El Club de las Ánimas

Capítulo 03 Los famosos y su privacidad

El Club de las Ánimas

Por
Eliacim Dávila

Capítulo 03
Los famosos y su privacidad

—¡Roja! —Exclamó Eulialia con fuerza, mientras agitaba una mano en el aire y se abría paso entre la multitud—. ¡Oye!, ¡Roja!, ¡soy yo!

La elegante mujer de vestido rojo no reparó en su presencia hasta que ya estuvo lo suficientemente cerca, y sus ojos se posaron en el rostro pálido de la enfermera. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, tan rojos como su atuendo. Dejó a la mitad lo que fuera que estuviera charlando con aquellos hombres, y se viró hacia la recién llegada.

—Ah, pero si es mi enfermera favorita —señaló la mujer de rojo, expulsando algo de humo blanco de su boca al hablar. Su voz era pícara, pero agradable—. Discúlpenme un momento, caballeros —le indicó a los hombres que la acompañaban, y entonces se aproximó hacia la joven de cabellos rubios. No se había dado cuenta aún de que no venía sola—. ¿Cómo estás, cariño?

—Oh, muy bien —respondió Eulalia, una vez que logró llegar hasta ella. Si pudiera sudar, habría tenido que limpiarse su frente por todo el esfuerzo que aquello había significado—. Trabajando duro, como siempre. ¿Y tú?

—Mi trabajo es un deleite, así que todo marcha bien —respondió La Dama de Rojo, e introdujo entonces su boquilla entre sus labios, aspirando algo de ese vapor blanco y luego expulsándolo deliberadamente sobre su cabeza—. No sabía que vendrías hoy. ¿Tienes reservación? Si no, igual te conseguiré un bonito cuarto.

—No vine a quedarme esta vez, lo siento —musitó Eulalia, sonriente—. Mañana tengo que trabajar. Vine porque quiero presentarte a una nueva amiga que necesita pedirte un favor.

Eulalia se hizo entonces a un lado, dejando al descubierto a la mujer de negro que, consciente o inconscientemente, se había parado detrás de ella como queriendo protegerse. Sin embargo, ahora se encontraba totalmente expuesta a la mirada inquisitiva de aquella mujer de rojo, que la observó de arriba abajo. Al inicio su expresión era bastante neutral, incluso se podría describir como fría. Pero luego pasó a un estado de confusión, para paulatinamente cubrirse de un ferviente asombro que casi la hizo soltar su boquilla. La Llorona notó esto, y no hizo más que empeorar su nerviosismo.

—Ella es... —intervino Eulalia intentando presentar a su acompañante, pero Roja no le dio oportunidad de terminar.

—Oh, Virgen Santísima —exclamó la mujer, alzando de más la voz. Su mano izquierda se posó sobre su pecho, acto que fue acompañado de un pequeño sobresalto—. Yo sé muy bien quién eres tú. —Señaló entonces a la mujer de negro con su cigarrillo—. ¡Eres La Llorona! 

Eulalia y el espectro de negro se sobresaltaron, sorprendidas y asustadas por aquel repentino comentario. ¿Cómo la había reconocido tan rápido?

Como fuera que hubiera sido, aquella última afirmación fue captada por varios de los no-vivos que las rodeaban, y que de inmediato voltearon a mirar a la mujer de negro. Cuchicheos comenzaron a brotar de sus bocas, y sus ojos curiosos no hicieron más que ponerla más nerviosa de lo que ya estaba.

—En realidad no le gusta mucho que la llamen... —intentó explicar Eulalia, pero una vez más la evidente emoción de Roja se interpuso.

—Esto es increíble —exclamó la mujer de Rojo, y se aproximó La Llorona. Colocó una mano detrás de su espalda y comenzó a guiarla para que caminara con ella. Ésta no opuso mucha resistencia—. Por mi hotel han pasado los no-vivos más influyentes e importantes de la historia. Presidentes, artistas, héroes de la patria… Pero sólo faltaba que vinieras tú. ¡Soy una gran admiradora!, enserio.

—Gracias, pero yo sólo… —balbuceó temerosa la mujer de negro, pero no alcanzó a decir mucho más.

—Atención, todos —espetó con fuerza la Dama de Rojo, girándose hacia la multitud. La música se detuvo, y en ese momento La Llorona se dio cuenta de que  su anfitriona la había guiado justo al centro de la pista de baile, donde los ojos curiosos de todos los presentes se centraron en ellas dos; más en ella.

Una vez que se aseguró de tener las miradas de todos, Roja continuó hablando, con fuerza para que todos pudieran oírla con claridad.

—Escúchenme, por favor —profirió—. Gracias a todos por venir a verme esta hermosa noche. Especialmente porque hoy tenemos a una visitante sorpresa muy especial. Luego de tantos años, el Hotel Suspiro Rojo se honra en recibir la visita de uno de los fantasmas más famosos del mundo entero…

—¿Del mundo...? —Musitó La Llorona, atónita.

—Les presento a todos, a La Llorona.

Roja extendió su brazo hacia la mujer a su lado para que todos pudieran verla con más claridad. Y en efecto todos los presentes la miraron. La Llorona pudo sentir claramente como sus ojos se posaban en su ser, la inspeccionaban, la juzgaban y exclamaban asombrados.

—¿Es ella?

—¡SÍ!, ¡es ella!



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En el texto hay: humor, fantasmas, mexico

Editado: 06.10.2022

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