El club de los raros

Capítulo L - Un acuerdo

 

 

—¡Jóvenes, orden! —Pide nuestra directora de grupo. Hoy nos citaron por grupos en un salón específico, no entiendo para qué, pero supongo que está bien. Ninguno de mis compañeros ha parado de hablar de lo increíble e inolvidable que será la graduación, ahora es lo único en lo que piensan. Además, de planear su futuro.  Por lo que he oído, unos irán a la universidad, otros estudiarán, algunos conseguirán un trabajo y los otros no tienen un plan. Me incluyo en los que no tienen un plan, solo me estoy dejando llevar por el momento. —Empecemos de una buena vez... Cuando escuchen su nombre se acercan. —Por un momento el salón queda en silencio mientras da las instrucciones, pero al terminar vuelven con el bullicio inicial. —Amaranto... —Inicia.

 

—¿Y qué planes tienen? —Pregunta Mike, de vez en cuando me habla y eso de cierta forma me causa curiosidad. —Yo me presentaré a las convocatorias de fútbol en España... Así es muchachos, los abandono, espero y no me extrañen mucho. le —Le añade un tono dramático. —¿Y tú? —Le pregunta a Julián.

 

—La universidad... Administración de empresas, planeo seguir en el negocio familiar. —Se encoje de hombros. —¿Y tú? —Me mira directamente, miro hacia atrás confundida, tal vez le pregunta a alguien tras de mí. Volteo y no hay nadie, además, mi acción provoca que rían.

 

—Pues... Yo... Yo no tengo un plan. No sé que quiero hacer, pero si sé que iré a la universidad y todo el mundo me conocerá. O por lo menos mi padre se sentirá orgulloso. —Sonrio imaginando el futuro que me espera.

 

—Igual... No quiero decepcionar a mis padres, además me apoyan ciegamente, sería un golpe muy bajo para mí. —Dice Mike un tanto asustado.

 

—Oh, no digas eso. De seguro lo consigues, ojalá y todos lo hagan. Pero si fallas, recuerda que solo fue el primer intento y tendrás muchísimos más... Demasiados, solo no dejes pasar una buena oportunidad. —Mis palabras parecen reconfortarlo un poco.

 

—¡White! —Sigo yo, la ultima en la lista. Me acerco a la maestra y examina unas hojas. —Vas perdiendo física, has algo. —Habla sin tomarse la molestia de voltear a verme.

 

—Espere, ¿Qué?... No le comprendo. —Es cierto, puede que pierda alguna materia, pero nunca una tan importante como física, además que es la favorita de Nicolas. —Revise bien, creo que se equivoca. 

 

—No... Mire. —Señala la hoja y me acerco a mirar. —Aquí claramente dice quee va perdiendo física. —Efectivamente, dice: "Física, pendiente".

 

La rabia y la impotencia se apoderan en cuestión de segundos de mí. —Necesito ir a hablar con el maestro. —No le estoy pidiendo permiso, solo le aviso que me voy.

 

—De acuerdo. —Me sorprende que no proteste. —De hecho, el que necesite hablar con algún maestro puede... —No escucho lo que iba a terminar de decir, salgo directamente a buscar a Jacob.

 

¿Cómo es posible que vaya perdiendo física?... ¡Física! Esto es imposible, inconcebible, es que no me cabe esa idea en la cabeza. Estoy molesta y frustrada. Se supone que es lo mío, las matemáticas son todo en mi vida y ahora no puedo probarlo. Es que me esforcé tanto, lo dí todo de mí... ¿Y para qué?, para nada, porque al final parezco una inepta. No hay nada peor que esforzarte en algo, poner toda tu energía en ello y que al final nada valga la pena, que todo se caiga porque no eres capaz. 

 

Tal vez tengan razón y merezco perder física, pero lo dí todo de mí, e igualmente fallé. Me fallé a mi misma, a mi padre, a Nicolás, que confía plena y ciegamente en mí. Soy la peor escoria de este mundo, nunca puedo hacer algo bien, las cosas tienen que salirme mal, porque tienen que salirme mal de verdad. ¿Y si no logro graduarme?... He soñado con ese momento desde hace más de una año y aún así, soy tan mediocre que olvidó por completo mis responsabilidades y me centro en mí. Cuándo aprenderé que yo no importo, que deben verse mis resultados para que me tomen en cuenta.

 

—¡Hey, Amelia!... ¿A dónde vas? —Julián se interpone en mi camino.

 

—Voy perdiendo... Y es que ni siquiera puedo vocalizarlo. Lo siento, no soy capaz de decirlo, es muy horrible. —Me dan escalofríos y una extraña sensación de presión en mi pecho evita que diga que perdí física. Eso es una humillación total par mi. —Necesito hablar con el maestro de física. 

 

—Ok, te acompaño. —Hace un ademán con la mano para que siga con mi camino.

 

—No, por favor no. Es que no quiero que alguien sepa que soy un fracaso total y que no soy buena en algo. Y que mi racha se da por terminada oficialmente el día de hoy. —¿Lo dije o lo pensé?... Lo dijiste... Que bruta soy... Indiscutible afirmación...

 

—No entiendo muy bien lo que dices... Pero, te acompañaré igualmente. —Sigo caminando, lo escucho hablar y simplemente asiento, no me puedo concentrar en otra cosa que no sea lo que sucede en este mismo instante.

 

Entro directamente en el salón que siempre está y ahora sorpresa mía no soy am única esperando par hablar con él. Entro junto con Julián y nos sentamos a esperar. Julián intenta iniciar una conversación, pero lo único que hago es negar cada vez que habla. Me siento tal mal, tan acelerada y tan molesta que prefiero el silencio. Pasan varios minutos y ya estoy más impaciente que al principio, empiezo a sacudir históricamente mi pierna. —No lo soporto...

 

—Ya, cálmate. No es para tanto, de seguro y es un error. —Intenta ¿Hacerme sentir mejor?, no funciona, antes me siento peor a cada Tic toc del reloj.

 

Aunque es posible que sea un error... No me lo plantee, si, eso es, tal vez simplemente confundió la nota y ya. Ojalá y se solucione hoy mismo, porque esta sensación que recorre mi cuerpo desde la punta de mi pie, hasta la coronilla de mi cabeza, me hace querer hacer todo y nada a la vez. Que raro.

 

—Siguiente. —Indica el maestro y me pongo en pie, camino firmemente hacia él y su sonrisa hipócrita se ensancha. —¿Qué necesita?, señorita.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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