Capitulo Dos
La primera calada y un corazón visible (Parte Dos)
Paula despertó a las siete de la mañana por el sonido del campanario de la iglesia de al lado.
Parecía ser un sueño. Estar aquí, lejos de esas miserables tierras argentinas que sólo le causaron desgracias internas. Con cautela tomó un cigarrillo más y lo fumó lentamente saliendo al balcón.
Por lo despistada que era no se dio cuenta que los restos caían hacia abajo e inconscientemente ensuciaban a los transeúntes que pasaban por ahí.
Notó que un joven se detuvo alzando la vista a donde ella, pero no le dio importancia y siguió fumando con la vista al frente.
Entonces una voz la alertó y entró a la habitación.
—¡Hola! ¿Cómo amaneciste? —preguntó Martín con dos platos de ensalada de frutas y jugo.
—¡Buen día! ¡Muy bien, Muchas Gracias! —sonríe ella sentándose en la cama.
—Paula—dijo el chico comenzando a comer su plato— Me gustaría que me cuentes un poco más de ti. A ver si tal vez pueda ayudarte en algo más.
Una pausa larga se manifestó. Para la joven Paula confiar otra vez en alguien era como lanzarse desde un helicóptero sin protección alguna.
Irónicamente esta misma frase que escucho de sus "amigas" al conocerlas. ¿Es que acaso las amistades tienen ese mismo protocolo?
Las únicas personas que ella quiere ver es a su querida hermana Elizabeth y a su madre Silvia.
Respiró y hondo y comenzó a hablar.
—Mi mamá y hermana dejaron Quito y no sé a dónde fueron —miró el cenicero donde ya reposaban las colillas de su tan ansiada nicotina—Si puedes y quieres ayudarme, quisiera que me prestes una computadora. Las buscaré en redes sociales e iré a donde ellas ¡Por... Por favor —exclamó finalmente con mucho recelo.
El moreno notó la inseguridad y miedo que ella transmitía al hablar.
—Algo tan grave debió pasar —pensó para sí mismo levantándose de la cama y yendo por aquella computadora—
Buscó su pequeña notebook, la reinició y abrió el buscador.
—¡Toma! Puedes meterte a Facebook y tratar de localizar a quien necesites —pronunció Martín.
—Gracias —concluyó Paula escribiendo su correo y contraseña.
Un primer intento salió fallido. Por segunda escribió su clave sin éxito.
—La tercera debe funcionar.... —susurró.
El último intento falló.
Automáticamente Facebook mandó un código al correo electrónico de Paula, pero para su mala suerte ella había olvidado su contraseña de mensajería.
¿Por qué ahora? Alguien debió cambiar sus cuentas. El estrés se presentó, pero sigilosamente trató de calmarse.
—Martín... —llamó Paula— ¿Puedes prestarme una llamada? —intentó recordar el número de celular de Elizabeth.
—¡Ten! —Martín sacó su celular.
Paula marcó el número de su hermana una y mil veces sin resultado alguno.
Silvia su madre había cancelado su línea telefónica y no solía usar redes sociales. Para ella aquello era una traba para las generaciones y pocas veces discutía con sus hijas sobre el manejo de sus teléfonos.
Cuánta razón tenía….
Sin darle tantas vueltas se creó una nueva cuenta y buscó a su familia.
Fácilmente encontró a su hermana como Elizabeth Torres. Con lágrimas en sus ojos empieza a escribir un largo mensaje.
Ely, Hermanita mía. Soy Paula ¿Dónde están? He estado cautiva durante siete meses en Argentina. Andrea y Úrsula me han vendido como una maldita mercancía a un farsante que se hizo pasar por guía de turismo. Cuando finalmente regresé no las encontré ¿Por qué se fueron? Elizabeth.... he estado en el mismo infierno con el único consuelo de verlas. Y me han dejado sola ¿Es que acaso no me buscaron? Al ver solamente a aquellas dos traidoras ¿No preguntaron por mí? En este momento estoy perdida en el centro histórico sin esperanza alguna. Si aún creen en mí. ¡Búsquenme! Estoy al lado de la casa de Manuela Cañizares. ¡Las espero!
Al acabar aquel largo y conciso comunicado. Se secó las lágrimas y cerró la pequeña computadora.
Las posibilidades de hallar soluciones a Paula se le acababan. Muy pronto el muchacho que tan amable le dio estadía preguntaría por sus decisiones.
Se acostó en la cama y concilió el sueño.
Pasaron tres horas y un olor exquisito inundó el olfato de la chica. Se dirigió a la cocina y encontró a Martín con unos platos en mano.
—¡Es hora del almuerzo! —el chico sonrió levemente mientras la invitaba a pasar a la mesa.
Paula se sentó con cuidado y Martín sirvió una serie de platos en la mesa.
—¡Preparé estas recetas! —puso el primer plato en el lugar de Paula.
Era una especie de rollo de pollo con vegetales empanizados en salsa blanca.
La chica tímidamente dio un bocado. Y lo que probó le gustaba. Tras acabar esta especie de entrada, Martín sirvió un plato fuerte que consistía en un ceviche de pescado y camarón con un toque de tequila y mango.
Paula daba cada bocado como si fuera un misterio probar aquella exquisita comida.
—¿Qué tal? ¿Te gusta? —preguntó con nervios
—Si... —contestó ella degustando ahora con rapidez —¡Está delicioso! —dijo muy feliz— ¿Dónde aprendiste a cocinar así? —preguntó muy entusiasmada—
—Estoy estudiando Gastronomía en la Universidad de las Américas —respondió el chico orgulloso de su gran talento.
—Cocinas muy rico —musitó Paula con el platillo ya terminado.
—¡Hey muchas gracias! —expresó Martín levantándose para ir por el postre— Y cuéntame... ¿Qué pasó? ¿Pudiste contactarte con tu hermana?
—S... Si —hizo una pausa larga— Pero aún no responde mis mensajes —bajó la cabeza— Espero que muy pronto ella me busque —concluyó.
—¡Paula!, Sé que no me conoces mucho y que no tienes idea de quien realmente soy. Pero, siento que estas sola en esto y algo te pasó. —Martín comenzó a hablar un poco más serio— No te pido que me digas que es lo que sucedió contigo. Tan solo quiero ayudarte.
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Editado: 08.07.2020