El club de los raros

Capítulo XXIV - La felicidad

 

 

Cuando llegó mi padre todos huyeron como cobardes. Al verme me recordó lo irresponsable que soy y también lo preocupado que está. Pasó regañándome prácticamente en una hora y lo único que hacía era asentir, no podía pelear con él, no me convenía.

 

Falté a clases en lo que la inflamación disminuyó, parecía que una segunda cabeza me estuviera saliendo. Mi padre me prohibió las visitas, porque no es una buena idea que hable cuando me duele algo. No es porque me queje de más, es porque me siento muy incómoda y generalmente las cosas salen mal.

 

Pase la semana viendo televisión, leyendo un poco. Tengo un gusto extraño por las enciclopedias, pero me gusta leer de todo, no importa el género o la narrativa, simplemente leo. Al final de la semana ya me veía considerablemente mejor. 

 

El trabajo es lo que más preocupa, porque le importa mucho a Julián, creo que necesita un buen promedio para la universidad. Ni siquiera sé a ciencia cierta qué quiero hacer con mi vida y él ya tiene planes fijos, por lo pronto no me preocuparé. 

 

El lunes en la mañana nos hicieron varios exámenes, tocaba entregar trabajos y cosas así por el estilo. No me agrada que nos evalúen, porque lo único que evalúan es la capacidad de memorizar y cumplir trabajos establecidos. En el mundo real no se evalúa eso, no sé que, pero eso no.

 

—¿En qué piensas?— Pregunta Lauren

 

—En los exámenes, no fueron fáciles, estuvieron complicados... —Miento.

 

—No te preocupes, de seguro te fue excelente. Yo no sabia muy bien qué estaba haciendo, pero espero sacar seis...— Añade Manuel 

 

—No hay que ser conformista, pero lo importante es pasar...— Interviene Lauren— ¿Nos vamos ya?

 

—Lo siento, debo hacer un trabajo con Julián. Me voy...— Me dirijo a donde se encuentra, al parecer no le caemos muy bien que digamos, pero bueno, es solo un trabajo.

 

—Casi que no...— Dice molesto— Tenemos que empezar...

 

—Ya, tranquilo. La violencia no es la respuesta. Vamos ya es tarde. — Caminamos hasta su casa, a que elija un color.

 

—Me gusta esta... ¿Qué te parece?...

 

—¿Estas buscando mi aprobación?... Nunca me lo imaginé, pero si. Es un verde bonito y no debe ser difícil encontrar un fondo para ese color...

 

—¿Iras así?— Me mira de arriba a abajo.

 

—¿Acaso no te agrada mi vestimenta?— Pregunto ofendida y él se encoge de hombros.— No necesito que te agrade mi ropa, solo quiero terminar esto, para ojalá estar cuestionando mi existencia en estos momentos... Cosas de rutina sin importancia. Y si terminaste...

 

—Ya— Me Interrumpe. — Yo solo preguntaba...

 

—Lo siento, estoy un poco emocionada o de pronto es miedo, posiblemente sea terror... La verdad no me entiendo ni un poquito. Y no debería o ¿Sí?— Me quedo mirando un punto vacío.

 

—¿Qué?— Lo volteo a ver.— Eres muy rara, pareces loca...

 

—Sí... Pero recuerda: Parecer, no significa ser...

 

Por ningún lugar vi a su hermana, me parece extraño. Me pide que lo espere afuera y salgo, me siento cansada, así que me siento en el césped. A esperar y veo que viene en un auto negro.

 

—Wow, creo que ahora soy la más pobre de los dos...— Me subo en el asiento del copiloto.— Bueno, es posible. Igualmente no me permiten conducir...

 

—¿Por qué?— Interrumpe.

 

—Es una cuestión legal, según la corte no gozo de mis capacidades para estar tras el volante...

 

—¿Qué hiciste exactamente?— Noto temor en su tono voz.

 

—Creo que no confias en mí y no te juzgo, ni siquiera yo lo hago. ¿Te doy miedo?...

 

—Un poco, sí... ¿Por?...

 

—Es mejor que no te diga, posiblemente saltes del auto y huyas lo más lejos posible de mí... ¿A dónde nos dirigimos?— Se queda en silencio. Me debe estar ignorando, así que me limito a ver como pasa todo por la ventana del auto. Miro a mi alrededor, me muevo y me remuevo. No me puedo acomodar en el asiento, me abrocho el cinturón y lo desabrocho. 

 

—Deja de hacer eso...— Agacho la cabeza y me quedo en una sola posición, me siento tan minúscula. Como una niña sin voz ni voto, ante Julián. Eso me causa gracia y sonrio. —¿Qué?— Pregunta amenazante. 

 

—Nada... Nada...— Me encojo de hombros de lo más casual. 

 

—¿Te causa gracia?— Ya me fastidió. 

 

—Ush... Más tocado que celular de minutero... Deberías relajarte, no me estoy riendo de ti.— Le aclaro.

 

Rie— ¿Más tocado que, qué?

 

—Bueno, que te ofendes por todo. —Empiezo a golpear mi cabeza, suavemente, con la ventana.

 

—¿Por qué actúas como loca?— Suelta de la nada.

 

—No, no actúo como loca, o bueno es posible. Lo que pasa es que... No sé cómo explicártelo, pero cuando estoy incomoda o eufórica, tiendo a realizar acciones no racionales...

 

—¿Repasaste lo que ibas a decir?— Notó lo monótona que sonó mi voz.

 

—No, me lo han preguntado en varias ocasione. Por ejemplo, tengo una costumbre extraña. Cuando me dan nervios, para calmarme froto mi frente...

 

—¿Y por qué lo haces?

 

—Me he preguntado lo mismo, y ¿Sabes qué?— Me mira expectante. — Nada, no lo sé explicar... Por lo menos tú tienes metas...

 

—Sí, después del colegio estudiar administración de empresas. Y me dedicaré a la compañía familiar... ¿No tienes planes?— La sorpresa en la pregunta me confunde.

 

—¿Acaso parece que que tenga algo claro?— Asiente, como si demostrara lo más obvio del mundo.— Mis planes, son mantenerme viva... No soy ambiciosa...

 

—¿Y de qué vivirás?— Ha empezado el interrogatorio. 



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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