El Círculo en el Bosque

Capítulo 1: Bosque

Sonó el timbre. Melina continuó inmóvil en su banco, abstraída del entorno. Entre la multitud de oscuras emociones que la asolaban había aparecido una nueva, una incómoda sensación de inminente desgracia que la venía persiguiendo desde las primeras horas del día. A estas alturas la sensación ya se había transformado en un presentimiento insistente del que no lograba deshacerse. El sonido del timbre terminó por transformarse en silencio sin que ella lo notara y para cuando logró reaccionar, el aula ya estaba vacía por completo.

La repentina soledad le produjo un escalofrío. El banco detrás suyo estaba tan vacío como el resto; Adrián había desaparecido a la mitad de la clase una vez más. Debía tener sus razones y Melina no podía culparlo, ella lo había estado evitando todo la mañana. Se sentía abstraída y lejana, como si todo lo que había ocurrido la noche anterior le hubiera ocurrido a alguien más. No comprendía la naturaleza de sus emociones. Quizás necesitaba más tiempo para procesarlo. Adrián había hecho uso una vez más de su talento único para escabullirse sin que nadie lo advirtiera, pero Melina no estaba segura de haber notado sus movimientos en su abstracción del mundo. En otro momento Melina se hubiera encogido de hombros sin más, pero hoy se sentía molesta porque no era el mejor momento para estar sola, no con ese péndulo de incertidumbre balanceándose sobre su cabeza. Frunció el ceño y se levantó de su asiento. Cuando rescató su mochila del suelo un recuerdo inquietante en la voz de una compañera llegó a su mente. Sacudió la cabeza para sacárselo de encima, salió del aula y sus pasos veloces resonaron en el pasillo. Desde allí se alcanzaba a oír el bullicio de los estudiantes bajando el último tramo de las escaleras. Todos se dirigían hacia la planta baja porque había un evento en el salón de usos múltiples, una presentación de asistencia obligatoria para los alumnos. Melina se sintió afortunada de que la directora hubiera elegido justo esa hora para hacerla; saltarse la clase de matemática representaba un gran alivio para su cerebro sobrecargado.

Llegó a la escalera pero algo la obligó a detenerse ante el primer escalón. La sensación se manifestó una vez más, implacable. Sabía que algo malo estaba a punto de pasar, lo sentía en cada centímetro de piel. Lo único que no sabía era de dónde provenía la amenaza. Ante sus ojos inquietos la membrana de la realidad vibró, un sutil temblor en el aire se hizo visible. Un momentáneo desenfoque desdibujó los bordes de los objetos a su alrededor, como si se tratara de una escena de sueño en una película. Melina parpadeó y todo pareció recobrar su nitidez. Pero al mirar hacia abajo notó que algo había cambiado. La escalera del colegio había sido cubierta por completo por una hojarasca húmeda y revuelta. Dentro de ella se extendía una intrincada red de raíces y troncos parcialmente consumida por un suelo oscuro.

Su cerebro reaccionó buscando una respuesta lógica y comprensible. Lo que estaba observando podía tratarse de uno de sus tantos sueños hiperrealistas. Debió haberse quedado dormida sentada en su banco y ahora estaba soñando. Melina sintió que sus sentidos se agudizaban buscando una pista. Tantos años de sufrir pesadillas le habían otorgado la peculiar habilidad de detectar esos detalles borrosos, indefinidos, que diferenciaban un sueño de la realidad. Melina tanteó con su pie, pero el suelo era sólido y firme. Sus dedos recorrieron la textura del tiro de la mochila sobre su hombro pero su relieve estaba allí, bien marcado y continuo. Desde las paredes una multitud de afiches coloridos invitaba a los alumnos a participar de fiestas temáticas o a inscribirse en talleres de artesanías o clubes de ajedrez. Podía leerlos y entender lo que decían: el centro de comprensión del lenguaje de su cerebro se hallaba activo. La claridad de la mañana entraba a raudales por la ventana del pasillo y hasta podía distinguir el polvo suspendido, brillando como chispas dentro de los haces de luz. La charla ruidosa de sus compañeros se oía con claridad. Todo parecía normal, excepto por esta imagen imposible, que seguía ahí, firme ante sus ojos. La suma de detalles percibidos indicaban que esta vez no se trataba de un sueño. Ante esta revelación el miedo a lo desconocido se instaló en su interior, aferrándose a su pecho con garras heladas.

El suelo boscoso parecía real. Sin dudas, era real. El efecto era fantástico, como si alguien hubiese editado la escena usando algún mágico software de retoque, recortando el extraño paisaje desde otro lugar y pegándolo, sin costuras visibles, encima de la imagen original. Melina trató de controlar su miedo respirando hondo. Debía haber alguna forma de deshacer esta ilusión. Reuniendo un poco de valentía dio un paso hacia adelante, esperando que el espejismo colapsara como un castillo de naipes. Pero nada sucedió. Cada escalón parecía estar oculto en parte por hojas secas y restos de corteza, pero de alguna forma era posible percibir que aún estaba allí. Continuó descendiendo, observando como algunas de las barras verticales de la baranda se habían transformado en delgados troncos de pino que luchaban por alcanzar un cielo cubierto y gris. Bajó otro escalón y alcanzó a ver a algunas de sus compañeras charlando al pie de la escalera, que ahora lucía como un pasadizo en el bosque de sus pesadillas. Uno de los chicos parecía estar apoyado contra un árbol, pero nadie parecía notar el cambio. Melina quería creer que su alucinación iba a desaparecer en cuestión de segundos, pero nada indicaba que así fuera. El bosque parecía hacerse más real a cada paso.

Dos peldaños más abajo, lo que más temía apareció ante sus ojos. Ella. Arrodillada en la escalera, con la cabeza gacha, la joven parecía estar meditando o rezando una plegaria con gran concentración. Sus largos cabellos, tan rubios que ya eran blancos, caían en cascada por sobre sus hombros huesudos. Vestía una túnica de color azul demasiado holgada para su cuerpo. Su piel era pálida, macilenta. Sus pies descalzos parecían brillar en el contraste con la tierra oscura del suelo del bosque. La aparición levantó su rostro hacia ella y Melina se largó a llorar en silencio, su terror derramándose en forma líquida, incontrolable. Había otro sentimiento allí, junto al terror. Pero no fue capaz de descifrar lo que era.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, bosque

Editado: 02.11.2020

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