“Un club es una sociedad creada por un grupo de personas que comparten ciertos intereses. Los miembros de un club se asocian libremente”.
Las ideas equivocadas que tenían de ellos mismos con lentitud dejaban de llegar, para algunos su tormenta recién había comenzado pero con apoyo se convertía en llovizna. Otros ya estuvieron al borde del precipicio y ahora todo se trataba de aprender a controlar.
Con suerte, los seis han sido más que fuertes y aunque las ganas de rendirse siempre existieron nunca dejaron de avanzar.
Aquellos jóvenes que parecían marineros en naufragio, no fueron amigos, tampoco hermanos, mucho menos usaron la etiqueta de mejores amigos.
Ellos… Eran estrellas.
La mujer entra en un estado de nostalgia al ver a los jóvenes reír, para ellos era su último año, incluyéndola.
—Sus sonrisas nunca deben de apagarse.
Comentó mientras los señalaba, dándoles a entender que era una buena oportunidad para iniciar una charla.
Todos los ojos que había en el aula mantenían su vista en ella, se mostraban confundidos, al parecer no entendían por completo las palabras tan de la nada de la señora ojiazul.
Los presentes en aquella habitación estaban conscientes de que sus voces internas no eran otra persona, si no ellos mismos y si no vencían a aquel individuo oscuro, el resultado solo sería la autodestrucción. Ya lo habían aprendido.
Para ese entonces ya habían presenciado como un ser querido fue casi derrotado por sus miedos, aquellos que lo acorralaron al punto de por poco tirarlo al abismo.
—Sé que no debería interrumpir pero ¿A qué se refiere exactamente con no dejar de sonreír? ¿No debemos llorar entonces?
El joven ojiazul pregunta esperando una respuesta sin dejar de comer.
Incluso en esos momentos, la profesora Hilda no podía dejar de ser directa. Era una parte de su personalidad y qué era imposible de eliminar.
—Eres un idiota, un tremendo idiota.
Ella negaba con una sonrisa mientras los demás se burlaban un poco por el comentario.
—Quiero darles a entender que a pesar de las adversidades a las qué se enfrenten, la tristeza ni sus miedos deben apoderarse de ustedes.
Los cinco chicos presentes entendieron a qué se refería, más bien… Entendieron a quién se refería y de una forma u otra, se lamentaban por entender aquel significado.
Situaciones desagradables de vivir pero tan llenas de aprendizaje.
De todos los presentes, Daiana era la que menos le temía a Hilda, y con certeza se podía decir que aquellas dos mujeres, eran almas gemelas. Mujeres de poco hablar pero directas y expresivas.
—Hilda ¿Qué se supone que haremos ahora?
La mirada de la rubia se conectó con la de la profesora alemana.
—No es suponer, es lo que haremos y seguir luchando es la única opción —Le dio un trago a su taza de café—. El tiempo no espera y cómo ya saben, la vida tampoco, solo hay que asegurarnos de nunca dejar ni perder el brillo.
Y si miras detenidamente al cielo, te darás cuenta que eres parte de él.