El Concordato de Marthrius

3 - Hijos de Eiven

- No estás solo.

- Apártate de mí joder, vete. Cierra la puerta y márchate.

La forma y la situación en que me dijo esas palabras fueron catastróficas, pero no fueron el motivo de mi enfado, fue exclusivamente debido a la vulnerabilidad que sentía en aquel momento, solo y desnudo entre mis pensamientos con todos aquellos recuerdos pasando en mi cabeza, todo aquel dolor reducido a unas simples palabras, unas simples palabras que, en el orden correcto, hirieron mi mente como un cuchillo recién afilado cortando cada fibra de mi ser.


Tantos sentimientos, tantas emociones en unos pocos segundos que no sería capaz ni de explicar, la mente me daba vueltas y lo único que salió de todo aquello fue odio. El odio que durante tantos años había usado como defensa. el odio que de tantas situaciones me había salvado y que en tantos líos me había metido. Fue curioso como unas palabras dulces, habían sacado todo aquello de mí.

Salió en silencio, con la mirada distraída pero, no vi signo de arrepentimiento.

Terminé de asearme y al levantarme vi un par de prendas de buena calidad sobre una silla cuidadosamente dobladas, en total había tres camisas y tres pantalones. Me puse los que más se adecuaban a mi tamaño y salí del desván esperando encontrar a aquel joven que tanto daño me había hecho.

Le encontré dos plantas más abajo sentado al lado de una chimenea junto a una silla vacía y un buen fuego en el que calentarse.

- ¿Puedo entrar?

- Adelanta un pie y respóndete ti mismo.

No parecía cabreado, más bien aburrido, intentando decir algo divertido. Caminé hacia la silla y le miré a los ojos.

- ¿Por qué me has dicho eso?

- Tienes los ojos de alguien que ha visto más de lo que cualquier persona debería ver  - Esta vez, sus ojos se posaron sobre los míos y la calidez de su mirada borro cualquier rastro de la dureza que había mostrado en las escaleras.

- He luchado con compañeros a los que he visto morir y he matado más personas de las que puedo recordar. Nada que otras personas en tiempos de guerra no hayan vivido.

- Tus ojos me dicen que tus palabras mienten – avivó el fuego y se recostó en la silla - ¿qué haces por aquí?

- Un breve descanso para llegar a Almarwill.


La respuesta pareció sorprenderle, nos quedamos en silencio un tiempo. No quería darle más información y el parecía saber lo que necesitaba.

- Mañana partimos, duerme esta noche en la taberna, yo hablaré con el dueño.

- ¿Pretendes que me marche contigo sin conocerte y después de lo sucedido en el desván?

- Si. No tienes ni idea de cómo llegar y a estas alturas ya habrás oído hablar sobre La Biblioteca, el cuento de brujas preferido de esta ciudad – se levantó y me señaló con el dedo indicé – y si has sido tan estúpido como para nombrar Almarwill, ahora mismo estarán buscándote por doquier.

- ¿Quienes estarán buscándome?

- Almarwill era el último vestigio del poder de Zimrur sobre Los Reinos Próximos, ahora se la conocer por Eyris y está a diez días de viaje cruzando el mar Cris.

- Eso quiere decir… ¡Estamos en Punta Ciervo! Debo irme ahora, no tengo tiempo que perder

- Necesitaras energía, duerme aquí esta noche y partimos mañana.

- Tu nombre.

- ¿Que?

- Dime tu nombre y partiremos mañana.

- Puedes llamarme Klirt, por ahora sera suficiente.

– Bien ¿dónde duermo?

- En mi alcoba te he preparado una cama, subamos. - No era una invitación.

Fuimos hacia su alcoba ninguno de los dos dijo nada más durante el trayecto, la habitación no estaba privada de comodidades o privilegios, cualquier hombre de a pie habría dado lo poco que tenía por pasar una noche allí, y al día siguiente querría terminar con su vida por no poder aspirar jamás a una estancia la mitad de lujosa.

Para mi sorpresa y pese a la edad, Klirt parecía un maestro alquimista. Había en una mesa con instrumentos para la decantación, pude reconocer un alambique mejorado entre ellos y en otra mesa todo tipo de hierbas, tarros con animales variados muertos y conservados en alcohol. También había una gran mesa hecha de caoba y dentro, justo en el centro protegido con un cristal, un libro.

Para que entendáis la importancia de los libros en estos tiempos, debéis pensar que debían ser escritos a mano y solo las personas más influyentes, ricas o delincuentes podían acceder a ellos.

Pero este no era un libro común, la mayoría de los libros trataban sobre religiones, contabilidad o leyes. Este era un libro antiguo, tan antiguo como la eternidad misma.

- ¿De dónde lo has sacado?

- No es tan importante el lugar del que procede, como el motivo por el que lo tengo ¿no crees?

- Bien ¿por qué lo tienes?

- Soy el último de nuestra estirpe, el último Gran Maestro. El último hijo de Eiven.

- Es imposible, abandone la capital hace un año



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En el texto hay: guerras, imperios, mundos fantasticos

Editado: 27.12.2019

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