, Gruñilda, por tu forma única de ser. Eres una obra de arte, una sinfonía de contradicciones: dura y suave, fuerte y tierna. Por favor, sigue siendo tú misma, y dame la oportunidad de conocerte mejor.
Y, por supuesto, la próxima vez, dale a la portería, no a mi cabeza.
- EL POETA
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Editado: 30.10.2024