La primera estrella siempre era la más hermosa. Siempre me quedaba sorprendida por su aparición y esplendor. ¡Era tan maravillosamente luminosa! Siempre aprovechaba para pedir un deseo apenas la veía. La primera estrella siempre te concedía un deseo. Las que le seguían nunca brillaban tanto como la primera. Al mirar al cielo creía que caían a mí alrededor, rodeándome como un manto de luz. Sentía como que pudiera atraparlas en las palmas de las manos.