‒Uno‒ grito Géminis, un niño con la sonrisa más alegre que jamás hayas conocido.
‒Dos‒ grito una niña cuyos cabellos cubrían su inocente rostro.
‒¡Listo o no!‒ advirtió uno de los niños del orfanato ‒¡Ahí voy!‒
La travesura comenzaba era el último juego de la noche, se habían dicho a sí mismos ya hace varios juegos atrás, el orfanato era amplio lleno de cuartos donde se guardaban enseres de todo tipo, desde camas para los nuevos residentes los cuales debían de armarlas con sus propias manos si estaban en la edad de hacerlo, aunque aquello a veces era una tarea un poco complicada, ya que las piezas para formar una litera estaban mezcladas como piezas de un rompecabezas, tenían que ir probando una a una para buscar aquella que cupiera en su lugar.
El pasillo de madera rechinaba a cada paso, por lo que los niños aprendieron mañas y trucos para evitar aquellos tablones que al rechinar revelarían su ubicación. Los pasos se volvieron zancadas el tiempo se acababa tenían que ocultarse sea como sea y en donde sea, apostaron los caramelos entregados por la supervisora que eran de los más sabrosos y preciados por lo que el juego decidiría quien se llevaría dos a la boca y quien perdería la oportunidad que pasa una vez al mes.
Géminis se ocultó tras un armario era su sitio favorito hasta ahora nadie lo encontraba escondido en ese lugar, por lo que seguía siendo el campeón de las escondidas.
‒¡Aquí estas!‒ grito el niño que los buscaba uno a uno por lo que sus compañeros de habitación iban cayendo.
Géminis ni siquiera se preocupó en mirar en la entrada estaba seguro de su rotunda victoria.
‒¡No es justo!‒ reclamo otro niño.
‒Sí lo es, yo te vi el pie bajo las cortinas‒
‒Mentira tú me viste cuando me escondí, te disté la vuelta y por eso me encontraste a mi primero‒
Los reclamos iban y venían, pero algo era seguro, aquella era su oportunidad para ganar, podría esperar hasta el final cuando todos hayan sido atrapados, o simplemente salir y ganar el primer lugar para clasificar al siguiente juego.
Géminis se escabulló con audacia por entre los muebles roídos, las ventajas de su escondite es que no tenías que mover ni un solo mueble, solo escabullirte entre los diferentes muebles apilados, cosa que aprendió muy tarde, antes de encontrar el escondite perfecto, trepo la montaña de muebles y enseres que se apilaban en la bodega improvisada, lo que no fue una muy buena idea, apenas tocaba la punta de la cima y esta se derrumbaba con él en su camino.
Las heridas sanaron, los golpes curaron al cabo de unos meses, pero en esos segundos de caída pudo ver el agujero donde sería su escondite ideal.
Tenía que moverse ágilmente, hace unos días varios señores vinieron a hablar con la supervisora, al día siguiente las iluminarias del techo fueron cambiadas casi en su totalidad, ahora tenía dos retos, ganar y no ser descubierto.
Cruzo por el pasillo internándose en una de las habitaciones cuya luz permanecía apagada, adentro aparentemente no había nada, ni nadie, por lo que salir de ahí no supondría ningún esfuerzo.
Vio por el quicio de la puerta al pasillo que estaba vacío, era ahora o nunca, cuando de repente el sollozar de una chica lo detuvo en su carrera. El repentino susto consumió su pequeño cuerpo como una corriente imparable que atravesó cada fibra de su ser, estuvo a punto de gritar, pero solo pego un pequeño brinco.
‒¿Hay…‒ titubeo ‒hay alguien aquí?‒ dijo dirigiéndose a la oscuridad de una de las habitaciones por donde el sollozar provenía.
Apenas se podía ver algo, por lo general las cortinas se cerraban todo el día, y aquella noche la única luz que iluminaba la habitación era la luz de la luna llena en lo alto.
Los sollozos se volvieron más fuertes y profundos, una pequeña niña lloraba oculta en algún lugar de la habitación, tal vez herida o asustada por la oscuridad.
Géminis siguió el efímero llanto hasta su origen tanteando con cuidado para no tropezar, hasta toparse con una esquina y una silueta frágil acurrucada en sí misma.
‒¿Qué paso? ¿Te lastimaste?‒ acerco una mano a la niña cuya cabeza estaba hundida entre sus brazos mientras abrazaba con fuerza sus piernas cerca de su cuerpo ‒No llores por favor, vámonos de aquí, si le tienes miedo a la oscuridad es normal, a mí también me da miedo a veces‒ intento calmarla.
Apenas poso su mano sobre el hombro de la niña sintió como empezaba a temblar con fuerza, su miedo se sentía palpable en el aire, al punto de trasmitirse a su ser.
‒Un…‒ apenas se pudo escuchar de la voz inaudible de aquella niña.
Géminis acerco la cabeza para escuchar con mejor.
‒Un fant… un lobo‒ dijo la pequeña niña sollozando con más intensidad al punto de faltarle el aire.
‒¿Un fantasma o un lobo? ¿Aquí dentro?‒ se preguntó Géminis extrañado ‒No te preocupes la supervisora se encargará de él, ella es muy fuerte y muy buena, nos protegerá…‒ apenas logro terminar sus palabras cuando escucho el gruñir de aquel lobo detrás de él, su aliento era helado que te congelaba instantáneamente el cogote, Géminis pego un pequeño brinco cuando el gruñido se volvía profundo y grave.
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Editado: 05.12.2021