El chico del segundo B parte 2

Capítulo 15 Una fiesta de cumpleaños.

En mis cumpleaños siempre hacía lo posible por apartar el tema y esperar paciente a que los demás lo recordaran un día antes o sino que al menos el facebook les dijera y fingieran que lo sabían. Lía era todo lo contrario a mí, su publicación hablando de su cumpleaños llegaba a todas sus redes sociales incluso antes de que facebook enviara la notificación. Y si que se formaba un fieston por todo lo alto, uno en el que Ethan y yo como sus dos mejores amigos no nos quedábamos fuera. Su obsesión era tanta que anunciaba el importante día incluso con dos semanas de antelación para que nadie olvidara comprar su regalo. 

Esa semana que antecedió al día de su fiesta estuvimos muy ocupados en los preparativos, comprando desde las más disímiles bebidas alcohólicas hasta los más exquisitos bocadillos. Mi amiga era pobre al igual que yo pero ese día su madre tiraba la casa por la ventana, además de que recibía el dinero de la mantención de su padre. Él y su mamá estaban separados pero no dejaban de lado a sus hijos y compartían los gastos de todo lo que tenía que ver con ellos. 

—¿Lia, lo invitaste verdad? —Preguntó nuestro amigo desde el sofá mientras llenaba vasos de mezclas de diferentes bebidas. 

Lía se hizo la boba —¿A quién? 

—Al camarero gruñón —Murmuré antes de darle un sorbo a mi bebida y hacer una mueca.

—Supongo que si, le envié la invitación a todos los del instituto. 

El chico apartó la mirada y de la nada frunció el ceño. —¿Invitaste a Maicol? 

Lía puso los ojos en blanco y aclamó al cielo para que le diera paciencia.  —Que si, invité a todo mundo incluyendo a Rita. Todos tanto mis amigos como mis enemigos tienen que ver la fiesta que voy a hacer con todo y mi pobreza.

Ethan se recostó del sofá y cerró los ojos. Mentalmente busqué en mi lista de nombres y rostros hasta que di con el susodicho. Maicol era el chico con facciones asiáticas que vi en la fiesta de Halloween, aquel que se estaba besando con él en los baños. El mismo al que le dio un puñetazo en cuanto vio que yo los vi. Entonces entendí su preocupación. Le daba miedo encontrarse con él otra vez después de lo que había sucedido ese día.

La mirada del chico se cruzó con la mía y tomé su mano con fuerza para que supiera que podía contar conmigo.

10 de la noche, las luces en colores ya estaban encendidas, la música a todo volumen resonaba por todo el lugar y el olor a bebidas alcohólicas se expandía por cada rincón de la casa de una Lía escandalosa que chillaba, saltaba y bailaba por doquier. 

Ya iban llegando los invitados. Desde la cocina un Ethan encarado servía las bebidas y yo me convertí en mesera entregando vasos por doquier. 

Como a la media hora deje mi trabajo a un lado y arrastré a mi mejor amigo para que bailara conmigo. El chico se resistió al principio pero al final cedió a mi yo insistente.
—¡La están pasando bien! —Chilló Lía como si los dos fuéramos sordos.

Asentimos sonrientes y se perdió entre la muchedumbre después de robarle un sorbo a la cerveza de Ethan. 

—Mira quien llegó —Apuntó mi amigo con su baso y seguí su mirada. Mi sonrisa se ensanchó al ver al pelicastaño que acababa de llegar. Estaba vestido de negro como siempre y su cabello caía desordenado. Sus ojos azules se desplazaron por doquier hasta encontrarme y regalarme una sonrisa perfecta. Una que activó cada fibra de mi cuerpo.

Un flash me segó por completo. —¡¿Qué haces?! —Le grité a Ethan y este se acercó para que viera la foto. 

—Quería guardar para siempre una foto de tu cara de enamorada.

Puse los ojos en blanco pero no reclamé pues Alex llegó a nosotros. Sin decir nada estrechó su mano a mi amigo y después se volteó hacia mí.

—Yo, voy al baño. —Murmuró Ethan y se fue.

—Estás preciosa Miseria Elizabeth. —Susurró Alex en mi oído y me ruboricé. Al separarse de mí un poco quedamos de frente y nuestras miradas se encontraron dejándonos en silencio por unos segundos. 

Era difícil de explicar lo que sentía cuando lo tenía tan cerca. En instantes me volvía torpe sin saber que decir. Sabía que estaba mal llevarle la contraria a mi madre, que él y su familia ocultaban cosas y que me debía alejar pero la atracción que sentía hacia él era tan fuerte que me hacía olvidar todo de un segundo a otro.

—Tu también estás... 

—¿Sexi? —Inquirió elevando una ceja y quise empujarlo por su arrogancia aunque al mismo tiempo quería decirle que sí, que si que era sexi, apuesto, lindo por fuera y por dentro. —¿Quiéres bailar conmigo? 

Sin dejarme responder me tomó por detrás llevándome hacia él.

—¿Por qué asumes que quiero bailar contigo?

—Porque soy tu pareja de baile, recuerda. Estamos echos el uno para el otro. 

Puse los ojos en blanco —Una cosa es el tango en el instituto y otra muy diferente... —Me quedé muda al escuchar la canción que comenzó a sonar. Era nuestra canción de tango, aquella que presentamos frente a todos en el teatro. El chico subió las cejas esperando a que dijera algo pero no lo hice. Separándome de él un poco empecé a caminar a su alrededor mientras deslizaba mi mano por su cuerpo. Él me seguía con sus ojos felinos esperando al más mínimos movimiento brusco para atacar. Entonces ocurrió, olvidando las miradas indiscretas que nos empezaron a seguir comenzó nuestro chow al estilo Hollywoodense. Y si que adoré bailar con él y que por segundos me convirtiera en la envidia de muchas. Amé esa sensación de libertad mientras improvisamos al ritmo de la música. Y más que todo quise guardar para siempre su mirada seductora cuando me desafiaba a intentar cargadas difíciles. Y lo hice, con Alex me atrevía a todo, me sentía segura de mi misma, cosa que muchas veces me costaba. 

Al final después de una pausa en la que nos observamos, yo con mis manos en su cabello y él rodeándome por detrás, con un aplauso y algunos chiflidos por parte de las personas a nuestro alrededor salimos de nuestra burbuja alocada. 




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