Era febrero. Un mes doloroso para mi. Un año más de mi pérdida. Así que me senté en mi sitio preferido del observatorio y mi mirada se perdió entre las estrellas. Podrían haber pasado horas o segundos, no lo sabía. Entonces sentí que alguien se sentaba a mi lado y se quedaba quieto, en silencio, acompañándome a ver las estrellas.