El club de los raros

Capítulo XXIII - Acosador

 

 

—¿Y Felipe?— No lo he visto en todo el día, no me pareció extraño. Pero llegué tarde y aún así, no se encontraba con los otros chicos. 

 

—Lo vi por los lados de la biblioteca...— Dice restandole importancia al asunto Manuel

 

—Ya vengo. Manuel queda a cargo y por favor, no se maten...— Les advierto. Me dirijo a la salida y en el umbral de la puerta me doy vuelta para verlos— ¡Diviertanse!

 

Recorro los interminables pasillos. Hasta llegar al bloque en el que se encuentra la biblioteca, es un largo camino hasta un tercer piso. Cada escalón es más complicado de enfrentar que el anterior. Al llegar paso por la gran verja, que no esconde su interior.  No veo a nadie, simplemente a una amable señora que no me permitió hablar, porque según ella es necesario que salgan palabras para comunicarse. 

 

Derrotada me dispongo a salir del lugar, pero me llama la atención una formación peculiar de libros. Y al dar con lo inusual, lo veo sentado. Se ve cansado, me siento en el suelo a su lado, sin decir nada. Quiero que él inicie, así será más fácil entender la razón por la cual, se encuentra en un lugar tan vacío.

 

—Vete...— Susurra

 

—No me iré... Generalmente detrás de un "vete", hay un "te necesito". No quiero que mientas sobre lo que sucede, si me quieres contar aquí estoy. Pero si no me quieres decir, no te dejaré solo— Su mirada profunda, llena de dolor y resentimiento, me abruma.

 

—Mi hermano... Ese imbecil me tiene harto, me jode día y noche. Le quiero partir la cara, pero no puedo— Apreta fuerte los puños hasta que sus nudillos se tornan blancos.

 

—¿Te está acosando?— Quiero confirmar mis sospechas 

 

—Se podría decir. Pero no debes ayudarm...

 

—¿Y donde está?— Pregunto molesta. Una ira irracional se ha alojado en mí y necesito sacarla ahora mismo, o explotaré— Es que iremos ahora mismo y pobre de tí, dónde digas que no me llevarás, porque me conocerás realmente molesta...— Le advierto 

 

Levanta las manos en señal de paz— En serio, no es necesario, yo me puedo defender y por favor no me lastimes...

 

—Sí, te puedes defender y no lo dudo. No pruebes mi paciencia, porque no tengo... Vamos ahora...— Se levanta con miedo y lo halo por todo el colegio hasta la salida.

 

Pasamos por el lado del salón del club y nos siguen a una distancia corta pero prudencial. Me siento tan molesta que hasta debo estar echando humo. Después de unas cuatro seis cuadras llegamos a su casa. Felipe intenta detenerme, no se lo permito, nada impedirá que haga algo.

 

—Ok, ya cálmate...— Se interpone en mi camino Manuel, con los brazos abiertos— Esto no te corresponde...

 

—Dejame pasar, no respondo...— Lo aparto con brusquedad 

 

—Deja de intentar hacer el papel de súper héroe...— Julián me abraza con fuerza y no me suelta, eso solo me desespera más — No eres nadie...

 

Tiene razón, no soy nadie. Soy como una mínima partícula que terminó en el lugar incorrecto e intenta hacer lo correcto —Es mejor que te calmes...— Dice Lauren

 

—¿Escuche bien?... Le están haciendo daño y no harán nada para ayudarlo. ¿Se están escuchando? Podemos hacer algo y yo lo haré. Así que... ¡SUELTAME!

 

La puerta principal se abre, dejando al descubierto a un joven, de aproximadamente 21 años. Se recuesta en el umbral y habla con calma— ¿Trajiste a tus amigos Loser? No me lo tomen personal, pero saquen sus traseros de mi porche, si no...

 

Este es el idiota, es tan soberbio y molesto que me agita más de lo debido— ¿Si no? Le pediras disculpas o no sabes de qué soy capaz...— Lo miro directo a los ojos, es más alto que yo, pero no me intimida ni un poco.

 

—Mira preciosa, eso no tiene que importarte. Te recomiendo tratar con más respeto a tus mayores y mejores en todo— Habla con apatía 

 

—Exige respeto una persona que no lo da. Y yo soy mucho mejor que tú en todo, no eres nadie para tratarlo así...

 

—¿Así que mi hermanito le pidió ayuda a una chica?— Rie— Es tan patético... Se me van, los vi...— Chasquea los dedos apresurandonos 

 

—No me iré, hasta que lo dejes en paz...

 

—Mira niñita inmadura...— Me toma fuerte el brazo— Tú no mandas en mi casa...

 

—Si quieres romperlo, no me importa. Igualmente ya no se siente. Te lo pediré amablemente por última vez... Disculpaté— Muevo la cabeza levemente

 

—No— Y le doy un cabezazo a la altura de la nariz. Me suelta y se presiona el tabique— ¡¿Estas loca o qué?!

 

—¿Te disculpas?— Suena más a una orden que a una pregunta —¡Que lo hagas!— Aprieto la mandíbula y los puños

 

—No sabes lo que te haré estúpida...— Me intentan detener pero esta vez no pueden

 

—No sabes de lo que soy capaz, solo hazlo para que me pueda ir...— No siento mi frente, estoy un poco aturdida y desorientada, fue un golpe fuerte

 

—Bueno, lo siento... ¿Contenta?— Esta en el suelo y se pone en pie— Dejaré en paz, a la señorita que se esconde tras las faldas de su amiga. Si así sacan a esta loca de mi porche...

 

Miro a mi alrededor y todos me ven raro, parpadeo con dificultad y caigo al suelo. Que suerte que esta el piso para amortiguar mi caída. Toco mi frente y no sé si la sangre que está en ella, es mía o de él. Me levantan y no recuerdo muy bien que camino tomamos. Me duele la cabeza y mi respiración se empieza a acelerar, cada vez más, el aire se está escapando de mis pulmones. 

 

Manuel me carga gran parte del camino hasta mi casa y al llegar, le doy las llaves a Lauren para que abra. Me acuesto en el sofá de la sala y ellos se reúnen en la cocina. Empiezan a hablar pero no alcanzo a distinguir lo que dicen. Con mi mirada distorsionada por el dolor localizo el número de Nicolás y lo llamo.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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