El Código Luis

6. PUERTAS SE CIERRAN, PUERTAS SE ABREN

La biblioteca empezó a pasar por periodos críticos en que la movían de lugar y a veces no podían abrir, siempre las bibliotecas funcionaron muy a pulmón con recursos bastante bajos y un servicio bastante esencial a la comunidad, sobre todo en algunas más bien marginales donde he visto que hasta la merienda a los chicos le dan, pero esto lo vi más tarde, lo que sí vi que funcionaba eran clases de apoyo, talleres o actividades recreativas.

Pero la biblioteca tenía sus problemas ahora y una profesora de literatura del nuevo colegio me cruzó con Camila en una feria del libro y me invitó a la biblioteca de la cual ella era socia.

Dicho y hecho, hoy más de diez años luego, sigo siendo socio y retirando libros de aquí de manera asidua.

Así fue como encontré una nueva fuente de inspiración y camaradería en una biblioteca diferente, una que no solo me brindó libros y conocimiento, sino también la oportunidad de explorar y descubrir mi ciudad de una manera completamente nueva. ¡porque esta biblioteca quedaba en el centro!

Empezó el periodo de tener que aprenderme las calles o a tomar el transporte público. Junto con mis amigas de antes y algunas nuevas amistades que hice en mi nuevo colegio, nos perdimos un par de veces y nos tomamos unos helados de camino a la biblioteca en varias oportunidades.

Viajando solo también me perdí, pero aprendí que si pagas otra vez el boleto, vuelves al lugar donde te tomaste mal el transporte y el chofer te dice dónde tenés que tomarte el correcto.

Nuestros paseos por la ciudad se convirtieron en aventuras en sí mismos, llenos de risas, conversaciones profundas y pasear libros.

A medida que explorábamos juntos, nuestras amistades se fortalecían, tejidas con hilos de confianza, admiración y apoyo mutuo. Éramos un equipo unido, además de que juntos nos podíamos enfrentar a compañeros y otros grupos quienes se habían vuelto una semilla interesante en mi desafío de vincularme con los demás. 

Lo más importante de esto: me enseñaron a tomar confianza de mí mismo.

Y eso implicaba mi perfil en tanto escritor: Camila empezó a leer mis libros y yo empecé a publicarlos en redes. Primero en Facebook, luego en otras plataformas de lectura.

El libro que tenía guardado con aquel episodio medio oscuro de mi vida lo subí y en las primeras mil lecturas supe que esa era mi misión.

Comentarios tras comentarios, lecturas y votos, inclusive superó las cien mil.

No sabía en qué me estaba metiendo, pero ¡qué afortunado que fui que en su momento me metí ahí!

 




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