- ¡Despierta dormilón! Debemos ir a comprar los pasajes.
De mal humor me levanté y observe el cielo a través de la ventana, habíamos dormido tres o cuatro horas como mucho y aunque la razón decía lo correcto en ese momento solo quería mirarle a los ojos con todo el odio que pudiera encontrar.
- No me mires así yo no he sido quien ha estado hablando por ahí sobre Almarwill y La Biblioteca – Lo que decía era cierto pero su sonrisa burlona indicaba que estaba disfrutando con aquello – Cuando te dormiste envié una paloma al puerto dando las instrucciones de nuestra partida. Levantate y empieza a recoger, tenemos poco tiempo.
Me levanté, me vestí y le ayudé a recoger todos los instrumentos metiendo con sumo cuidado cada uno de ellos en el baúl que había encogido y que cabía sin problemas en su bolsillo. Cada vez que acercaba un objeto al baúl, este se volvía del tamaño de un guisante, con lo que la mayor dificultad era no romperlo.
Cuando terminamos extendió los brazos y mientras susurraba algo los dirigió de nuevo hacia el pecho, la estancia encogió hasta reducirse al tamaño que debería haber tenido antes de que este se hospedara en la taberna.
La chimenea había desaparecido, los grandes ventanales habían sido reducidos a una triste ventana justo en el centro de una pared de no más de dos metros de ancho.
Los ornamentos y objetos lujosos que ostentaban la habitación quedaron reducidos a una silla, una mesa y una triste cama.
- ¿A que estas esperando? - Dijo mientras caminaba hacia la escalera con los brazos en la espalda – Larguémonos.
Descendimos la escalera en silencio, cruzamos el umbral de la puerta y me dirigió a través de los callejones que formaban aquel laberinto.
No había rastro del bullicio que antes reinaba lo cual no era demasiado extraño dado las horas que serían.
Al fin avistamos un extraño con capucha junto a un par de caballos.
- Hemos llegado, decídete por uno y vayamos hacia el puerto. No está muy lejos, el irá delante tu sígueme.
Cabalgamos durante el suficiente tiempo para perder la noción del tiempo, empezaba a pensar que nos habíamos perdido o aun peor que el desconocido nos llevaba a una trampa.
Aunque la capa cubría de todo el cuerpo, el frio hacia mella en mis huesos como si pequeños cristales atravesaran mi cuerpo.
Redujimos el ritmo y observe que el desconocido se descubría la cara. Nos quedamos observándonos, el misterioso hombre bajó de su caballo y se dirigió a Klirt.
- Maestro casi hemos llegado al puerto, seguid recto y observareis el mar en cuanto lo veáis torced a la derecha e id hacia el faro. Vuestro barco os estará esperando.
Klirt salió disparado y siguiendo sus instrucciones fui tras él. Recuerdo ver aquel maravilloso faro junto al mar iluminando el horizonte con aquel fuego eterno. Los conocimientos arquitectónicos y el poder necesario deslumbrarían a cualquier miembro de nuestro pueblo.
Finalmente llegamos al puerto y pensando que encontraría alguna barcaza que Klirt convertiría en algo digno, me asombré al observar un navío lo bastante grande para albergar a 100 hombres
El navío pareció reconocernos pues los palos, vergas, jarcias y velas susurraron al viento mientras saltábamos a cubierta.
Pese a mi impresión no había ni un tripulante, toda aquella grandiosidad para dos simples seres.
- Vamos al camarote, aquí estamos a salvo. Solo quienes comparten nuestra sangre pueden verlo.
- ¿Que ocurre si alguien intenta abarloar donde estamos nosotros?
- El puerto fue diseñado por nuestros antiguos, aunque esta ciudad no sea nuestra, este pequeño rincón sí. No se limita al navío, sino a todo el puerto. Deberías saberlo ya Ril.
Pese a no saber por qué, aquel nombre me estremeció.
- Vamos al camarote.
La madera crepitaba mientras caminábamos hacia el camarote de cubierta. Al abrir la puerta el intenso olor de aquel camarote que en años no se había abierto me dio de golpe en las narices.
- Klirt te he seguido a pie, a caballo y entrado en este viejo navío sin obtener ninguna respuesta hasta ahora – le mire a los ojos antes de seguir hablando intentando entrever que estaba pensando – Dices que aquí no nos pueden encontrar. Pero no se quienes nos buscan, estoy perdido. No sé dónde estamos ni donde piensas ir.
Desvió su mirada hacia el interior claramente no quería tener esta conversación en el umbral de la puerta. Entramos al camarote se sentó en una de las sillas, yo me quede de pie. No iba a seguir este juego más tiempo.
Klirt fue el primero en hablar y sus palabras me perturbaron.
- ¿Como puedes haber olvidado como nos abandonaste?
- ¿Yo os abandoné? Nuestro pueblo se había convertido en una panda de arrogantes que solo buscaban su propia satisfacción y hacían lo que querían por satisfacer sus deseos.
- ¡Dzuwan! - Su actitud calmada parecía resquebrajarse sintiendo el mismo dolor que yo había sentido horas antes - No todos eramos así, no merecíamos la aniquilación ¿cuántos hijos de Eiven han sufrido por tu ira?
- ¿Crees que sentía ira? De haber sentido ira os habría destruido yo mismo. No, os destruisteis vosotros. Yo solo fui una pieza más en aquel tablero. - Por un instante mi mente antaño oscura se había tornado clara y los recuerdo perdidos cobraban vida mientras hablaba. Por un instante, solo por un instante…
Klirt sacó el pequeño baúl de su bolsillo, lo sostuvo en sus manos un instante. Le susurró unas palabras y aquel precioso libro salió disparado cayendo de forma suave sobre sus piernas.
- Ril entiendo muchas cosas, pero tu mente… estas confuso, han pasado ciclos desde que nos vimos por última vez. Cuando te vi en la taberna no te reconocí… tú mismo no estás seguro de quién eres. Huiste del pasado, no sé qué hiciste para olvidar. Pero tu pasado te ha encontrado. Necesitas que te recuerden quién eres, necesitas nuestra historia, nuestro legado. - Haciendo una pausa dramática se recostó sobre la silla y empezó a acariciar su largo pelo mientras miraba de forma distraída la estancia - No voy a mentirte, quienes te hicieron daño intentaron ocultar tu existencia y borrar tu nombre de nuestra historia. Pero la mayoría nos opusimos, antiguos linajes habrían desaparecido y como sabes eso habría destruido nuestra civilización.
- ¿Quién soy?