El detective Fausto Galvis se encontraba en la imponente y lujosa mansión, conocida como Villa Esperanza. La mansión, ubicada en lo alto de una colina, era conocida por sus exquisitos jardines y su impecable arquitectura. Pero detrás de su fachada de belleza, se ocultaba un misterio: un collar de diamantes valuado en millones de dólares había desaparecido sin dejar rastro. El detective Galvis fue contratado directamente por el alcalde del pueblo y hermano de la víctima, le interesaba resolver el caso y ahora, después de hablar con el dueño de la joya hurtada, estaba a punto de entrevistar a los cinco empleados sospechosos.
El primer empleado en ser entrevistado fue Antonio, el mayordomo de la mansión. Su apariencia impecable y su experiencia en el servicio doméstico lo convertían en un candidato obvio para investigar. Sentado en el estudio que el señor Gandul ordenó disponer, Galvis comenzó la entrevista.
— Don Antonio, me gustaría saber dónde se encontraba usted en el momento en que se perdió el collar.— Preguntó Galvis, mirando fijamente a los ojos del mayordomo.
—Señor detective, estaba ocupado sirviendo a los invitados en la cena que se llevaba a cabo anoche. No me despegué ni un momento de mi deber, puedo dar fe de ello. —Antonio respondió con una voz serena pero firme.
—¿Cómo puede hacerlo?
—Las personas que me vieron sirviendo durante la reunión pueden darla. No tuve un momento tranquilo hasta que se terminó la reunión.
— Puede realizarse don Antonio y que pase alguien mas. — ordenó Fausto mientras tomó varias notas en su libreta.
La siguiente en entrar fue una mujer con un aspecto algo nervioso.
— Cuénteme, ¿Cuál es su nombre y que trabajo realiza aquí?
— Me llamó Isabel, señor, y soy la encargada de la limpieza.
Isabel se quedó de pie frente al detective, jugueteando con su delantal.
—Siéntese Isabel, y cuénteme acerca de su relación con el collar desaparecido. ¿Alguna vez lo vio o tuvo acceso a él.— Preguntó Fausto esperando una respuesta que pudiera arrojar luz sobre el caso.
—Señor detective, tengo que admitir que en una ocasión vi el collar mientras limpiaba ese cuarto, siempre en presencia del señor Gandul, el dueño de la mansión. Pero nunca lo toque, ¡le juro que soy inocente!— Exclamó Isabel, con lágrimas en los ojos.
—Ya puede irse Isabel, y que pase alguien mas.
La mujer salió casi sollozando, y al instante entro otro hombre.
—Tome asiento, y dígame ¿cómo se llama y que trabajo hace?
—Soy Carlos, el conductor de la familia.
— Don Carlos, necesito que me cuente todo lo que recuerde sobre el día en que desapareció el collar. ¿Tuvo algún contacto con el señor Gandul ese día?
—Lo saludé en la mañana nada más, ese dia el señor no salió así que no lo vi durante el resto del día.
— ¿Entonces usted tampoco salió?
— Yo si salí, la señorita Julieta, la hija de don Astón, me pidió llevarla al centro del pueblo.
—¿Sabe usted que diligenciencia iba a hacer la señorita Julieta?
—Soy conductor no detective, yo no pregunto nada y pues no sé nada señor.— La voz de Carlos era tranquila pero nerviosa.
—Puede retirarse, y que pase alguien mas.
Carlos se retiró y entró una mujer con su vestimenta de cocinera profesional.
—Tome asiento, y cuénteme sobre usted y su trabajo.
— Mi nombre es Mariana, y soy la chef personal de la familia.
—Mariana, el collar desapareció en una cena, y como chef, tiene un conocimiento detallado de lo que ocurrió en esa velada. ¿Tiene alguna información relevante que pueda ayudarme?
—Estuve atareada en la cocina ayudando y supervisando los platos principales, pero no noté nada fuera de lo común. Todos los invitados estaban disfrutando de la velada, y nada parecía indicar que algo andaba mal.— La voz de Mariana reflejaba su calma y tranquilidad frente a la situación.
—Retirese por favor y que pase la siguiente persona.
Mariana salio y un momento entro otro hombre, el último de los cinco empleados.
— Póngase cómodo y cuénteme, ¿Cuál es su nombre y a que se dedica?
—Mi nombre es Juan y me encargo de los jardines.
—Juan, como jardinero, imagino que tiene un vasto conocimiento de la propiedad y sus alrededores. ¿Vio o escuchó algo inusual durante el tiempo en que se perdió el collar?— preguntó Fausto, esperando obtener pistas valiosas.
—Detective, estuve trabajando en los jardines hasta que empezó la noche, pero no noté nada fuera de lo común. Todo parecía tranquilo, como cualquier otra noche excepto por los invitados que empezaban a llegar.
— ¿Usted se fue antes de iniciar la fiesta?
—Si señor, apenas llegaban algunos invitados cuando me fui a mi casa. — Juan hablaba con completa serenidad.
— Gracias, puede retirarse.
Tras haber entrevistado a los cinco empleados, Fausto se dio cuenta de que el misterio estaba lejos de ser resuelto. Había más preguntas que respuestas, y ahora era el momento de buscar indicios adicionales. El detective sabía que la clave de este enigma se encontraba dentro de la mansión, y con cada entrevista daba un paso más cerca de la verdad. Sería cuestión de tiempo y astucia desenmascarar al culpable y recuperar el collar desaparecido.
Fausto permaneció sentado repasando sus apuntes, no tenía ningún claro indicio que lo llevara, al menos a fundamentar una sospecha. Lo único que estaba en claro es que habían varias personas detrás de eso.
—¿Ya tiene algo detective? — Preguntó Gandul desde la puerta del estudio.
—Aun no señor, y me gustaría entrevistar a su hija, para validar una información.
—Claro que sí.
El hombre se retiró y después de unos minutos llego a la puerta la joven que llamó completamente la atención de Fausto.
—Siga, señorita, siéntese por favor.
—Gracias, pero mejor hablame de tu, ¿sabes? Mi nombre es Julieta, ¿y el tuyo? — La voz de Julieta sonaba nerviosa y con bastante coquetería,