—Oye, te contaré el secreto que me ayuda cuando estoy triste.
Lo veo, arqueó una ceja y frunzo el ceño,
—¿Tu me dirás a mi, que tienes un secreto para ser feliz?
El no responde a mi pregunta toma mi mano, nos dirigimos a una cafetería.
Muy confundida,
—¿Qué haces? ¡No quiero ir a la cafetería!
El arquea una ceja,
—¿Quieres saber el secreto si o no?
Suspiro,
—No creo que tu tengas un secreto para ser feliz, ¿por qué no me lo dijiste arriba?
El sonríe,
—Eres muy escéptica, tienes que confiar en mi, no estoy mintiendo. Está bien si no quieres entrar, pero prométeme que me esperarás aquí afuera.
Miro su expresión y en sus ojos carmesí puedo notar que desea que lo espere,
—Está bien.
El sonríe y entra corriendo a la cafetería.
Nuevamente muchas personas se acercan para decirme que me admiran, que soy muy fuerte, estos comentarios son los que hacen que mi corazón duela.
Cuando estoy a punto de rendirme y huir.
—Oye, ¿no tarde mucho verdad?
Levanto la mirada y puedo verlo sonreír, esa sonrisa que me tranquiliza,
—Estaba a punto de irme.
El me mira con asombro
—¿Tan pronto te rindes? No quieres saber el secreto.
Pongo mis ojos en blanco
—Tu tardas mucho, seguramente solo quieres jugar conmigo.
—Jamás, yo si te diré el secreto, vamos arriba de nuevo, nadie debe escuchar el secreto.
Decido seguirlo.
Llegamos al ultimo piso y nos sentamos, el me ve con curiosidad cómo esperando mi reacción,
—Bueno es el momento que esperabas, toma.
En mi rostro tengo una expresión de confusión,
—¿Qué es esto?
—"Chocolate caliente" responde con una sonrisa.
—Si lo se, ¿pero y el secreto?
—El chocolate caliente es el secreto, siempre me hace sentir feliz.
Desde el día del accidente no le siento sabor a la comida, la psicóloga dice que es un trauma, a medida lo supere volveré a sentir los sabores, tomo un sorbo de chocolate y no se si es su sonrisa, pero puedo sentir el sabor dulce del chocolate y lo tibio de la leche, mi vista se nubla por las lagrimas.
—No, no, esa no era mi intención, yo quería que sonrieras no que lloraras, dice muy preocupado.
Lo veo a los ojos,
—Gracias, de verdad muchas gracias, no estoy llorando por tristeza, me ayudaste mucho.
El da un suspiro de alivio,
—Eso me alegra mucho, por cierto ¿Cual es tu nombre? Yo me llamo Luke Schmidt.
—Un gusto Luke, me llamo Isabella Wilson.
—Isabella, tienes un bonito nombre.
—Gracias, debo ir a clases digo mirando la hora.
—Entiendo, lo único que lamento es no poder hacerte sonreír, mañana lo intentare de nuevo.
Suspiro y encojo mis hombros
—Es lo que todos quieren lograr.
El sonríe,
—Isabella, ¿Me regalas tu número de teléfono?
Niego con mi cabeza pero antes de irme me doy la vuelta digo,
—No tengo redes sociales.
—¿Por qué? pregunta confundido.
—Debo irme.
—Está bien, ¿nos vemos mañana?
—No lo sé.
No se quien es el, no se que tiene de especial pero me sentí lo suficiente cómoda a su lado.
Luke
Soy nuevo en está universidad, hace unos meses mis padres se divorciaron y mi mamá se mudó a New York.
Como no conozco decidí recorrer toda la universidad, opté por saltarme las clases y caminar por los pasillos, cuando estoy en el ultimo piso veo a una chica de piel blanca y cabello castaño que está por saltar desde la barandilla, sin pensarlo demasiado corro y la alejo, ella comienza a llorar y no se que hacer no se como reaccionar, lo único que se me ocurre es acariciarle el cabello, ella logra controlarse y me ve con sus ojos color miel en ellos puedo notar todo el sufrimiento con el que carga, no comprendo que le sucedió pero en ellos no hay brillo, no hay alegría, tiene su nariz roja por llorar y sus labios rojo cereza están pálidos, se mira muy descuidada, no se que le sucedió, pero al verla tan mal siento la necesidad de hacerla feliz.
La convenzo de que se algunos secretos para ser feliz, ella está tan necesitada de felicidad que me cree.
Mi plan es invitarle un chocolate caliente, lo dulce y tibio siempre calienta el corazón, ella está muy confundida, agarra la taza y toma el chocolate caliente, llora no se si fui muy tonto al creer que con eso la haría feliz, me preocupe, le digo que nunca fue mi intención hacerla llorar, ella limpia sus lagrimas y me agradece dice que le ayude mucho, quiero abrazarla, decirle que puede contar conmigo, que pase lo que pase yo la apoyaré, pero no creo que ella tenga la confianza de decirme que le pasa.
Le sonrió y recuerdo que no se su nombre, le digo como me llamo y ella dice me dice que su nombre es Isabella, es una chica hermosa.
Ella se despide porque tiene que ir a clases, antes de que se marche le pedí su número pero no me lo dio, solo espero verla mañana nuevamente.
Salgo de mi última clase, mi mamá está esperándome en el estacionamiento,
Con una sonrisa, pero con preocupación,
—Hola Isabella, ¿Cómo te fue?
—Hola mamá, no me fue mal.
—Eso me alegra mucho hija, hoy compraremos pizza para cenar.
—Gracias mamá.
Se que mi mamá se esfuerza a diario, ella compra pizza para cenar según ella me hará feliz, también hay días en los que compra hamburguesas papas fritas, todas las comidas que me hacían feliz, pero ahora cuando las como solo me dan ganas de llorar, me hacen recordar los días en que peleaba con mi hermano para tomar el ultimo pedazo de pizza o quien comía más papas fritas, sin darme cuenta las lagrimas bajan por mis mejillas y mi mamá preocupada pregunta,
—¿Segura que te fue bien? si quieres no vuelvas mañana a la universidad.
Seco mis lagrimas,
—No te preocupes mamá, la universidad no es tan mala.
Llegamos a casa y nuevamente estoy en mi habitación sola y como cada noche antes de dormir en mi mente se proyectan, las imágenes de nuestro auto dando vueltas, de mi papá con su camisa bañada en sangre, su rostro golpeado, mi hermano sin moverse en el suelo, respiró hondo y cierro mis ojos. La psicóloga dice que cuando esto suceda debo pensar en los momentos felices con ellos, pero hoy solo pensé en el sabor dulce del chocolate y lo tibio de la leche, eso logra hacerme sentir mejor, bajo las escaleras y me dirijo a la cocina, mamá escucha que salí de mi cuarto algo preocupada,
—¿Que pasa Isabella?
—no pasa nada mamá, solo quería chocolate caliente.
Ella me ve confundida, pero en vez de preguntar, sonríe y me dice
—Está bien hija, espera en la sala yo prepararé chocolate caliente.
Sonrió, no como lo hacía hace tiempo, pero esa sonrisa fue suficiente para hacer que a mi mamá, le corrieran las lagrimas por sus mejillas
—Mamá, no llores digo, solo quería agradecerte.
—Lo se hija, solo que hace mucho no te veía sonreír, eso me hace muy feliz.
—Mamá, lamento causarte tantos problemas.
—No digas eso, tú no me causas problemas, solo que lo que te sucedió no es fácil, ahora vete a la sala y déjame preparar chocolate caliente.
—Está bien gracias mamá.
Ella sale de la cocina yo veía televisión, se acerca a mi dándome una taza de chocolate caliente, la tomo y nuevamente vuelvo a sentir el sabor del chocolate.
—Isabella cuando termines vete a dormir, no te duermas muy tarde recuerda que mañana tienes clases.
—Está bien, gracias mamá, descansa.
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