Se escucha el retumbar del viento y el crepitar de la lluvia contra las paredes de piedra llenas de musgo, arrastrando la suciedad y el hedor. En uno de los callejones acurrucado se encuentra un grupo de mendigos, no pueden permitirse una estancia en la que pasar la noche pero entre las tejas y el fuego han construido un lugar en el que resguardarse, podrían dirigirse al templo donde les darían refugio a cambio de trabajo duro, pero la nueva religión se está abriendo paso y algún que otro cadáver ha aparecido abandonado con ciertas marcas que hacen sospechar lo peor.
Recorro las calles en silencio, la lluvia resbala sobre mi gran sombrero cayendo sobre mi túnica mientras mis botas se llenan de barro en aquella calle mal pavimentada. Mi mente aturdida sigue el camino del jolgorio que se escucha, en busca de un lugar donde despejarme. Después de andar a lo largo de varias calles, veo lo que parece ser una triste posada que, por no tener, no tiene ni un cartel que lo indique, pero he frecuentado demasiados lugares como este y las viejas costumbres no se pierden.
Aquí me encuentro, entrando a una triste posada repleta de rufianes, pordioseros y mequetrefes… No es que todos fueran siempre así, pero nadie puede culparles dados los sucesos actuales.
- Buenas noches, sirveme una pinta. – Dije con tono sosegado - Tengo el gaznate seco y la barriga vacía.
- ¿Buenas noches? Llevo ya tres noches con peleas entre estos desgraciados, al menos dejan buenas propinas y pagan lo que rompen… Solo espero que se marchen pronto, su dinero no cubre las molestias que causan - hizo una pausa teatral digna del más veterano artista - Avisado quedas, si causas problemas y no tienes una buena bolsa… – Dijo mientras acercaba un cuchillo hacia mi garganta – Será mejor que te largues.
- ¿Tengo pinta de alguien a quien puedas amenazar y salirte con la tuya? – Mientras hablaba, mi voz adoptó un tono que hacía años no despertaba y con el… preocupaciones pasadas – Si no supiera lo que hago, te aseguro que no estaría aquí. Ponme la jodida pinta y añade un buen chuletón antes de que te abra en canal gaznápiro. Puedes elegir, el oro o la espada. Preferiría lo segundo, pero entonces tendría de limpiarla y encargarme de estos. Así que haz lo que te he dicho.
Aparté un poco la capa que llevaba señalando ambos objetos y dejando claro que decía la verdad, al instante una retumbante carcajada salía de su garganta.
- Así me gusta la clientela. Debía de asegurarme de que no eras un insolente bonachón que venía al sitio menos indicado, siéntate donde quieras y por favor rompe únicamente aquello que puedas pagar con creces.
Decidí sentarme en la mesa situada a la penumbra… nunca me ha gustado demasiado la luz. El posadero apareció pasados veinte minutos, llevaba una bandeja llena de mugre, con un chuletón que más bien parecía un trapo y una pinta de cerveza que a decir verdad, sabia mejor de lo que aparentaba.
– Aquí tienes un cuarto de Misdrir. Pero si me alquilas una habitación te pagare uno entero
Un Misdrir es lo que gana el posadero si ha tenido buena fortuna ese día, así que la oferta era muy generosa y a mí no me faltaba el dinero. Quería su silencio.
– Válgame Zirolyr, que idiota es este hecho muchacho – Dijo gritando el posadero mientras me tapaba la boca con la mano – ¡Clargunsuns!
No podía pararme a pensar, los Clargs como se conocen en mi tierra son mercenarios despiadados que matarían a su familia por un buen botín, por si fuera poco, al ser descendientes de los Manhrir tienen cierta cantidad de poder mágico heredado... estos hombres no rechazan una bolsa de oro sin un buen motivo... debía eliminarles. En cuanto al posadero, era un Rifgur...
- ¿Cómo no me había dado cuenta? – dije en voz baja. Demasiado inteligente para engañarle, no había posibilidad de razonar. Él sabía que el oro que llevaba no podía pertenecer a quien aparentaba ser.
No, no había otra salida.
Un fuerte tumulto sucumbió la posada, la oscuridad se cernió y mi espada atravesó como un rayo el pecho del posadero. Mire a los ojos de todo hombre en la posada, cayendo estos de forma súbita al suelo.
El posadero se lo había buscado, pero ahora no podía permitir que se supiera lo que había pasado, con un chasquido de mis dedos incendié la triste posada y me largué de aquel lugar agotado y sin fuerzas – Demasiado tiempo sin practicar – dije chasqueando la lengua.
Decidí volver donde todo empezó… hace ya tantos años, que casi no lo recuerdo, debía visitar mi antiguo pueblo, Eivendar.
Me metí por los callejones en busca de La Ciudad de Almarwill donde conseguiría refugio y provisiones para el viaje… todo lo que había por estos callejones olía a podredumbre, era demasiado temprano para encontrar sitios decentes abiertos y demasiado tarde para ir deambulando por los callejones sin protección. Había agotado la poca fuerza que me quedaba así que no tuve otra opción que encontrar un lugar donde el frío y la humedad no me llegaran a los huesos.
Encontré una casa en ruinas y no parecía que hubiera vivido nadie en décadas, por necesidad me resguardé hasta el alba, esperando que unas horas de sueño me hicieran recobrar la energía.