El chico del segundo B parte 2

Capítulo 6 Una cita.

Edu : ¿Quieres ir conmigo a un lugar? 😊 

Mise : Ese emogi tiene cara de tener dobles intenciones 😑 

Edu : ¿Vas a venir o no? 😕 

Mise : Que si, pesado. Pero, ¿Es una cita? 

Edu : 😏😉 No lo se...😇 
Mise 😶

Parecería increíble como un simple mensaje me podía hacer tan feliz. Esa sería oficialmente nuestra primera cita. Alex y yo o Edu y yo, en todo caso era él. Al abandonar mi celular porque esa fue una de sus condiciones, no llevar los celulares. Sentí como si me faltara un pedazo pero al mismo tiempo con toda la emoción lo olvidé. 

En casa dije que me iría de compras con Lía así que tendría la tarde libre con Alex. 

—¿A donde iremos? —Pregunté estando en su auto.

Dándose aires de importante elevó la comisura de sus labios y odié que con ese sólo gesto mi corazón se pusiera a mil. —Ya lo verás. 

—¿No estarás pensando en llevarme a un hotel barato a las afueras de la ciudad para acostarte conmigo verdad?

—Rayos Miseria —Resopló dando un golpesito en el volante —Arruinaste mi sorpresa, ahora tendré que pensar en otra cosa. —Me quedé mirándolo fijamente sin sonreír cruzada de brazos esperando a que dijera algo y me miró con cara de inocente. —Descuida, aunque se que te mueres de ganas por ir a un hotel conmigo no te daré ese gusto, iremos a un lugar muy especial para mí. 

—Gracioso —Fingi que me molestaba y encendí la reproductora para disimular mi nerviosismo. La verdad era que odiaba las sorpresas, desde niña era así. Recuerdo que cuando alguien me decía que me tenía una sorpresa no dejaba de insistir una y otra vez hasta que la otra persona se cansaba y me decía de que se trataba. 

Después de unos minutos sentí como el auto se detuvo y miré a los lados. —¿Llegamos? —Pregunté como niña pequeña.
El chico asintió y ambos salimos del auto. —¿Iremos a patinar? —Pregunté demasiado preocupada.

—¿Te da miedo que sea mejor que tú? —Elevó una ceja. 

—Por supuesto que no.

—Ya lo veremos. —Diciendo esto avanzamos hacia la puerta de la entrada. De inmediato vi la pista de patinaje sobre hielo. El lugar estaba completamente vacío y nuestros pasos resonaron como ecos mientras caminamos. 

—Te informo que no traje ropa para a patinar así que no podré... —Me calló la boca lanzándome un abrigo en la cabeza. De mala gana lo tomé y me lo puse odiándolo por escoger ir a patinar, hubiera preferido el hotel, ok no. Después de eso me coloqué los patines y me puse de pie sostenida de la pared. 

—¿Sabes patinar verdad? —Preguntó él al ver mi cara  como si diera por sentado que yo debería saber. Sin darme tiempo a responder salió disparado frente a mí y me molestó un poco la facilidad con la que se desplazó por el hielo haciéndolo ver demasiado fácil. 

Pensé. «Si a él le sale fácil a mi también» Tragando en seco pegué el pie derecho en el hielo sosteniéndome de una baranda metálica. 

El chico me observó, esperaba a que me cayera en cualquier momento así que no iba a permitir que se riera de mí tan fácil. Decidida pegué el otro pie en el hielo y me mantuve de pie. Iba bien, sólo faltaba que mantuviera el equilibrio y... Caí al piso dándome un golpe en el trasero. Hice un segundo intento observando la mirada divertida que me estaba dando mi compañero pero volvi a rodar esta vez con las rodillas. Él con su mirada traviesa me dio la mano y odie que tuviera que tomarla. Hubiera querido saber patinar pero no, ese era otro de los ridículos en mi lista de ridículos. De niña la mamá de Lía nos llevó a patinar y desde entonces le tenía terror a hacerlo. ¿Por qué? Porque perdí un diente ese día. Gracias a dios era un diente de leche y luego me salió pero juré que jamás patinaría. Ahora rompía con ese juramento para no hacer sentir mal a Alex que creía que me gustaría patinar con él. Además, se veía tan tierno con su abrigo de algodón y su bufanda colorida que no podía evitar quedarme viéndolo como tonta. 

—Patinar es como bailar, sólo tienes que dejarte llevar. —Dijo sosteniéndome con fuerza, su voz sonó segura y me inspiró confianza. 

—Lamento decirte que si me dejo llevar caeré al suelo y me partiré la mandarina. 

Se echó a reír y sin verlo venir me arrastró hacia él esfumando la distancia entre nosotros. —Descuida, siempre estaré aquí para evitar que caigas, sólo confía en mí.

Fue en ese instante que sentí su respiración cerca de la mía cuando comenzó la magia. Entonces, como si estuviéramos bailando tango, me dejé llevar por él y decía la verdad. Con cada tambaleo él estaba ahí para sostenerme y en verdad me sentí protegida.

—¿Donde aprendiste a patinar así? —Pregunté al cabo de un tiempo. 

Alex emitió una tos seca y por unos segundos creí que no diría nada. —Antes, donde vivía visitaba un club de aficionados a este deporte, es un lugar enorme con inmensas pistas de patinajes. Hubo un tiempo en el que me quise dedicar a esto, en verdad amaba esta sensación de libertad, de dejarte llevar y al mismo tiempo tener los sentidos atentos porque en un desliz puedes caer. Amaba esa adrenalina que sentimos cuando hacemos cosas arriesgadas. 

Por un momento creí que añadiría algo, deseé que lo hiciera, que siguiera hablado de su pasado, de su vida, de sus sueños. Sabía muy poco sobre él. A veces sentía como si en verdad no lo conociera, como si todo fuera parte de un guión bien ensayando o más bien una mentira bien contada. Me estaba volviendo loca, lo se, pero mis motivos tenía. Lo peor era que cuando lo veía a los ojos o me regalaba esa sonrisa tan característica de él toda esa incertidumbre se perdía en los confines de mi cerebro. 

—¿Por qué lo dejaste? ¿Qué te hizo abandonar la idea de practicar el patinaje?

Sus ojos se perdieron detrás de mí, fue como si buscara la respuesta en algún lugar —Fue cuando mi padre murió. Desde ahí todo cambió para siempre. Mis sueños dejaron de ser mis sueños. Mis metas se esfumaron. A veces es tan complicado seguir adelante que...




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