... Mis ojos estaban clavados en la aguja del reloj y mi cabeza compenetrada en los garabatos de mis hojas. Solté un suspiro y eché un vistazo al resto de la clase: Agustín dibujaba algo en su carpeta y Marcos dormía plácidamente sobre su pupitre, Gimena se estaba pintando las uñas con una maestría perfecta por debajo de la mesa para que el profesor no la viera y sus amigas conversaban con señas, moviendo sus labios exageradamente para entenderse entre sí sin levantar la voz.
Noté que algunos chicos terminaban la tarea de matemáticas que debíamos entregar en la siguiente hora. Yo ya la había hecho una semana atrás, no me gustaba dejar los deberes para último minuto. Al día siguiente también había que entregar un trabajo para la clase de francés, pero el mío ya estaba hecho, por lo que, mientras el resto se pasaría la tarde, y probablemente parte de la noche, intentando terminarlo a tiempo, yo estaría libre.
Y aburrida, muy aburrida.
Pensé en ponerme a ordenar mi cuarto, lo cual seguramente no llevaría a cabo, o verme la nueva película que acababa de entrar al Blockbuster. Pero no sería lo mismo sin Eveline, ambas la habíamos estado esperando con ansias y habíamos hecho planes para verla juntas. Lamentablemente, esa tarde también saldría con sus amigos.
A diferencia de Eveline, yo no tenía una vida social tan activa. Además de ella, mis amistades se limitaban al Centro Estudiantil y a otros pocos chicos más de otros cursos. Con ninguno llevaba una amistad tan consistente como para planear salidas fuera de la escuela y tampoco tenía el suficiente valor de invitar a alguno a hacer algo conmigo, aunque solo fuera para pasar el rato. Solo una vez me atreví a invitar al cine a Stephanie y Melanie, unas chicas con las que ya no me juntaba, pero no resultó muy bien. Mi intención era ver la nueva de Tarantino, pero ellas se partieron de la risa cuando la sugerí y por ser mayoría terminaron eligiendo un drama romántico. El día empeoró cuando volvimos a mi casa donde tendríamos una pijamada: me la pasé un buen rato aburrida mientras ellas hablaban de chismes de los que yo no estaba al tanto, mientras dejaban mis sábanas manchadas con maquillaje. Luego insistieron en hacerme un "cambio de look" que consistía en teñirme el cabello y tuve que ponerme muy firme para dejarles en claro que ni borracha lo consentiría. Más tarde logré que nos pusiéramos de acuerdo para mirar algo en la televisión, pero cuando se aburrieron quisieron hacer bromas telefonicas a las chicos; mis papás eran muy estrictos en cuanto al uso del teléfono y la que saldría pagando sería yo. Finalmente no me quedó más remedio que ponerme dura y enojarme para conseguir algo de orden. Sin inmutarse por mi enfado, Melanie se escapó de la casa para ir al encuentro con uno de los muchachos con los que había conseguido hablar y Stephanie tuvo que ir tras ella porque le había prometido a los padres que no andarían solas, pero no sin antes pedirme disculpas.
La noche había terminado siendo un completo desastre, la experiencia me enseñó que no éramos compatibles fuera del grupo de amigos con el que nos relacionábamos, y a ellas les enseñó que yo era una total aguafiestas.
El timbre sonó y todos salieron pitando del salón, ni siquiera se molestaron en escuchar la tarea que había dejado el profesor. Me acerqué a su escritorio y con calma anoté los puntos que dictaba. Sabía que luego vendrían desesperados a pedírmelos.
Luego de anotarlos e intercambiar algunas palabras con el profesor, salí del salón y me dirigí a mí casillero. Eveline no tardó en buscarme.
—¡Maggie! —Apreció de improvisto. Y en un acto reflejo, di un salto hacia atrás chocando contra el casillero contiguo. La muchacha que estaba sacando sus libros, me miró mal.
—Dios, Eveline, ¿no puedes aparecer como la gente normal? —Ella se encogió de hombros—. ¿Dónde has estado? No te vi en la mañana.
—Los chicos tuvieron reunión del Comité. Fue eterna, pero por lo menos sirvieron bocadillos. —Eveline no era integrante oficial del comité juvenil, pero debido a que sus amigos sí lo eran, acudía a todas las reuniones y participaba en gran parte de los eventos. Ni hacían demasiado, tan solo se encargaban de fiestas y organizar eventos—. ¿Recuerdas que ayer te dije por teléfono que hoy habría una fiesta en lo de Giselle?
—Creí que era el cumpleaños de Carmen —respondí, sacando mis cuadernos.
—Es mañana, pero de todas formas se suspendió. Sin embargo habrá una fiesta en casa de Giselle, ¿quieres ir? —Me miró emocionada. Fingí pensarlo, mientras cerraba el casillero y comenzaba a caminar—. No te atrevas a negarte, últimamente no asistes a ninguna fiesta y sospecho que te estás volviendo una vieja amargada de ochenta años. ¡Mi abuela tiene más espíritu que tu!
—Ya lo creo —murmuré, recordando esa vez en el aniversario de sus padres cuando la anciana se emborrachó y comenzó a hacer desmadres. Sus diente postizos terminaron en el vaso del tío Henry y su peluca en la punta del árbol navideño. Eveline sonrió, recordando lo mismo.
—¿Y bien?
—Sí que asisto a fiestas, fui a la de Roco —mencioné, sintiéndome un poco ofendida por tratarme de amargada.
—Eso no fue una fiesta. Fue un fracaso.
—¿Dónde me dijiste que es?
—En la casa de Giselle. Después de clases iremos en mi auto con Melanie ¿Qué dices? —Noté que intentaba cubrir su entusiasmo, aunque le era difícil con sus cejas elevándose tanto que desaparecían bajo su flequillo rubio.
—De acuerdo —acepté, resignada. Sabía que si me negaba, Eveline me estaría molestando todo el día. Además se lo debía, ya me sentía culpable por rechazar todas sus invitaciones.
—Acuérdate que nos encontramos en mi auto —me avisó, apuntándome con un dedo antes salir corriendo.
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Editado: 21.04.2023