El contador

Primeros días del entrenamiento

Al tan sólo ser las cuatro de la mañana, las alarmas comenzaron a sonar en las habitaciones. Eduardo, saltando de golpe, trato de detener ese ruido y poder continuar durmiendo un poco más. Pero, al estar tratando de apagar la alarma de su teléfono sin que esta lo hiciera, según él, miró el teléfono. Después de un momento de estar viendo el teléfono y ver que la alarma aún continuaba, pensó – ¿estaré soñando? No, no puede ser – encendió el teléfono – ¿qué?, pero si son sólo las cuatro y cinco de la mañana. Y ¿cómo puede seguir sonando la alarma? – el sonido al fin se detuvo. Eduardo, somnoliento, mira a su alrededor sin dar reacción alguna y, decidiendo seguir durmiendo, se tapó nuevamente. Pero, al apenas haber tomado las chamarras, sintió como un balde con agua fría se le era lanzada. Reaccionando, al fin, se sacudió un poco y luego miro hacia la derecha, donde provino el agua, para sólo quedar sin palabras al ver de qué se trataba del maestro.

El maestro, que se encontraba parado firmemente con el balde de agua, dijo – si eres un estudiante del SJ, recuerda que debes de levantarte al apenas haber oído la alarma. Por el día de hoy se te pasara – dejo el balde vacío en el cuarto de Eduardo mientras salía y decía – debes de estar en cinco minutos en la clase cambiado y listo para iniciar la lección. Una cosa más, regresa el balde a su lugar –. Eduardo, sin perder tiempo, comenzó a ponerse rápidamente su ropa para recibir las clases, la cual era un suéter café, un chaleco gris y una camisa blanca con corbata negra, el pantalón era el mismo tono que el suéter y los zapatos casuales negros. Todo esto se les proporciono por parte del centro como "un regalo de consolación" para la semana de prueba.

Eduardo, que estaba corriendo a su aula, a duras penas logro llegar justo cuando el cronometro, que tenía en la mano el maestro, llego a indicar cinco minutos. Eduardo tomo su asiento y, mirando alrededor de él, noto que todos pasaron por el mismo problema que él. Bueno, con excepción de uno. Justo una señorita había logrado llegar sin ninguna muestra de que se le haya dificultado iniciar este día.

Mientras el maestro comenzaba a llamarlo por lista, lo cual era absurdo si se decía que sólo eran cinco, hubo alguien que aún no se presentaba. Todos estaban muy atentos a lo que podría pasar. Pero, habiendo comenzado la clase, el maestro comenzaba a trazar la un esquema en el pizarrón. Este esquema contaba con la información de lo que harían durante el resto del día, en toras palabras, su horario del día.

Al terminar de escribir el horario, entro justamente el que faltaba que llegase. Este, con completa calma, al mirar que todos estaban sentados ingreso y tomo asiento. El maestro sólo lo miro sin decir una sola palabra y dijo – muy bien. Por ser el primer día, se les ha permitido ingresar a la clase un poco tarde. Pero, recuerden que la puntualidad es algo que nunca deben de perder. Por ello, a partir de esta semana, deberán de estar despiertos y cambiados antes de que suene la alarma o tan sólo esta comience a sonar. No deseamos a haraganes en este lugar. Nos retrasamos diez minutos, lo cuales se les quitara a la hora de desayuno para lo cual cuentan únicamente con quince minutos. Así que sólo tendrán cinco minutos para desayunar. El primer caso que veremos es algo muy simple. Se llama, recopilación de datos. Como podrán ver... – paso el maestro explicando de qué se trataba y lo que debían de hacer después de desayunar para demostrar que son capaces de recolectar información. Para tal acto, sólo contarían con una hora. Aunque algunos sentían que era un buen tiempo y que les sobraría demasiado tiempo, Eduardo no lograba dejar de pensar que esto sería lago difícil si no sabían aun lo que tendrían que buscar.

Al terminar el desayuno, si se podía decir que lograron comer algo, el maestro sin siquiera dejar rastro desapareció por completo. La mayoría no le prestó atención a la falta del maestro y pensaron que sólo se trataba de un descanso antes de iniciar la tarea del día. Pero, Eduardo y dos compañeros más, fueron los únicos que comenzaron a buscar al maestro para poder iniciar con la tarea. Al ser que cada uno tomo su propia camino, no había seguridad que todos lograran su cometido más bien parecía que cada uno debería de proteger su propio interés.

Eduardo, mientras iba de pasillo en pasillo, trato de preguntar a algunos estudiantes sobre el lugar donde se podría encontrar el maestro. Pero, al ser que no conocía su nombre, no sería una búsqueda tan buena si seguía sólo diciendo eso. ¿Qué podría hacer?, era lo único que se le pasaba por la mente. En eso, viendo a unos maestros platicando en el pasillo, se acercó a ellos y dijo – disculpen, será que me podrían decir en dónde puedo encontrar al maestro de pruebas para la admisión en el centro SJ – los se rieron muy fuerte y, uno de ellos, contesto – buena pregunta. Pero no sabría decirte. Tal vez hasta ya se murió. Si no está en su oficina, deberías de ir al sistema y buscarlo. Además, aquí hay muchos maestros, no sé a quién esté buscando – luego continuaron su conversación.

Eduardo, al darse cuenta de que no sería tan fácil encontrarlo, decidió seguir buscando. Pero, si ellos habían dicho algo sobre su oficina, entonces esta sería su primera pista. Siguió caminando y, viendo a unos estudiantes, les pregunto si conocían quienes eran los maestros que dan la clase de prueba para ingresar. Aunque no todos le contestaban, logró conseguir información poco a poco. Para no tener que olvidarse cada uno de los nombres que le daban, comenzó a apuntar todo lo que le decían.

Si podía ir en busca de estos maestros, sería más fácil que preguntar sin saber nada. Ya habiendo pasado unos veinte minutos, Eduardo contaba ya con veinte nombres. Al parecer eran varios los maestros que daban clases en y su clase no era nada más que una de otras que estaban igual. La razón por la que no los vio ni los otros a ellos, era porque todos fueron reconocidos en las diferentes partes del SJ.



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En el texto hay: aventrua

Editado: 22.12.2020

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