Yo me enamoré de él. Me enamoré de su aroma adentrandose vagamente dentro de mis fosas nasales, de su risa y su vocecita ronca que apagaba la razón de prestarle atencion a algo más. Me enamoré hasta de su nombre, el cual siempre opinaba que se escuchaba lindo unido con el mío. Sentía que había alcanzado una estrella, porque él me hacía sentir cosas de verdad maravillosas. No me importaba ya nada, ni nadie, porque lo tenía todo, porque lo tenía a él.
Ese fue el principal problema, creyendo yo que lo tenía a él, cuando nunca lo tuve, cuando nunca su corazón fue mío. En su corazón no estaba escrito mi nombre, no latía emocionado por mí, no quería tampoco latir debido a mi presencia. Su corazón le pertenecía a alguien, alguien que no era yo.
Él nunca me quiso más que a cualquier otra persona, porque esa “cualquier otra persona” era ella. Y él nunca me quiso más que a ella.