Te voy a contar una historia, una de colores tristes, de otoños interminables, de héroes perdidos y sueños imposibles, presta atención, la historia esta apunto de empezar...
Antes
Las ramas crujieron debajo de sus botas.
Eran mediados de Octubre y los árboles comenzaban a morir. El empedrado de la calle brillaba con la luz de la luna y una ráfaga de viento hizo volar un poco de su cabello largo.
El cementerio Francés se encontraba al final de aquella calle y en ella, caminaba una chica con los ojos hipnotizados bajo las sombras de la escasa luz de las farolas, allí al final del camino, se encontraba imponente el enrejado de color negro que separaba la tierra de los vivos y de los muertos, aquel que gritaba ser abierto.
La chica ni siquiera se detuvo a pensarlo cuando sus pies se aventuraron a trepar aquella siniestra entrada y saltar hacia lo desconocido.
El camino dentro de aquel lugar sacrosanto era tenebroso. Hojas secas se amontonaban en el suelo terroso, el pasillo de baldosas sueltas hacían un sonido seco y cientos de lápidas y mausoleos de nombres difíciles de pronunciar parecían jugarle una mala pasada. Pero ni una sola vez, ni un ápice de duda apareció en aquella chica para dejar de caminar cada vez más y más adentro del corazón de aquel cementerio.
¿Qué hacia allí? ¿Por qué estaba ahí?
- Te perdiste.
Había sido una afirmación, la chica se volvió a aquella ronca y profunda voz. Allí, detrás del agonizante ángel de piedra había un chico pálido que vestido de negro lo hacía lucir enfermo.
- ¿Eres un fantasma?- le preguntó sin miedo.
El chico le sonrió.
¿Qué hacía ahí?