El collar de la discordia

V

 Fausto pasó el resto del día en la habitación del hotel observando detalladamente la grabación, sin embargo, no pudo encontrar nada fuera de lo normal. No habían cortes, ni pausas en la grabación lo cual descartaba cualquier adulteración en las cámaras o las grabaciones.

—Definitivamente el criminal está en la casa.— Dijo para si mismo mientras bebía un cappuccino que había solicitado. — Mañana voy por tí, ladronzuelo—.

A primera hora del día siguiente, se encaminó a la.mansion Gandúl, donde fue recibido por Antonio, quien lo condujo a la sala de mansión.

—Buenos días, señor detective.— Saludó Julieta al verlo llegar en compañía del mayordomo. —No me diga que tan pronto vino por la revancha.

—Buenos días, señorita.— saludo haciendo un ademán con la cabeza. —Nada me encantaría más, sin embargo, no es así. Necesito ingresar a la habitación de la cual desapareció el collar.

—Claro que sí, de hecho, nadie ha ingresado desde ayer.

— Cuánto mejor, y espero siga cerrada el tiempo que sea necesario, es la escena de un crimen, y no se debe adulterar.

Julieta se retiró y volvió después de unos minutos con su padre.

—Buen día detective, ¿Alguna noticia?— preguntó con carácter fuerte el señor Gandúl.

— Buen día señor, aún no puedo adelantarle nada, sin embargo, necesito ingresar nuevamente, y a solas, a la habitación, así que le pediré la llave, por favor.

—Yo le abriré y cerraré, cuando sea necesario. —Rechistó el hombre poniendo el peor gesto posible en su cara, a la vez que dirigió sus pasos hacia la puerta de la habitación.

Ya era demasiado tarde para levantar las huellas de la perilla de la puerta, pues los dedos regordetes del viejo tratando de abrir la puerta borrarían cualquier otra huella que hubiese quedado en el momento, sin embargo, Fausto conservaba la esperanza de encontrar algo adentro, cualquier cosa que le permitiera encontrar algún indicio.

Entró con guantes y linterna en mano, y en la otra un maletín, cque contenía todo su equipo de detective. En cuanto hubo revisado detenidamente el piso donde colocaría cada uno de sus pies, procedió a adentrarse y cerrar la puerta, poniendo el seguro por dentro.

Con su teléfono fotografió por completo la habitación, revisó detalladamente el piso, con la perspicacia que no tuvo el día anterior, mientras se lamentaba por su descuidada actitud del día anterior, esta vez no se dejaría deslumbrar por la cantidad de cosas costosas que ahí se guardaban, esta vez solo pensaba en que pudo haber destruido la única evidencia.

Siguió revisando cada rincón del piso, después con una linterna de infrarrojo empezó a revisar la caja donde se almacenó el diamante robado. No había nada, estaba perfectamente limpia, solo encontró residuos de alcohol y sustancias de limpieza. El delincuente había tenido tiempo de limpiar el cofre, o simplemente tenía guantes, con el objetivo de no dejar ni siquiera una huella.

—¡Te tengo! — exclamó emocionado al encontrar un cabello, justo detrás de la mesa donde estaba el cofre del collar.

Lo levantó con cuidado utilizando sus pinzas, lo observó detenidamente y llamó su atención la coloración cobrizo, que también tenía Julieta. Después de unos instantes lo metió en una bolsa y la cerró para luego ponerla en su maletín. Continuó con su búsqueda detallada, con la ilusión de encontrar alguna otra pista. Sin embargo todo estaba limpio, sin duda alguna la habitación fue limpiada cuidadosamente. 

Después de tres horas, no encontró nada más así que decidió que ya había revisado por completo. Salió de la habitación y en la sala encontro a Julieta sentada en un sillón, casi como si estuviese esperándole, su expresión delataba bastante nerviosismo.

—¿Encontró algo Fausto? — Preguntó mientras jugaba con un lápiz en sus manos.

—Necesito preguntarle algo a Isabel, por favor. — respondió secamente. — Y luego hablaré con usted.

Julieta se marchó, y minutos después apareció Isabel, limpiando excesivamente sus manos en el delantal 

—¿Me.. me mandó llamar, señor? — tartamudeó la mujer.

—Si, quiero preguntarle algunas cosas. La primera de ellas. ¿ Cuándo fue la última vez que limpió esa habitación?

—En la mañana del domingo, lo dejé todo muy limpio, el señor estaba conmigo, él tenía el collar. Yo solo limpie, yo no tomé nada, se lo juro.

—Recuerda haber movido los muebles para limpiar 

—Si, yo los muevo, pero la devuelvo su lugar, eso lo hago siempre señor. Además el patrón siempre está viendo.

—¿Qué hace él, mientras usted limpia?

— Se queda viendo e indicándome qué limpiar y como acomodar cada cosa, siempre está muy al pendiente. Él dice que lo que en ese cuarto guarda cosas extremadamente costosas, y que no las puede descuidar.

—Eso ya quedó visto, tanto lo costoso de las cosas y que no se pueden descuidar. Por último, imagino que usa guantes para realizar la limpieza.

—Si, es para mí propio cuidado.

—La he notado nerviosa durante este tiempo, hay algo que me quiera contar?

—Es que.. Es que yo fui la última en ver el collar... Y me imagino que me culparán. Y yo no soy ladrona, yo solo hago mi trabajo, usted me entiende señor, no puedo quedarme sin trabajar. — apenas tartamudeó, mientras continuaba limpiando sus manos en el delantal.

—Entonces no se preocupe, resolveremos el caso y todo se aclarará. Ya puede irse, y por favor, llamé a la señorita Julieta.

— Si señor.— La mujer se levantó y caminó tan rápido como sus pies le permitieron.

Minutos después apareció Julieta, aún tenía ese lápiz en su mano.

—¿De qué me quiere hablar señor investigador?

—Antes que nada, me gusta su color de cabello.

— Sí, a mi también, me gusta, de hecho me lo tinte un día antes de la fiesta, quería lucir este color para la fiesta.

—¿Qué color tenía antes?

—Azul, así como las puntas de Harley Quinn. Pero, ¿a qué viene el tema?

—Solo por aligerar la tensión, antes de preguntarte un par de cosas más.




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