El Chico Menos Probable

Como tazas giratorias

 

Falta una semana para las vacaciones de invierno.

Mason me invitó al parque de diversiones junto con Erick, Lila, Mel y Rossy. Yo intentaba no pensar en cómo esto es básicamente una cita triple. Erick con Lila, Mel con Rossy. Yo con Mason.

Aunque no expresó que era una cita, solo me preguntó si me gustaría ir y luego sugirió que invitara a Mel y a Rossy también pues Erick y su hermana iban a ir también.

Fue por mí a mi casa y me llevo a la de él, me dijo que Erick ya se había adelantado con Lila porque iban a pasar a comprar algo de comer antes de llegar.

Mel y Rossy llegaran también por su cuenta, en el auto de Mel.

Eso significa que yo estaré con Mason a solas, en su auto, hasta que lleguemos. No es como si no ha sucedido antes, pero, bueno, ahora las cosas se sienten diferentes.

Mason me pidió pasar antes a su casa para cargar su teléfono pues se le olvidó y no le gusta salir sin batería. Le aseguré que estaba bien, tenemos toda la tarde para divertirnos.

—Hola —Mason saluda a Anabelle, quien está sentada sobre el sofá con unas cajas en el suelo—. Regresé.

— ¿Qué? —Pregunta—. ¿Tan pronto? ¿De verdad? ¿Por qué?

Mason se encoje de hombros. —Porque Karlie te extraña y quiso venir a verte.

Sonrío. —Hola Anabelle.

Ella niega, con una sonrisa en sus labios. —Hola Karlie, dudo mucho que eso sea verdad pero lo creeré.

—Voy a cargar mi teléfono —anuncia Mason.

Anabelle estira su mano y me hace señas para que me sienta a su lado. —Ven, te enseñaré algo.

Mason suspira. —Bajaré rápido —anuncia.

Asiento. —Tomate tu tiempo.

Me acomodo a un lado, Anabelle retira una caja para que no me estorbe. Ella toma algo parecido a un libro y lo coloca sobre su regazo. —Mira, te enseñaré unas fotografías de Mason —abre por la mitad y ahí están, impresas y pegadas sobre las hojas—. Aquí tiene seis meses.

Me la acerca, sonrío cuando veo al pequeño Mason con poco cabello y mejillas rosadas. —Es adorable.

—Tengo de Lila también —cambia de página y me la enseña, es básicamente igual a Mason bebé—. Y aquí está Miranda, es tan linda.

Sonrío viendo las fotografías de los hermanos Brooks, son tan tiernos. Luego Anabelle gira otra página y veo que aparece una chica como de doce años con un vestido azul y al fijarme, noto que es Anabelle.

—Eres tú —digo.

La cubre. —Ay, si… no me gusta esa foto pero lo hice como terapia.

Rasco mi mejilla. — ¿Cómo terapia? —Parpadeo—. Pero si te ves linda ahí.

Hace una mueca. —Bueno, cuando era niña no me sentía muy bien con mi cuerpo —afirma—. Me sentía muy fea y cuando crecí, todo era peor. Tenía una amiga que lucía mucho mejor y terminó saliendo con un niño que a mí me gustaba.

Acomodo mi cabello detrás de mi oreja. —Oh, creo que puedo entender cómo te sentías —digo—. ¿Y cómo cambió? ¿Cómo hiciste para sentirte mejor?

—Um, creo que muchas cosas pasaron —sonríe, viendo la fotografía—. No fue fácil, realmente llegué a evitar verme en un espejo porque no me gustaba como me veía pero poco a poco fui aprendiendo sobre lo importante que es respetarnos a nosotros —afirma—. Empecé a hablar con personas en internet que se sentían como yo y entre todos nos ayudábamos, nos motivábamos y nos aconsejábamos.

Sonrío. —Eso es lindo, me alegro.

—Sí —suspira—. No fue fácil pero salí de ello, todos tenemos esperanza y algo que cambió mi manera de pensar fue cuando me dijo, mi ahora esposo— sonríe—, algo: tu vida tiene un peso universal.

Asiento.

Ella continua: —Yo lo conozco desde la escuela y él encontró una cuenta que yo usaba para hablar con esas personas —me explica—. Entonces él me buscó en la escuela y me dijo: Anabelle, no tengo idea cuáles son tus creencias pero Dios te hizo y tu vida es importante, este mundo puede ser un mejor lugar porque tú estás en él —sonríe tiernamente—. Me aseguró que mi vida tiene un peso universal, que él sí creía en Dios, en el mismo que hizo todo el universo y que ese Dios, me hizo a mí.

Levanto mis cejas. —Vaya, eso es… muy dulce.

Se encoje de hombros. —Sí, lo es. Él es serio pero su corazón es suave y es tan amable, es una gran persona —cambia de página y me muestra una fotografía con él—. No digo que ese día todo cambió mágicamente pero algo empezó dentro de mí y ahora, soy una profesora que les recuerda a sus alumnos todos los días lo importante que son.

Asiento. —Entonces, ¿Crees que es así? ¿Todos tienen un peso universal?

—Claro —afirma—. Tú puedes hacer de este mundo un mejor o peor lugar. Yo pienso que ya tenemos suficientes tragedias y personas malas, yo solo quiero cambiar el rumbo de la vida de las personas, aunque sea con una pequeña acción.

Trago saliva. —Eso es genial, de verdad. Me hubiera gustado escuchar esas palabras antes.

Junta sus cejas. — ¿Tú te sientes mal contigo misma? Pero si luces tan segura de ti.

Lamo mis labios. —Bueno, en parte lo soy pero también, algunas veces me he sentido insuficiente.

—Eres suficiente —responde Anabelle—. Tienes que ser suficiente para ti misma, no se trata que te conformes o que no intentes mejorar pero empieza desde el punto de partida donde te veas a ti y digas: Quien soy ahora está bien, puedo mejorar pero ahora mismo, me amo.

Anabelle es sabia, así la definiría.

Me la imagino a ella de joven, luchando cada día contra su mente pues no se sentía bien con quien era. Me la imagino ahora, llegando al corazón de sus alumnos y plantando palabras dentro de ellos que siempre recordarán.

—Gracias —digo—. De verdad.

— ¿Qué hacen? —Mason baja y se sienta a mi lado.

Lo volteo a ver. —Nada, tu hermana es asombrosa.

— ¿Anabelle? ¿Asombrosa? —molesta.

Lo empujo con mi hombro. —Claro que sí —escucho que suelta una pequeña risita—. Oficialmente estoy fuera de tu club de fans y ahora soy fan de Anabelle.

Entorna sus ojos. —Es un club muy solitario, solo estás tú y su “osito de goma”




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