El Contrato de las Almas Ⅱ

ⅩⅦ

El salón era amplio, los hornos encendidos despedían un calor abrigador y sofocante si permanecías mucho tiempo cerca de ellos, afuera la tormenta no aminoraba y la piedra negra seguía impoluta sin un solo copo de nieve en su superficie.

En medio del salón un espejo redondo sobre el piso, reflejaba todo aquello que se colocara en frente de él, Sara noto varias runas grabadas en su superficie, surcos abiertos como si algo hubiera abierto paso sobre la sólida superficie abriéndola como una herida, las runas eran idénticas a las que Sebastian había dibujado en el espejo de Zoé con la notable añadidura de glifos colocados en el borde y una en el centro, figuras entre círculos, triángulos, puntos y líneas rectas.

Orión no estaba por ninguna parte, Géminis permanecía imperturbable alejado de todos, Raquel miraba con atención las runas como si inspeccionara cada trazo, cada detalle en ellas, Sara deseaba que todo saliera bien y así poder reunirse con sus padres mientras tanto Sebastian seguía moviendo varias cajas de cartón de un lado para el otro.

‒¿Está todo listo?‒ se escuchó la voz profunda de Orión entrando al salón.

‒Ya casi, solo tengo que dejar esto e ir por mi lanza‒ dijo Sebastian emocionado pasando junto a Sara –¡Hey! Dile a Géminis que no mire hacia arriba– dijo mientras se alejaba cargando un cartón en brazos.

–Géminis– dijo Sara acercándose a aquel tipo cuya única emoción era la de respirar –no… no mires hacia arriba– Géminis hizo caso omiso de la advertencia cuando de repente en su frente se estampaba desechos de un pájaro posado en el alambrado del almacén.

A lo lejos Sebastian reía a carcajadas por una travesura cumplida, Sara se congeló mientras Géminis limpiaba su rostro, Raquel también rio ante el acto cómico.

‒No te preocupes‒ dijo Géminis, aunque Sara no sintió que esas palabras fueran suficientes.

Sebastian volvió corriendo con la lanza que media un metro y medio la cual giraba entre sus manos con habilidad ‒Amigo mío‒ le sonrió a Géminis ‒es una broma por si no vuelvo‒

‒¿Cómo ha llegado un pájaro aquí?‒ terció Raquel quien se había dado cuenta de que en aquella nave no se habían topado con animal alguno.

‒Salió cuando probamos el portal a ver si funcionaba, lo devolveremos cuando logre atraparlo, hasta eso cuídenlo en lo que regreso‒ dijo Sebastian colocándose alado del espejo.

Orión se acercó junto a él, sus pasos eran imparables.

‒Tienes 4 horas para regresar antes de que el portal se cierre, del lugar que salgas debes volver a entrar, si encuentras a sus padres debes avisarme así ellos podrán pasar donde ti‒

‒¿Por qué tendremos que cruzar nosotros y no poder traerlos aquí?‒ se acercó Sara

‒Este lugar una prisión‒ corto Orión ‒este portal es peligroso para la prisión que cree, a duras penas puede mantenerse en pie un par de horas, estimar que serán 4 es algo arriesgado, pero es todo el tiempo que podría darle, si tus padres pasaran aquí tardaría una semana en crear otro portal que no afecte a la prisión, por eso es mejor si los llega a encontrar y que ustedes vuelvan, a que ellos vengan aquí, mi tiempo también quiero que sea lo más corto, tengo que salvar a mi hija y a Blue‒

‒Entonces, encuentras a sus padres en ese lapsus de tiempo y vamos con ellos, o vuelve dejando el mensaje de nuestra ubicación y en una semana saldríamos de esta prisión‒ terció Raquel estupefacta.

‒Exacto‒ sonrió Sebastian, así que tengo que ser rápido, si me quedo al otro lado estaré perdido, así que comencemos‒

Nadie dijo nada aceptaron los términos como una única ley.

Orión se acercó al borde del espejo, toco con la yema de sus dedos el cristal donde se reflejaba a la perfección, musito una plegaria y las runas como los sigilos se encendieron en un brillo rojizo de muchas tonalidades. Sara apenas entendió algunas palabras que musitaba Orión las decía con rapidez como si recitara un texto completo, de algo estaba segura cada palabra era certera sin equivocación alguna.

Al poco tiempo las runas en el espejo se disolvieron hasta desaparecer.

Sara notó que Sebastian que estaba alado del espejo no se reflejaba, al igual que Orión ninguna de sus imágenes aparecía, solo el techo de la nave y sus alrededores, como si de vampiros se tratasen.

‒Bueno, ya regreso‒ dijo Sebastian respirando hondo ‒Si por algún motivo no regreso, sabes dónde encontrarme‒ se dirigió a Géminis.

Sebastian dio un paso a la superficie del espejo, la gravedad hizo el resto, su cuerpo atravesó el espejo como si se internara en la superficie del agua, varias ondas se esparcieron hasta volver lentamente a la calma.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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