Capítulo XI
PERDIsTE
Ese día estaba de particular buen humor. Calum no era una persona sumamente alegre ni optimista pero ese día sus ojos centelleaban y tenía una sonrisa grabada en el rostro. El desenlace de esa conversación, que debería haber previsto, no iba a ser bueno.
–¿Por qué tan contento, Calum? Si es que puedo saberlo
–lo único que se escuchó en esa pausa melodramática que hizo fue el tarareo de una canción estúpida.
–Hermanito, de eso te quería hablar –la sonrisa de mi hermano mellizo se tornó bastante siniestra. El claro de sus ojos se tornó oscuro y vi problemas avecinarse–. Me da mucha lástima que lo tuyo con Sabine no haya funcionado. Claro, lástima para ti.
–¿De qué hablas, Calum?
–De Sabine y yo, hermano. Pasamos la noche juntos y hasta aceptó aplazar todo eso del suicidio. Se internará en una clínica ¿psiquiátrica se dice?
No sé en qué momento dejé de escuchar. O, mejor dicho, ¿en qué momento dejó de tener sentido la conversación? Pero lo siguiente de lo que soy capaz de darme cuenta es que Calum estaba escupiendo sangre y mi puño adolorido. Entre risas siniestras que voy a tener grabadas en mi cerebro para siempre.
–Perdiste, Liam.
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Editado: 16.05.2021